domingo. 28.04.2024
ENTREVISTA A IGNACIO FERNÁNDEZ TOXO

"La huelga general pretende que el Gobierno rectifique: una ley se cambia con otra ley"

El secretario general de CCOO no se conforma con la disposición del presidente del Gobierno -expresada tres días antes de la huelga general- a sentarse a negociar la reforma de las pensiones. El mensaje de que la reforma laboral no tiene marcha atrás busca, a su juicio, que cunda el desánimo entre los potenciales huelguistas. Cree firmemente que en la izquierda hay alternativas, pero apunta que "hay momentos también en que las alternativas tienen que ser de carácter personal".
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NUEVATRIBUNA.ES 27.09.2010

PILAR GASSENT: En vísperas de la huelga general, ¿qué previsiones baraja CCOO? Hay encuestas que dicen que la gente quizá no esté muy dispuesta a secundar la convocatoria a pesar de entender los motivos por los que se lanzó en su día...

IGNACIO FERNÁNDEZ TOXO: Creo que, sobre todo a lo largo del mes de septiembre, se ha ido produciendo un acercamiento entre aquellas opiniones de rechazo a la reforma laboral y a la dinámica de las reformas que ha iniciado el Gobierno desde el giro del mes de mayo y la disposición a participar en la huelga, venciendo muchas resistencias, la resignación, el desánimo, el decir no va a servir para nada, total ya está aprobada, o el miedo directamente a la calidad del empleo porque la gente tiene necesidades y el salario es muy importante.

Estoy convencido de que a estas alturas y a dos días de la huelga el nivel de participación va asegurándose y que va a ser masivo y mayoritario. Pero en todo caso, el éxito de la huelga, siendo el número de participantes muy importante, es instrumental, para conseguir que el éxito se produzca en la rectificación de las políticas que nos han llevado a la necesidad de poner en marcha la convocatoria tanto en lo que tiene que ver con la reforma laboral (una ley se cambia con otra, ellos dicen que ya está aprobada pero lo mismo que se ha aprobado una ley se puede modificar con otra ley), como en relación con el debate de los Presupuestos Generales del Estado que ahora están en el Parlamento y que son capitales para ver cómo evoluciona el país en el futuro próximo y en relación con la prevención alrededor de nuevas reformas como la anunciada de las pensiones y particularmente del retraso obligatorio de la jubilación.

P.G.: Zapatero ha hecho un guiño clarísimo a los sindicatos pero que se entiende limitado a la negociación pendiente de las pensiones, no a una posible rectificación de la reforma laboral.

I.F.T.: Sí, se inserta en la lógica en la que ha venido actuando el presidente del Gobierno desde que hemos hecho el anuncio y la convocatoria de la huelga general: reconocimiento al papel de los sindicatos pero disposición a mantener invariable la política de reformas que ha iniciado. Por lo tanto, un mensaje de desánimo a los potenciales huelguistas y a la gente que está llamada a participar en las manifestaciones de calle y bueno pues, anuncio la recuperación como si no hubiera pasado nada del diálogo social alrededor de las pensiones. Además se permite el lujo de decir a ver si planteáis propuestas, como si en materia de pensiones los sindicatos no hubiéramos dado ya muestras más que suficientes de plantear alternativas que van mucho más allá de ese enfoque reduccionista de que las cosas sólo se pueden hacer en materia de pensiones también ajustando el gasto.

P.G.: Si no hay rectificación de la reforma laboral con una nueva ley, ¿qué se hará a partir del 30-S? ¿Cuáles serían los pasos a dar a partir del dá después?

I.F.T.: Convencido como estoy del éxito de la huelga, espero que al Gobierno le quede la suficiente sensibilidad todavía como para atender a la llamada de la ciudadanía, al rechazo de que se hará -espero patente- a las políticas que están desarrollando. Si esto no es así…, las huelgas siempre han terminado produciendo efectos y estoy convencido de que esta no va a ser la única que no lo haga. Así que el riesgo es doble. El riesgo es de incremento de la crispación social y la conflictividad social en el país (a mi no me gustaría que nos instalásemos en una dinámica ‘a la griega’, creo que España tiene potencialidades y debe darse la oportunidad de salir de al crisis de otra manera, pero para eso se exige el cambio de las políticas); y luego, por otra parte, un divorcio fuerte entre el Gobierno y la ciudadanía que no dejará de tener efectos políticos. Alguien nos achacará que estamos trayendo la derecha al Gobierno, pero les diré una cosa bien sencilla: el otro día en Vistalegre había un clamor de gente –probablemente no todos- pidiendo la dimisión del presidente del Gobierno pero ni una sola voz reclamando que Rajoy fuese presidente. La huelga está convocado no para derribar el Gobierno sino para cambiar las políticas del Gobierno pero el Gobierno que puede estar suicidándose si persiste en el error.

P.G.: Sobre lo que usted acaba de decir sobre que ‘nadie pide que sea Rajoy el presidente’...puede que no lo pretendan pero el 20-J fue la puntilla del Gobierno de José María Aznar en su momento. ¿Puede ser el 29-S la puntilla de José Luis Rodríguez Zapatero? No digo del PSOE en el poder, sino de Zapatero.

