jueves. 28.03.2024

El pasado diciembre Shinzo Abe fue elegido primer ministro de Japón. Ese país es un archipiélago de más de 6 mil islas, la mayoría muy pequeñas. El conjunto de su territorio suma 378 mil kilómetros cuadrados, menos de la quinta parte de la superficie de México. Hoy en día cuenta con 128 millones de habitantes en un territorio relativamente pequeño y montañoso del que solo un 12 por ciento es tierra cultivable. 

Tras su derrota en la segunda guerra mundial Japón se reorientó por la vía pacífica del crecimiento basado en el desarrollo tecnológico e industrial. Lo hizo con una estrategia de planeación y acuerdo con un pequeño grupo de conglomerados industriales. Hacia los años ochenta decir Japón y hablar de un milagro económico era lo mismo. Había pasado de ser un fabricante de imitaciones de mala calidad a convertirse en líder del avance tecnológico y de la producción de aparatos electrónicos. 

Pero la base de su éxito económico fue el convertirse en una doble potencia: financiera y exportadora. Los dólares que recibía los empleaba en préstamos al exterior asociados a la venta de exportaciones. Japón es todavía el principal acreedor del mundo. Prestar a otros implicó crear escasez interna de dólares; sus habitantes compraban productos nacionales. Le sumó una política altamente proteccionista en rubros estratégicos; por ejemplo el alimentario. Su exportación de capitales mantuvo barata su moneda durante décadas y le dio la competitividad cambiaria necesaria para su expansión industrial. 

No obstante, después de décadas de crecimiento acelerado, a principios de los noventas sufrió un fuerte descalabro económico. Su política de tasas de interés muy bajas, que habían sustentado un ritmo acelerado de inversión productiva, trascendió a promover una fuerte demanda inmobiliaria y del consumo en general. Hasta que, agotados los límites de endeudamiento de los consumidores, se desinfló la burbuja y cayeron los precios de las viviendas y el nivel de consumo. 

A partir de entonces Japón entró en una etapa de lento crecimiento económico y de deflación. Es decir de lenta caída de los precios por falta de demanda. En 2010 le cedió a China el segundo sitio en la economía mundial. 

Pero regresemos al momento actual. Shinzo Abe llegó dispuesto a instrumentar una estrategia económica novedosa, bautizada como 'abeconomía', que sacude a su país, parece empezar a despertarlo de su prolongado letargo y es objeto de la mayor atención mundial. El la llama de “Las Tres Flechas” en la medida en que conjunta estrategias de política monetaria, fiscal y de crecimiento. Hay un proverbio japonés que señala que se puede romper con la fuerza de la mano varias flechas si se las toma una por una; pero no si van juntas. Es decir que se trata de una estrategia invencible. 

La primera flecha ha sido presionar al Banco Central del Japón crear mucho dinero y ponerlo en circulación de manera que se baja la tasa de interés a un rango incluso negativo. La abundancia de yenes debe estimular el consumo hasta conseguir una inflación de por lo menos dos por ciento. Esa es la meta. 

Otros efectos de esta creación de dinero es abaratar el yen abundante; es decir devaluarlo. La moneda japonesa ya se ha devaluado en más de un veinte por ciento lo que hace más barata su producción industrial y eso la hace más competitiva en el plano internacional e interno. Obviamente le conviene pero algunos temen que otros países hagan lo mismo y se desate una guerra económica de devaluaciones competitivas. 

La segunda flecha es elevar fuertemente el gasto gubernamental. El gobierno va a renovar su de por si buena infraestructura carretera, de transporte, de servicios públicos y todo lo que pueda. Y lo va a hacer endeudándose. La tercera flecha incluirá medidas de promoción de la inversión y el empleo. Aquí se ubica un exhorto a las empresas a elevar los salarios y bonos de sus trabajadores; lo que ya se plantean hacer. 

Dije que Japón es el principal prestamista del mundo. Ahora diré que su gobierno es el más endeudado del mundo; debe un 240 por ciento del producto interno bruto. Mucho más que cualquier país europeo en crisis, o que los Estados Unidos. Lo ayuda que la deuda sea básicamente interna y que la tasa de interés que paga es casi cero, o incluso negativa. 

Se trata ahora de reactivar el financiamiento como motor de la demanda. ¿Puede relanzarse el crecimiento con esa estrategia? Su Banco central está dispuesto a crear mucho dinero y prestarlo al gobierno. Eso mismo les da garantías a otros prestamistas. Los consumidores están reaccionando con un incremento de la confianza y de su gasto. Su gran aparato productivo se reactiva eficientemente. 

A pesar de su éxito inicial no me parece que tenga mucho futuro renovar la estrategia de prestar para crear demanda. El sector privado japonés está sentado sobre gigantescas riquezas financieras inútiles. No invierte porque ya hay exceso de capacidad instalada; y si las presta gana poco y hasta puede perder con los endeudados vulnerables (como en Europa). 

Me parece que para crecer de manera sostenida los súper ricos tendrán que compartir con su pueblo la riqueza que no usan. Es decir pagar mejores salarios e impuestos substanciales que reactiven permanentemente la demanda y la producción. 

Abeconomía japonesa