sábado. 27.04.2024
Alberto Fernández
Alberto Fernández

@jgonzalezok | En 1997, el periodista Miguel Bonasso publicó un libro sobre la breve presidencia de Héctor Cámpora (25 de mayo de 1973-13 de julio de 1973) que llamó como el titular de esta crónica, El presidente que no fue. Un fenomenal texto sobre los 49 días en que el peronismo revolucionario, que había conseguido el regreso de Perón después de 17 años de exilio, protagonizó lo que luego se conoció como “la primavera camporista”. A pesar de que Cámpora era el más leal de su sus hombres -de ahí su designación- el transcurso de los acontecimientos enfureció al viejo líder que, antes de su regreso definitivo del exilio madrileño le expresó su preocupación al periodista Armando Puente: “Estos aventureros marxistas están entrando en el gobierno, este es un gobierno de putos y aventureros”. De ahí que Perón forzó la renuncia de Cámpora para, nuevas elecciones mediante, ocupar él directamente la Casa Rosada. 

La también periodista Silvia Mercado le dio vuelta al concepto del libro de Bonasso y publicó hace unos meses El presidente que no quiso ser, centrado en la figura de Alberto Fernández, que el 10 de diciembre dejará la Casa Rosada después de cuatro años irrelevantes, donde estuvo bajo la sombra asfixiante de Cristina Kirchner, con la que mantuvo una desigual disputa. 

Alberto Fernández dejará la Casa Rosada después de cuatro años irrelevantes, donde estuvo bajo la sombra asfixiante de Cristina Kirchner

“¿Alberto Fernández no pudo, no supo o no quiso?”, se pregunta al comienza el libro de Mercado, que asegura que la gestión de gobierno del presidente es considerada, incluso por muchos peronistas, como el mayor fracaso de la Argentina desde que se recuperó la democracia en 1983. 

Silvia Mercado afirma que fue una de las primeras periodistas que se dio cuenta que Alberto Fernández tenía una vida desordenada: “Llegaba a la Casa Rosada al mediodía, nunca se presentaba a horario en sus actividades, estaba cada vez más gordo y los esfuerzos de su entorno para que adelgazara fracasaban en cada intento. También era evidente que le dedicaba demasiado tiempo a las redes sociales en las madrugadas (…) Su pareja y primera dama, Fabiola Yáñez, nunca encontró el lugar que -creía- se merecía. Y son infinitos los datos acerca de visitas nocturnas que recibió el presidente en algunos de los chalets de la residencia de Olivos, en muchos casos con información que buscó precisar la mismísima vicepresidenta”. 

En su discurso de asunción, el 10 de diciembre de 2020, Alberto Fernández se había mostrado a favor de cerrar la grieta; aseguró que “volvemos mejores”; y, sin dar mayores precisiones económicas, prometió que iban “a llenar la heladera (frigorífico) de los argentinos”. Promesas que no pudo cumplir y que el todavía presidente achaca a la pandemia, la guerra en Ucrania y la sequía. 

El pecado original de este gobierno está en la forma en la que Alberto Fernández llegó a la presidencia. Poco antes de que el dedo de Cristina Kirchner se posara sobre su figura, Alberto Fernández había dicho: “O Cristina es candidata o se va a su casa, pero lo que no podemos hacer es volver a recrear errores del pasado. Yo no tengo ganas de que el poder esté en Uruguay y Juncal (esquina de Buenos Aires donde residía la señora de Kirchner) y en la Casa Rosada haya un títere, al que ella le prestó los votos”. 

Alberto Fernández había estado peleado a muerte durante diez años con Cristina Kirchner, de la que había sido jefe de gabinete en su primer gobierno. Cuando lo eligió, la ex presidenta era consciente que su nivel de rechazo no le permitía ser la número 1 en la fórmula presidencial. Y necesitaba que alguien le resolviera su principal preocupación, librarla de las causas judiciales abiertas, la mayor parte por presunta corrupción. 

Aunque lo intentó de mil maneras, Alberto Fernández no consiguió cumplir el objetivo. Ya en mayo de 2020 trascendió que Cristina Kirchner le planteó en una reunión de tres horas: “Mirá, hace seis meses que estás en el poder, mis causas siguen abiertas, mis hijos tienen las cuentas inmovilizadas, yo sigo bajo el escarnio y no hay ningún macrista (por el ex presidente Mauricio Macri) pisando los tribunales”. 

