sábado. 27.04.2024

El euro se encuentra necesitado de tratamiento urgente en la unidad de cuidados intensivos. Tras estos cuidados puede salir sano, o con secuelas de no ser el que fue, o bien morir. La crisis económica ha puesto al descubierto todas las debilidades del euro, que algunos habíamos ya manifestado cuando se estaba gestando, y sobre todo cuando se creó. Recuerdo muy bien la euforia que se desató con su puesta en marcha, como si aquel proceso nos fuera a traer a los europeos un mayor bienestar y una mejora de la productividad que hiciera a nuestras mercancías competir con éxito en el mercado mundial. Frente a aquella propaganda tan apologética, lanzada por los poderes políticos, económicos, y medios de comunicación, yo me mantenía con cierto escepticismo.

No es que estuviera en contra de crear una moneda única, lo cual me parecía necesario para avanzar en el proceso de integración europeo, sino que difería en el fondo de cómo se ponía en marcha la unión monetaria, sin ningún respaldo de un poder político de la Unión Europea (UE), dejando toda la gestión y su defensa en manos del Banco Central Europeo (BCE). La idea principal que se manejaba era la necesidad de dar autonomía al BCE para que este actuara en función de criterios económicos y no estuviera sometido a los intereses y deseos de los políticos. Se le encomendaba al BCE el control de la inflación como un objetivo primordial.

Se mantenía el principio de que este BCE tenía que fundarse y regirse sobre las bases de lo que había sido el Banco Central alemán (Bundesbank), que se ponía como ejemplo de autonomía frente al poder político. Sin embargo, como ha señalado con acierto John Eatwell en “La política económica en la Unión Europea”, (Una nueva política social y económica para Europa, Editorial Sistema, 1997): “El Bundesbank tiene, por constitución, el deber de apoyar la “política económica general” del Gobierno Federal. Y, por supuesto, el Bundesbank se encuentra con un Canciller Federal y un Ministro de Economía que gozan de la legitimidad de haber sido elegidos. La historia reciente de la política económica alemana, en particular la historia de su reunificación, confirma la autoridad del gobierno federal en relación con el Bundesbank”.

Ahora bien, como sigue diciendo el propio Eatwell: “Mientras la constitución del BCE requiere igualmente que el Banco apoye la política económica general de la Unión Europea, no hay autoridad política comparable que formule, realice, o incluso, coordine la política económica a escala de la Unión. Ciertamente, no hay institución alguna con legitimidad electoral que pueda proporcionar un equivalente fiscal y político del BCE”. Este es indudable el principal punto débil de la moneda única, y que es un síntoma de una UE que no ha sido capaz de dotarse de instituciones políticas sólidas para avanzar en una integración que no sea solamente un mercado, una moneda, sino también política y social.

Esta debilidad de las instituciones políticas, y que en consecuencia provoca el hecho de que no existe una política fiscal europea, fue objeto de una conferencia que impartí en el Club Siglo XXI, en noviembre de 2003, y que se encuentra publicada por esta institución. Allí mantenía la necesidad de avanzar en una política fiscal europea, si se quería tener una UE en donde el progreso en la unificación de los mercados fuera compensado con políticas fiscales, que, por un lado, igualasen las condiciones de pagar tributos entre los ciudadanos pertenecientes a la Unión, y por otro, a través del gasto, se realizaran políticas que impulsaran la igualdad de derechos y oportunidades, y mecanismos de transferencias de rentas de las regiones más ricas a las más pobres. Sin una política fiscal europea no se pueden corregir las grandes diferencias en la desigualdad que se da entre países y regiones de la UE. Otro de los grandes inconvenientes a los que se enfrenta la moneda única, un espacio económico muy desigual y sin mecanismos compensatorios más allá de la insuficiencia de los fondos estructurales.

Nada de esto se ha hecho en estos años, y lo que sucede ahora es el resultado de la forma en cómo se está edificando esta UE, a favor de los grandes intereses económicos y financieros de las multinacionales y grandes bancos, y de espaldas a los derechos de ciudadanía, rompiendo la historia reciente de lo que se ha dado en denominar espacio social europeo.

En el proceso de gestación del euro ya se había establecido el Pacto de Estabilidad, con unos indicadores macroeconómicos que había necesariamente que cumplir por parte de los países que deseaban estar en la primera fase de entrada en vigor del euro. Las políticas de austeridad se pusieron en marcha en aquellos años previos y con ello se estaba generando un crecimiento menor en los países de la eurozona frente a otras áreas de la economía mundial. Estas políticas que eran básicamente de rigor presupuestario tuvieron sus costes que se manifestaron entonces y que se han reflejado con posterioridad.

El Pacto de Estabilidad condicionó las políticas fiscales a las políticas monetarias. Un elemento de discrepancia fue, por tanto, por mi parte como el de otros analistas, el camino, que a nuestro modo de ver, se había seguido para lograr la moneda única. Un camino claramente inadecuado para conseguir una UE fuerte económicamente, pero a su vez capaz de mantener la cohesión social, que se había logrado en el periodo posterior a la segunda guerra mundial, aunque con diferencias notables entre países. El rigor presupuestario introducido fue el comienzo del debilitamiento del estado de bienestar que tenían la mayoría de los países de la UE.

La hegemonía de las políticas monetarias sobre otras actuaciones de política económica no es sino el reflejo de lo que estaba pasando en la economía mundial desde los años ochenta del siglo XX hasta nuestros días: El auge de las finanzas y su predominio sobre la economía real. La UE está respondiendo a esta ortodoxia económica que se estableció en el decenio de los ochenta del siglo pasado y que aún sobrevive, a pesar de la crisis. Ahora se pagan los errores cometidos en años recientes y los vicios de origen que están en la creación del euro y del BCE. Los sabios creadores del euro no habían previsto que sucedería con la posibilidad de que se diera una crisis económica. En cualquier otra profesión esto hubiera requerido responsabilidades, pero en economía no. Los mismos que hicieron lo que hicieron son los que ahora nos dicen lo que hay que hacer. Así desde luego el euro no sale de la UCI, y la economía real no se recupera.

El euro en la UCI