I.F.T.: Pero José María Aznar siguió gobernando a partir del 20 de junio. Es cierto que tuvo que cambiar gran parte de su gobierno incluido el ministro de Trabajo. Ahora el ministro de Trabajo (Celestino Corbacho) ya anticipó su decisión de dimitir. Las cosas no siempre se tienen que producir de la misma manera pero para aquellos que insisten en esa idea de que al final lo que hará la huelga es propiciar la llegada de la derecha… es que en la izquierda hay alternativas, las hay en materia de política económica, de política social, de política laboral, las tiene que haber personales también, hay momentos también en que las alternativas tienen que ser de carácter personal.

No es este el objetivo de la huelga. Creo que la izquierda tiene que reaccionar porque lo más lamentable de esta situación que se ha generado es que el Gobierno español, que venía sosteniendo un discurso hasta aquella reunión de mayo del Ecofin, de forma crítica y sin plantear propuestas alternativas asume las que vienen derivadas de la aceptación por los gobiernos europeos del chantaje de los mercados financieros y encima en España se extreman sus efectos. No hay ningún país de Europa que además de ajuste económico esté haciendo una reforma laboral. Sólo en Francia se está planteando el retraso de las pensiones, de la jubilación de 60 a 62, no de 65 a 67 años, pero curiosamente con el voto en contra en las Cámaras del Partido Socialista. La izquierda tiene que contraponer un discurso alternativo al pensamiento único revisionista que dictan los mercados que viene a decirnos que sólo hay una manera y siempre en beneficio de los mismos de salir de la crisis.

P.G.: Y, si no es el presidente quien se presta al relevo, ¿quién tiene que cambiar en el Gobierno para que eso sea posible, para que se produzca esa rectificación?

I.F.T.: Afortunadamente a mi no me toca definirlo. Son los partidos los que han de pilotar este cambio, ellos han de considerar primero si hay que hacerlo -yo creo que sí, que es imprescindible-; y segundo, si las personas que hoy están al frente del Gobierno están capacitadas para pilotar otras políticas. Si no, que busquen alternativas.

P.G.: ¿Qué cara se le quedó a usted cuando vio el otro día la foto de Zapatero con los ‘tiburones’ de Wall Street explicándoles las medidas que ha aplicado en el marcado laboral español?

I.F.T.: Sinceramente, me parece lamentable. Creo que esa imagen se la podía haber ahorrado porque además para los efectos que luego tuvo enviar un mensaje de sumisión como si fuera a pasar la reválida de quienes están en el origen de la crisis, que entraron en pánico cuando la crisis se hizo tan visible que han visto cómo los gobiernos renunciaban a dar cauce a aquellas grandes resoluciones de apariencia transformadora que se tomaron en la cumbre del G-20 en Londres, en lugar de dar cuentas a la sociedad española. No es muy edificante esa imagen para la democracia porque indica que su calidad se está resistiendo y que son fuerzas extrañas al voto de la ciudadanía las que imponen sus dictados.

P.G.: ¿No es curioso que la derecha, a la que podría interesar esta situación de confrontación de los sindicatos con el Gobierno, sin embargo esté embarcada en una feroz campaña antisindical?

I.F.T.: Hay varias formas de expresión de la derecha. Una es más comedida, la que resulta de las actuaciones de la dirección nacional del PP, por ejemplo. Pero en el campo de la política hay otras más estridentes. A lo mejor, la propia situación de algunas comunidades autónomas como pudiera ser el caso de Madrid (en la que aparte de mantener desde hace tiempo una tensión fuerte porque entienden que el sindicalismo es la última resistencia a toda una dinámica de privatización de lo público, etc., etc.) puedan ver en la huelga lo que pudiera ser una derrota del movimiento sindical -que por otra parte no se va a producir- y la oportunidad para tener el campo ya abierto para el futuro. A lo mejor a eso obedece el que no se hayan podido acordar los servicios mínimos en Madrid.

Luego está una derecha ultra, mediática que, aparte de la aversión que pueda tener ideológica a todo lo que pueda representar el movimiento sindical, pues tal vez ha llegado a la conclusión de que la última barrera que se interpone entre una forma de entender la organización de la sociedad donde prima el negocio y el individualismo rampante es el movimiento sindical, cuando han visto que los gobiernos se atienen a las presiones de los mercados financieros. Tal vez hayan visto en la huelga general por las razones que antes comentaba la oportunidad de que lo que consideran inevitable, el cambio de ciclo político, que venga además acompañado de un debilitamiento de todo lo que supone capacidad organizativa desde la izquierda. Los sindicatos son la pieza a abatir para allanar completamente el camino.

P.G.: ¿Qué va a ocurrir el 29-S en Madrid? ¿Se van a respetar los servicios mínimos?

