sábado. 20.04.2024
g7

Tres países europeos principales, tres escenarios políticos distintos, pero un patrón similar: inquietud social creciente, inestabilidad política crónica, debilidad del liderazgo y desafío abierto del nacional-populismo. En Gran Bretaña e Italia, el órdago identitario se ha resuelto en fracaso... momentáneo. En Alemania, el peligro no se ha desbordado, pero acecha. La derrota de las propuestas reaccionarias es sólo aparente. El riesgo sigue vivo.

KING BORIS SE ESTRELLA CONTRA LOS COMUNES

Gran Bretaña vive una semana parlamentaria tumultuosa más, debido a la desbocada gestión de un Brexit más incierto e imprevisible que nunca. Un golpe institucional del primer ministro para “cortar por lo sano” acaba en un embrollo que deja al gobierno sin mayoría. 

Boris King Johnson suspendió el Parlamento (desde la semana próxima) para impedir que se pudiera demorar de nuevo el Brexit. Desde su ascenso al liderazgo del partido conservador, se hacían todo tipo de cábalas sobre las verdaderas intenciones del extravagante premier. Los hechos y el perfil de los colaboradores escogidos indicarían que ha decidido apostar por un Brexit sin acuerdo, convencido de que los socios europeos no podían perder la cara ante sus bravatas y avenirse a modificar el acuerdo. Sin embargo, hay quien estima que estamos ante una demostración más de su afición por los precipicios políticos. Si lleva las cosas al límite, obliga sus adversarios a dar un paso atrás antes de despeñarse en el vacío (1).

Los conservadores están escindidos. Las bases se aferran a su retórica nacionalista antieuropea, aquejados del mismo virus populista que se extiende por doquier. En cambio, las élites atrincheradas en Westminster se alarman ante una política exhibicionista, radical y temeraria. Pero carecen de alternativa: se autoengañan con la ficción de un mejor acuerdo de retirada, que Theresa May fracasó en obtener y nadie ha tenido la lucidez de plantear. 

De momento, bastaba con que un puñado de asustados tories se rebelara para que a Johnson le saliera el tiro por la culata. Y así ocurrió. Una veintena de MPs (algunos de ellos ilustres)votó a favor una propuesta que pone el control de la agenda legislativa en manos del Parlamento (por defecto, la ostenta el gobierno). La respuesta de Bo Jo fue inmediata: los parlamentarios discrepantes fueron expulsados del grupo conservador. Previamente, otro diputado había acabado con la exigua mayoría gubernamental de un voto, al abandonar su escaño y sentarse en la bancada de los liberales: un gesto político teatral y efectivo. 

El jueves, a King Boris se le apareció el fantasma de Cromwell. La Cámara de los Comunes aprobó el proyecto de ley que impide la salida unilateral del Reino Unido de la Unión Europea sin acuerdo, que deben ratificar los Lores, quizás hoy mismo. Johnson respondió al contragolpe como había anunciado: con una moción de adelanto electoral (snap polls), retando al líder laborista, en tono patibulario, a verse en las urnas. Necesitaba el respaldo de los 2/3 de los diputados para disolver el Parlamento, pero la nueva mayoría opositora se opuso bajo un principio fundamental: lo prioritario es convertir en ley firme el rechazo a un Brexit sin acuerdo y lograr una nueva prórroga, luego ya se verá lo de las elecciones.

Boris Johnson pretendía que los comicios se celebraran a mitad de octubre y convertirlos en una apuesta a todo o nada. Un pulso entre el pueblo y las élites. El mensaje a los suyos es maniqueo: o los tories se presentan como el inequívoco partido del Brexit sin complejos ni cautelas o se arriesgan a una sangría de votos en beneficio de los ultras de Farage (Brexit Party), que alardean de ser los genuinos partidarios de la ruptura con Europa

El Trump británico (asesorado por Dominic Cummings, el arquitecto del Brexit y una suerte de Banon local) está llevando a los conservadores por una deriva que está desgarrando a los conservadores (2).

Queda por ver si al incombustible Bo Jo le queda munición, en forma de dimisión precipitada o, cabriola parlamentaria, de una moción de confianza diseñada para perderla. Por ambas vías se llegaría a una elecciones anticipadas que ahora se han abortado. La batalla no ha terminado. 

ITALIA: ROMA NO PAGA A TRAIDORES

En Italia, el mercurial viceprimer ministro Salvini abandonó en agosto a sus socios de gobierno, hundidos por las incongruencias entre su programa y la gestión efectiva. Su intención era forzar elecciones y hacerse con el poder sin cortapisas, alentada por unas encuestas unánimes. Pero se encontró con el inesperado coraje de un primer ministro -Giuseppe Conte- que hasta entonces había oficiado de pálido notario de una torpe y embarullada gestión. La ambición sin máscara del líder liguista desencadenó el instinto de conservación propio de la clase política italiana, la de siempre y la pretendidamente nueva. 

