@carlesmanera | El Financial Times salió al rescate del pensamiento más conservador al cuestionar de manera muy dura algunos de los cálculos y de las fuentes del libro de Thomas Piketty sobre el capital del siglo XXI. La crítica se incardina en una línea de trabajo que persigue fisurar los cimientos de un estudio histórico sobre la desigualdad. Las investigaciones sobre este tema tienen ya muestras rigurosas en el campo de la economía, siempre con referentes ineludibles en décadas anteriores, con las aportaciones de Simon Kuznets y Amartya Sen como grandes señuelos.
Pero las consecuencias de las políticas de austeridad están destapando la cruda cara de ese recetario económico: el incremento en la disparidad de la renta, las caídas salariales y los recortes en los servicios básicos de sanidad, educación y prestación social. La sensación bien tangible de que la falsa recuperación económica, elogiada por elmainstream de la derecha, pasa una extrema factura a los colectivos más vulnerables de la sociedad, con la inclusión de una clase media cada vez más paupérrima –y con menor capacidad de consumo–, ha supuesto que el lenguaje de la desigualdad se haya instalado en el discurso político. Hasta la extrema derecha ha recuperado la jerga –difusión de servicios públicos, seguridad social y de pensiones– que había arrinconado, pero que tenía marcada en sus postulados originales, a comienzos del siglo XX.
La demostración empírica culminada por Piketty, con profundidad histórica de más de doscientos años, un análisis profundo de Historia Económica, ha inferido un toque de atención a los think tank conservadores, que ahora van a remolque de las tesis defendida por el economista galo. La contribución de Piketty no es, sin embargo, totalmente nueva. Lo es, eso sí, en su exhaustiva cuantificación, que supera con creces la de Kuznets de los años 1970. Pero no debemos olvidar, por ejemplo, las grandes reflexiones de Sen –y otros economistas hindúes–, centradas en los vínculos existentes entre democracia, justicia y supresión de la desigualdad. O las más recientes obras de Branko Milanovic, del Banco Mundial, que establece la estrecha ligazón entre desigualdad y lugar de nacimiento. Se midan como se midan, los indicadores disponibles que enlazan evolución de los beneficios, tasas de crecimiento económico y distribución geográfica de la renta, la conclusión a la que se llega es evidente: la desigualdad se redujo entre 1950 y 1980 y ha rebrotado de manera intensa a partir de los años 1980. En otras palabras: desde la Regulación Keynesiana a la Regulación Neoliberal, hecho que supone un corolario cada vez más claro: la concentración de la riqueza en muy pocas manos, la penuria de los asalariados y el castigo a las capas medias de la sociedad, tal y como señalan trabajos recientes de Rolando Astarita, José A. Tapia y Awas Shaikh. Esto es lo que ha encendido las luces de alarma y ha llamado más la atención de los economistas americanos. Las conclusiones son meridianas:
- La participación de los asalariados en la generación de renta se está reduciendo de forma notable desde 1980, y se ha acrecentado con la aplicación de las políticas de austeridad.
- La aportación de los beneficios del capital en esa creación de renta va aumentando, lo que no está reñido con pérdidas notorias en la productividad del capital: se trata de buscar, pues, nuevos nichos de inversión.
- La capacidad de consumo se resiente por el aumento del paro, la contratación precaria y el desplome del capital público en servicios sociales básicos. La demanda agregada se desmorona y el riesgo de deflación aparece sin tapujos.
- El aumento de la desigualdad social y económica constituye el desenlace del proceso, aquilatado por unas políticas deliberadas que hunden la capacidad de recuperación de las rentas bajas y medias, todo para incrementar este mantra de la competitividad a fuerza de reducir costes laborales unitarios.
Piketty ha tenido la virtud de colocar este tema en el centro de un debate que estaba amordazado por las discusiones sobre el déficit, la deuda y los equilibrios presupuestarios. No es sorprendente que palestras como la del Financial Times busque entresijos para cuestionar un trabajo que va a determinar debate, reflexión y nuevas vías a la investigación económica y social.
Carles Manera | Catedrático de Historia Económica de la Universitat Illes Balears y miembro de Economistas Frente a la Crisis