sábado. 27.04.2024
Donald Trump

Las victorias de Biden en las presidenciales de Estados Unidos (en noviembre 2020) y Lula en Brasil (en noviembre 2022) han sido un freno importante al movimiento antidemocrático que está intentando dominar el panorama político mundial. Un movimiento que es, en realidad, una alianza reaccionaria entre el populismo ultra, el poder financiero aliado de la derecha más extrema y el integrismo fundamentalista religioso, y que está conformando una entente caracterizada por un autoritarismo que amenaza muy seriamente las democracias del planeta. El paso del capitalismo industrial al capitalismo financiero digital intenta abrirse paso en todo el mundo en forma de proyectos que niegan la democracia y que no dudan, cuando pierden las elecciones, en poner en cuestión el traspaso de poderes.

Para nosotros, además, el fenómeno se ve agravado por el auge de la digitalización, muy acelerado desde la pandemia, que también amenaza con deteriorar no sólo nuestra convivencia y las democracias, con la construcción de un muro infranqueable entre la administración y los administrados, y que también afecta de lleno al sistema de enseñanza, a la atención sanitaria; y que se caracteriza por la irrupción de avalanchas de datos que dan acceso a las preferencias de consumo de los usuarios. Desde esa perspectiva, es especialmente interesante la aportación realizada por Jonathan Haidt en Letras Libres, para quien no hay que olvidar la presencia cada vez mayor, como consecuencia de lo anterior, de bloques polarizados en la sociedad y un gran descrédito creciente de las instituciones.

Una alianza reaccionaria entre el populismo ultra, el poder financiero aliado de la derecha más extrema y el integrismo fundamentalista religioso

Tanto Putin y Xi Jinping, testimonios de unos regímenes totalitarios, como sus correligionarios occidentales, con Trump y Bolsonaro a la cabeza, desprecian los valores de la democracia y se encuentran cómodos en la utilización de las tecnologías de la nueva época. Todos ellos están en su salsa con el control de la droga digital: la omnipresencia de la cultura de los teléfonos móviles, verdaderos instrumentos del capitalismo de vigilancia y, como apunta Byung-Chul Han, auténticos confesionarios modernos. En todo caso, aunque los perfiles de los personajes están muy bien dibujados y son de sobra conocidos por todos y, a pesar de las reiteradas alertas, las posibilidades de reducir la expansión de sus áreas de influencia son muy limitadas. Paralelamente, nueva información y artículos recientes insisten a diario en su verdadera naturaleza y en los daños de sus gobiernos sobre la democracia.

En este contexto, se han celebrado las elecciones legislativas de mitad de mandato en Estados Unidos, en las que se eligió a los 435 miembros de la cámara de representantes (además de 36 gobernadores, un tercio de los senadores (35) y congresistas de los Estados). Las elecciones, que estaban planteadas como una reválida de las presidenciales, han resultado ser un jarro de agua fría para los intereses trumpistas, ya que sus candidatos más identificados y protegidos han sido claramente derrotados. La atención estaba puesta, además, en tres Estados, que parecían igualados, Pensilvania, Georgia y Nevada, y se decía que quien ganase allí tendría muchas posibilidades de controlar la cámara. Pues bien, en Pensilvania ha sido derrotado el candidato del trumpismo, Mehmet Oz y en Georgia podría ser necesaria una segunda vuelta para decidir el control del Senado.

Las elecciones, que estaban planteadas como una reválida de las presidenciales, han resultado ser un jarro de agua fría para los intereses trumpistas

Ante la posibilidad de que los resultados puedan ser un anticipo de lo que puede pasar en las presidenciales de 2024, si como es posible, Trump vuelve a presentarse como candidato a la Casa Blanca, hay que decir que la euforia ultra se ha desactivado. Si en estas elecciones de mitad de mandato los demócratas han sido capaces de aguantar en unos resultados aceptables y se mantienen a flote, es posible que puedan repetir el triunfo en las presidenciales. Pero si, por el contrario, el partido demócrata se hubiese desfondado o hubiese naufragado tendríamos anunciado ya el cambio político y la entronización de Trump como futuro presidente.

Naturalmente, todavía no se puede descartar ninguna hipótesis, porque el futuro va a depender también de otras causas, como la duración y el signo que tome la guerra de Ucrania. Además, veremos si la victoria de Ron DeSantis, gobernador republicano de Florida, le anima a disputar las primarias a Trump dentro de su propio partido.

Hay dos modelos antagónicos de entender el país. Una es la de la defensa de los valores democráticos y los derechos humanos y la otra es la del negacionismo de la ciencia, el cuestionamiento de la violencia de género y el autoritarismo

En coincidencia con estos procesos electorales, se ha producido la retirada de Jerson por parte de Rusia, que se presenta como la defensora de los valores tradicionales y de la religión ortodoxa frente a los derechos humanos y las libertades democráticas.

A modo de conclusión, ante la inquietud que genera en muchos sectores una posible comparecencia de Trump a las próximas elecciones presidenciales hay una última cuestión que nos interesa saber, y es si el proceso terminase en una victoria de Trump, habría un avance considerable de las posiciones que ponen en riesgo el futuro de las democracias en el mundo. La respuesta es sí. Que hay dos posiciones, que se mantienen desde hace unos años, que son claramente irreconciliables, que operan a escala mundial, y que en Estados Unidos se enfrentan con particular crudeza, porque son dos modelos antagónicos de entender el país. Una es la de la defensa de los valores democráticos y los derechos humanos y la otra es la del negacionismo de la ciencia, el cuestionamiento de la violencia de género y el autoritarismo.

Nuevo tropiezo del trumpismo