martes. 19.03.2024
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@jgonzalezok / La democracia corre peligro en Brasil. En esto coincide un amplio espectro, que va de historiadores a grupos sociales y partidarios. La llegada de Bolsonaro a la presidencia, el 1 de enero de 2019, ya presagiaba los peores augurios, con un gobierno lleno de militares y un discurso de extrema derecha del que hizo alarde; que defendió durante toda su vida política la dictadura militar (1964-1985); que pasó a criminalizar a la oposición y los medios independientes; y que predica que la gente se arme. La llegada de la pandemia está mostrando cómo algunos pilares de la democracia, como la división de poderes y el respeto a la Constitución, están siendo socavados por el gobierno de Jair Bolsonaro.

Diversas iniciativas están uniendo voluntades para enfrentar al gobierno de Bolsonaro. Seguidores de varios equipos de fútbol se manifestaron hace unos días en São Paulo para defender la democracia. Y varios manifiestos juntaron firmas en el mismo sentido. El pasado fin de semana, por ejemplo, se publicó la declaración Estamos Juntos, firmado por artistas, políticos, intelectuales, científicos, organizaciones empresariales y personas de diferentes sectores sociales, de derecha e izquierda, “en defensa de la vida, la libertad y la democracia”. En el manifiesto se exige a las autoridades y lideranzas políticas que ejerzan su papel ante la crisis sanitaria, política y económica que atraviesa el país. Se trata, según uno de sus promotores, el escritor y columnista Antonio Prata, de aglutinar a diferentes personalidades en defensa de las instituciones y contra un golpe a la democracia.

No es la única iniciativa. Se ha viralizado en las redes el hashtag #Somos70Porcento y se conoció otra declaración, que se tituló Basta!, firmada por profesionales del derecho. Pero la brecha y las heridas del pasado reciente impiden la adhesión del expresidente Lula, que ha dicho que no firma manifiestos con determinadas personas, mencionando expresamente a sus antecesores en el cargo, Michel Temer y Fernando Henrique Cardoso. También dijo que había leído los manifiestos y encontraba poca cosa de interés para la clase trabajadora.

Un editorial del influyente diario O Estado de São Paulo, publicado este 2 de junio, considera fundamental que, ante la amenaza real que supone el bolsonarismo, se puedan superar momentáneamente las diferencias políticas en favor de la preservación de la democracia: “Ante el desastre que enfrenta Brasil -la pandemia del covid-19 y un presidente incapaz de gobernar y poseído por devaneos liberticidas-, es preciso, como dice el manifiesto Estamos Juntos, que los líderes políticos dejan de lado proyectos individuales de poder en favor de un proyecto común de país”. 

Bolsonaro apoya públicamente manifestaciones golpistas y no duda en avanzar sobre el Congreso y el Supremo Tribunal Federal, para evitar las investigaciones que afectan a su familia

Pero Bolsonaro avanza en su agenda, mientras se convierte en el mandatario que peor está gestionando la crisis del coronavirus. Ajeno a la pandemia, apoya públicamente manifestaciones golpistas y no duda en avanzar sobre el Congreso y el Supremo Tribunal Federal (SPF), para evitar las investigaciones que afectan a su familia.

Uno de sus principales objetivos es el juez Celso de Mello, el miembro más antiguo del máximo tribunal de justicia del país. Poco antes de la reciente manifestación bolsonarista ante la sede del tribunal, el magistrado envió una comunicación a sus colegas en la que afirmaba: “Guardadas las debidas proporciones, el huevo de la serpiente, a semejanza de lo que ocurrió en la República de Weimar, parece estar cerca de eclosionar en Brasil”. Para el juez del Supremo, es preciso resistir la destrucción del orden democrático. Y señaló que la intervención militar “que pretenden los bolsonaristas y otras lideranzas autocráticas que desprecian la libertad y odian la democracia no significa otra cosa que la instalación en Brasil de una despreciable y abyecta dictadura militar”.

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El pasado fin de semana se pudo ver el desfile con antorchas en Brasilia, ante el Tribunal Supremo, como los peores grupos de la extrema derecha, desde el Ku Klux Klan a los fascismos clásicos de comienzos del siglo XX. Era un grupo conocido como 300 de Brasil, que mantiene un campamento en Brasilia con hombres armados. El propio Bolsonaro participó en una manifestación en la que había una pancarta que decía “Fuerzas Armadas, cierren el Congreso y el SPF ya”. El presidente sobrevoló en helicóptero la manifestación y después descendió y acompañó a los manifestantes subido a un caballo de la Policía Federal.

El Tribunal Supremo está investigando las fake news de grupos bolsonaristas, una máquina de desinformación que se montó en la campaña presidencial, que funciona en el propio Palacio de Planalto, sede del ejecutivo, y que está financiada desde el Estado, con el apoyo de un pequeño grupo de empresarios. El rencor de Bolsonaro con el máximo tribunal del país se acrecentó después de que el mismo liberase la difusión del vídeo del Consejo de Ministros del pasado 22 de marzo, en el que el ministro de Educación, Abraham Weintraub, aparecía diciendo que algunos miembros del tribunal deberían ir presos. También se vio al ministro de Medio Ambiente, Ricardo Salles, proponer que se aprovechase la atención centrada en la pandemia para cancelar la regulación de ciertas normas ambientales.

Aunque lo que más chocó de ese vídeo fue asistir al show del propio presidente, lleno de insultos, expresiones soeces y amenazas de destituir a quien fuera necesario para impedir que su familia siguiera siendo investigada. La divulgación de ese material se debió a la petición del ex ministro de Justicia, Sergio Moro, para confirmar sus acusaciones contra el presidente, de actuar políticamente sobre la Policía Federal.

La ofensiva de Bolsonaro va dirigida también contra los principales medios de comunicación del país. Los ataques han llegado a ser tan groseros, que la cadena Globo de televisión, la que cuenta con más audiencia del país, y el diario Folha de São Paulo, dejaron de cubrir la salida del presidente de su residencia, conocida como La Alborada, donde los periodistas suelen ser objeto de apremios por parte del pequeño grupo que siempre lo espera, y de insultos y desprecios por parte del mandatario. William Bonner, el principal presentador del Jornal Nacional -el telediario más visto de Brasil-, ha sido objeto también de amenazas en las redes.

A pesar de la gravedad de los hechos, no parece próxima la posibilidad de un impeachment o juicio político a Bolsonaro, si se atienden las declaraciones del presidente de la Cámara de Diputados, Rodrigo Maia. Consideró que no era el momento: “No podemos echar más leña al fuego. De la misma forma que considero que estas manifestaciones que atacan las instituciones democráticas son gravísimas, una decisión de impeachment precisa ser muy bien pensada, para que no provoquemos más conflictos y más crisis política en Brasil”. A pesar de que tiene ya más de 30 solicitudes de juicio político al presidente sobre su mesa, dijo que decidirá en el momento adecuado y que la prioridad en este momento “debe ser intentar unificar el país para tener más fuerza y mejores condiciones para enfrentar ese virus en todos sus aspectos”.

The Bolsonaro horror show