La crisis económica ha impactado de forma negativa en la recaudación de todos los impuestos, aunque se ha dejado sentir en unos más que otros. Concretamente, el Impuesto de Sociedades fue el que se llevó la peor parte, con un desplome del 70% entre 2007 y 2010.
Si bien esta caída es ya de por sí espectacular, lo es más si tenemos en cuenta que el mayor frenazo de la economía española durante la crisis actual fue en 2009 cuando se produjo una caída del PIB del 3,6%. ¿Cómo es posible que los impuestos que las empresas pagan a Hacienda se desplomen a un ritmo veinte veces superior que el de la economía en general?
Si se analizan los datos que facilita la Agencia Tributaria se llega a una conclusión interesante por llamativa: son precisamente las empresas con mayores ingresos declarados las que menos aportan al fisco. Así, mientras un empresa con menos de 60.000 euros de ingresos anuales paga un tipo medio efectivo por encima del 22%, las que facturan más de 180 millones no llegan ni al 20% y las de más de 1000 millones, por debajo del 17%
La explicación de esta gran paradoja está en que las grandes corporaciones pueden acceder a servicios de asesoría fiscal muy especializados para informarse de las vías con las que reducir al máximo su factura a Hacienda, ya sea haciendo uso de las numerosas ventajas que las leyes les permiten o bordeando e incluso, en demasiadas ocasiones, superando los límites fijados por ellas.
Ante esta situación, los Técnicos del Ministerio de Hacienda venimos defendiendo, además de un mayor control de las grandes empresas por parte de la Agencia Tributaria, un nuevo tipo impositivo del 35% aplicable a bases imponibles a partir del millón de euros de beneficios. Es decir, el tipo nominal sería del 30% vigente para los beneficios hasta un millón de euros y del 35% del resto de los beneficios a partir del millón. Sin duda, la proporción nos parece mucho más justa y equilibrada.
Contesta Carlos Cruzado,
Presidente de los Técnicos del Ministerio de Hacienda (GESTHA)