Lejos de su propósito inicial, la voladura unilateral de la coalición de gobierno ha favorecido una nueva alianza entre rivales en su día aparentemente irreconciliables (el Movimiento 5 estrellas y el Partido Democrático), unidos ahora por la necesidad más que por la coincidencia y solidarios en su debilidad. El causante de la crisis pasa de beneficiado a perjudicado, pero quizás sólo de momento.  

La mezcla de dos populismos de temperaturas opuestas (buenismo mano dura) ha resultado un desastre y ha dejado paso a otra coalición que puede muy bien definirse como de enemigos íntimos. El Movimiento 5 estrellas (con el aval de unas bases inesperadamente vigorizadas de nuevo) y el Partido Democrático afrontan un andadura compartida, con un gobierno repartido al 50% y algunos ministros de perfil conciliador. Pero no es un secreto que los nuevos socios carecen de un designio común. Apenas han empezado y ya se empeñan en marcar las diferencias (3).

Ojo con la Liga de Salvini: este fracaso veraniego puede convertirse en semilla de un futuro y contundente éxito, si la situación económica se complica, como algunos síntomas parecen indicar, y las negociaciones con Bruselas se estancan. Las palmarias contradicciones podrían atascar la nueva alianza. Las elecciones, ahora conjuradas, podrían resultar inevitables en seis meses o un año y saldarse con una victoria abrumadora de Il Capitano.

ALEMANIA: LOS BÁRBAROS LLAMAN A LA PUERTA

En Alemania, se asimila el empuje del nacional-populismo, tras sus buenos resultados en dos elecciones regionales orientales, aunque no hayan alcanzado la victoria, como llegó a temerse hace unas semanas, cuando se confirmó el parón económico.

Alternativa por Alemania (AfD) ha obtenido el 27,5% de los votos en Sajonia y el 23,5% en Brandeburgo, lo que la convierte en la segunda fuerza política en ambos länder orientales, como ya ocurre en la Alta Sajonia y Mecklemburgo-Pomerania (4). A finales de mes se celebran comicios en Turingia, el quinto länder del Este y todo indica que se confirmará esta tendencia. Se consolidad esta organización fundada hace unos años para rectificar el rumbo del país y dirigirlo a la derecha: menos inmigrantes, menos Europa y más Alemania, menos complejos sobre las responsabilidades históricas y más firmeza en las aspiraciones nacionales (5).

La CDU conserva el liderazgo en Sajonia y el SPD en Brandeburgo, pero necesitarán componer coaliciones amplias (al menos tres partidos) para mantener los gobiernos regionales. Ambos partidos aseguran a duras penas la grosse koalition que sostiene el gobierno federal, ante nubarrones cada vez más espesos de recesión económica y de crisis aguda de liderazgo. La puerta de Brandeburgo no es una fortaleza inexpugnable: una sensación de inquietud e inestabilidad se extiende por el país. El gran ancla de la estabilidad europea zozobra. Si la locomotora exportadora se gripa como consecuencia de las turbulencias de un comercio mundial sometido a los caprichos trumpianos y a las urgencias chinas, la presión nacional-populista puede rugir con más fuerza. Alemania “ya no es especial”, como dice la directora del Fondo Marshall en Berlín (6).

Alemania e Italia suman el 40% de la riqueza de la zona euro, así que poca broma con descuidar la importancia de lo que suceda en los próximos meses en ambos países. Pero lo que ahora agobia de manera más acuciante en Europa es el embrollo sin solución del otro lado del Canal de La Mancha. En el Reino Unido, el problema del liderazgo no es la timidez o la debilidad, sino una sensación de irresponsabilidad sin remedio.


NOTAS   

(1) “Brexit endgame”. AMANDA SLOAT. BROOKINGS INSTITUTION, 31 de agosto. 
(2) “How Britain’s staid Conservative Party became a radical insurgence”. THE ECONOMIST, 4 de septiembre.
(3) “En Italie, les anciens partis enemis s’allient pour un gouvernement ‘tout sauf Salvini’”. LE MONDE, 4 de septiembre. 
(4) “Allemagne: forte percée de l’extrême droite dans deux scrutins regionaux”. LE MONDE, 2 de septiembre.
(5) “Germany’s far-right freedom fighters”. PAUL HOCKENOS. FOREIGN POLICY, 29 de agosto; 
(6) “Germany isn’t special”.  SUDHA DAVID-WILP. FOREIGN POLICY, 31 de agosto

Europa: paso atrás de los incendiarios