El pecado original de este gobierno está en la forma en la que Alberto Fernández llegó a la presidencia

Pero la vicepresidenta, cuya función es ejercer la presidencia del Senado y sustituir al presidente cuando este viaja, también empezó a mostrar su disconformidad con la marcha general del gobierno. En octubre del 2020 empezó la ofensiva, publicando una carta en la que habló de “funcionarios que no funcionan”, en clara referencia a la ministra de Justicia, Marcela Losardo, y el portavoz Santiago Cafiero. Con simples alusiones como esta, Cristina Kirchner fue forzando la dimisión de distintos ministros. 

A mitad del período presidencial, la ruptura era clara, con el kirchnerismo -el sector del peronismo que responde a Cristina- boicoteando las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional. El conflicto se potenció con el resultado adverso para el gobierno en las elecciones legislativas de noviembre de 2021. En las primarias, poco más del 40 % fue para la oposición macrista de Juntos por el Cambio y poco más del 30 % para el oficialismo. El momento era complicado y se venía de escándalos que fueron minando el gobierno: en plena pandemia, vacunas solo para privilegiados del poder o la fiesta en la residencia presidencial de Olivos, mientras el resto de la población se sometía a un estricto confinamiento. 

Tres días después de estas elecciones primarias, cinco ministros y otros altos funcionarios del gobierno que respondían a Cristina Kirchner presentaron su dimisión, que al final no hicieron efectiva, en una muestra de presión contra el presidente. Y al día siguiente se filtró un audio de la diputada Fernanda Vallejo, tratando a Fernández de “ocupa”, “mequetrefe” y “payaso”: “Todos esperábamos que el enfermo de Alberto Fernández, que el ocupa de Alberto Fernández, el lunes a las 8 de la mañana estuviera haciendo una conferencia de prensa en un escritorio con todas las renuncias sobre la mesa. No lo hizo y no lo quiere hacer, quiere conservar a su núcleo de inútiles, que están ahí de prestado ocupando las oficinas de la Casa Rosada y no han hecho nada” La diputada cristinista aseguraba: “Nuestra gente no lo quiere, no lo quiere porque justamente no se subordinó a la política para la cual fue elegido (…) No tiene ningún mérito propio para estar sentado ahí”. Sostenía que el presidente tenía que allanarse a lo que dijera la vicepresidenta, “porque Cristina es la representación de la voz del pueblo argentino, por su boca habla el pueblo argentino”. Cristina Kirchner avaló a la diputada con su silencio. 

Cuando a Roque Sáenz Peña, presidente de la Argentina entre 1910 y 1914 le preguntaron a qué otra cosa podía aspirar un argentino que había alcanzado la presidencia, respondió: “A la reelección”. Fernández jugó con la idea de un segundo mandato, pero la realidad lo llevó finalmente a desistir y, a partir de ahí, su figura se hizo todavía más intrascendente. Cuando hizo el anuncio, en abril de este año, tenía solo un 18 % de imagen positiva. Héctor M. Guyot, en una columna del diario La Nación, escribió: “Sin proyecto, sin políticas, sin gestión, sin gobierno, hoy el presidente es solo una presencia fantasmal en actos oficiales donde se aferra a su discurso, única herramienta que maneja”. 

“Sin proyecto, sin políticas, sin gestión, sin gobierno, hoy el presidente es solo una presencia fantasmal”

Hace unos días, Alberto Fernández le dio una entrevista al diario uruguayo El Observador, donde se justificaba: “Me decían títere y resulta que el títere es el único que termina enfrentado a Cristina”. Ante declaraciones de su vice de que no había sido escuchada, respondió: “Fue escuchada, fue leída, pues mandaba cartas y hacía declaraciones. Y además la escuchaba en privado. Lo que es verdad es que no la obedecía en todo lo que ella hubiera querido que la obedezca, pero no era mi misión obedecerla y ella lo supo desde el primer día, yo no estaba allí para obedecer. Cerró la entrevista así: “La verdad, me faltó un poco más de suerte, porque el mundo se complotó en mi tiempo”. 

El futuro de Alberto Fernández está alejado de la política. A pesar de que formalmente es el presidente del Partido Justicialista -nombre oficial del peronismo-, nunca tuvo ninguna incidencia en el mismo. Asegura tener ofertas de varias universidades españolas para dar clases, con lo que viviría en Madrid, como Isabelita Perón. Informaciones no confirmadas aseguran que ya se compró una casa en la capital española. La única relación conocida del todavía presidente con una institución docente española es con la Universidad Camilo José Cela, donde dio alguna charla. En Argentina dio clases en la UBA, Universidad de Buenos Aires, en la asignatura de Teoría General del Delito como profesor adjunto interino. Es decir, no es profesor titular al no haber ganado el concurso u oposición correspondiente. 

Alberto Fernández, el presidente que no fue