I.F.T.: No me corresponde a mi esto. Venimos de una experiencia en la huelga de Metro no muy edificante por la actitud del Gobierno de la Comunidad de Madrid. Nosotros somos los menos interesados en que la imagen de la huelga se pueda ver desvirtuada por incidentes aislados provocados por la intolerancia y la forma que tiene la Comunidad de Madrid de enfrentarse al hecho de la huelga, que no es más que el ejercicio de un derecho democrático en nuestro país y también en la Comunidad de Madrid. Espero que el día 29 en Madrid, como en el resto de las ciudades -porque no tenemos como objetivo parar Madrid aunque alguien piensa que es el perejil de todas las salsas. No, no, no, que dejen de mirarse al ombligo-, queremos parar todas las ciudades de España pero hacerlo con los instrumentos que el sistema democrático pone a nuestro alcance y que el día 29 sea una gran marea democrática de expresión de rechazo a una forma de entender la organización social, la economía, los derechos laborales y los derechos sociales.

P.G.: ¿Sería conveniente que se impulsara una ley de huelga, no como la que quiere el PP pero sí que regulara todo lo que rodea a los servicios mínimos y que evitara que cada vez que haya una convocatoria de este tipo se produzcan los mismos problemas y las mismas discusiones?

I.F.T.: Sí. No obstante creo que hay que diferenciar dos cosas. Una cosa es la ley de huelga: la huelga tiene un anclaje constitucional y está perfectamente regulada. ¿Qué nos falta por regular? Pues todo lo que son los servicios mínimos y los servicios esenciales a la comunidad en situaciones de huelga. Estuvimos a punto de lograr un acuerdo y hay quien dice que se disolvieron las Cámaras y se anticiparon las elecciones porque el Parlamento iba a aprobar lo que se dio en llamar en el año 1993 la ‘ley de huelga’ que estaba perfectamente consensuada. Se perdió aquella oportunidad y después se han perdido sucesivas oportunidades de regular en frío los servicios esenciales. Creo que a estas alturas del desarrollo democrático de este país ya no podemos enfrentarnos cada vez que hay una situación de convocatoria de huelga al espectáculo de desacuerdos y decretos que luego los tribunales vienen a invalidar, pero ya cuando han pasado dos años y por lo tanto sin efectos. Vamos a ver si salimos de esta con la lección aprendida. En Cataluña, que había una base acordada desde hace casi un par de años, no han tenido más que discutir durante 24 horas y ponerse de acuerdo alrededor de los servicios mínimos. Me parece importante el paso que se ha dado a nivel general con el acuerdo con el Ministerio de Fomento y en muchas comunidades autónomas. Me parece además muy importante que haya sido en comunidades gobernadas por el PSOE y por el PP donde se ha llegado a acuerdos, así como lamento que en comunidades gobernadas por el PSOE y en otras gobernadas por el PP no hayan sido posibles.

P.G.: Y la obsesión de Aguirre con los liberados sindicales, ¿a qué la atribuye? Sé que es circunscribir mucho el tema a Madrid pero no deja de ser una bronca a la que además ella recurre cíclicamente desde hace tiempo.

I.F.T.: Viene desde hace tres años, lo que coincide con la oposición de los sindicatos a la línea privatizadora en la educación, en la sanidad… Parece que la acción sindical es un estorbo y, por lo tanto, ya que no convence se trata de vencer. Creo que el último brote tiene que ver con varias cosas: con cosas que están en los genes de una parte de la derecha española en relación con la función de las organizaciones sindicales. Y tiene que ver en mi opinión con la pérdida de centralidad mediática del Gobierno de la Comunidad de Madrid y de su presidenta en particular como consecuencia de las primarias del Partido Socialista, de esto no me cabe ninguna duda. Han visto en el ataque a los derechos sindicales la pieza que les permitía recuperar esa centralidad perdida. A lo mejor, más allá de esto, pues alguien espera conseguir que el día 29 de septiembre en Madrid se escenifique un gran conflicto como consecuencia de los problemas de impedimentos al ejercicio al derecho de huelga que se vuelva a su vez más contra el Gobierno de la nación. No lo sé, no lo sé.

P.G.: Vamos que el PP no es el ‘partido de los trabajadores’ como les ha dado por decir...

I.F.T.: Por esencia, los partidos no son interclasistas y hay unos que defienden intereses más situados en el ámbito liberal y conservador, que es donde encaja perfectamente el PP. Luego hay otros que se mueven más en el espectro de la izquierda. Nosotros hace mucho tiempo que hemos dejado de mirar el color del gobierno. La gente en el sindicato tiene la ideología que quiera tener. El sindicato se mueve en el espectro de la izquierda pero somos independientes, elaboramos nuestro discurso y nuestras alternativas al margen del color de los gobiernos y este caso no es distinto a otros. Nosotros hemos tenido un comportamiento exquisito con el PP como lo hemos tenido con el PSOE y nos hemos enfrentado como lo estamos haciendo ahora con el Gobierno socialista cuando ha orientado sus políticas en la dirección -como hizo también José María Aznar en 2002- contraria a los intereses de la mayoría social y de los trabajadores en particular.

"La huelga general pretende que el Gobierno rectifique: una ley se cambia con otra ley"