viernes. 26.04.2024
 

La obediencia debida u obediencia jerárquica, es un comportamiento en el cual una persona o un grupo de personas tiene la obligación jurídica de obedecer a un superior. Existe obediencia debida en las relaciones laborales, en la cadena de mandos de la jerarquía militar y en general en organizaciones de tipo jerárquico.

Según el Diccionario Panhispánico Jurídico obediencia debida es la expresión que se utiliza para expresar la obediencia que un funcionario presta a su superior jerárquico y que, en ciertas circunstancias, exime al funcionario subordinado de responsabilidad penal en los hechos ilícitos o delitos que pudieran cometerse al obedecer debidamente una orden.

En un supuesto particular del cumplimiento del deber recogido en el artículo 20, 7º, el código penal y mayoritariamente, en la obediencia funcionarial, de deber en el ejercicio del cargo, contemplado así mismo en ese precepto, solo que se trata de un deber que impone ciertamente la ley, pero a través de un intermediario, la orden o el mandato vinculante  que importa una autoridad o un superior, y por ello el actual código penal de 1995, considera innecesario mencionar expresamente la obediencia debida en el catálogo de eximentes, como hacía todos los códigos penales españoles anteriores.

Así, en derecho penal es una causa eximente de responsabilidad por delitos cometidos en el cumplimiento de una orden impartida por un superior jerárquico; el subordinado, autor material de los hechos, se beneficia de esta eximente, quedando subsistente la sanción penal en su superior. En muchos casos las leyes penales han establecido que la obediencia debida no exime de responsabilidad penal cuando el autor material sabía que estaba cometiendo un delito o su ilicitud era manifiesta, como sucede en materia de violaciones de derechos humanos.​ La obediencia debida, como eximente de responsabilidad penal, no debe ser confundida con la causal de justificación llamada “cumplimiento del deber”, donde el mandato no proviene de una autoridad superior, sino de la ley misma.

Stanley Milgram realizó una seria de investigaciones para estudiar del comportamiento de los sujetos a las órdenes de las figuras de autoridad. Una figura de autoridad pedía a un profesor voluntario que administrase choques eléctricos a alumnos por cada mala respuesta. Cuando realizaban el choque eléctrico, los profesores podían oír los gritos de dolor (fingidos) de los alumnos. Sin embargo, los profesores no paraban porque las figuras de autoridad así se lo ordenaban. Demostró la influencia que tienen las figuras de autoridad en nuestro comportamiento, aunque nos pidan cosas que van en contra de nuestros valores y moralidad.

Mientras que la investigación de Milgram planteaba serias cuestiones éticas sobre el uso de sujetos humanos en experimentos de psicología, sus resultados también se han replicado consistentemente en otros experimentos. Según Milgram, hay una serie de factores situacionales que pueden explicar estos altos niveles de obediencia: La presencia física de una figura de autoridad aumentó dramáticamente el cumplimiento de las órdenes; el hecho de que el estudio fue patrocinado por Yale (una institución de primera línea académica) llevó a muchos participantes a creer que el experimento debía ser seguro; la selección de las categorías de profesor y alumno parecían aleatorias; los participantes asumieron que el experimentador era competente y experto; los choques se describieron como dolorosos, pero no como  peligrosos.

Más tarde otros experimentos llevados a cabo por Milgram indicaron que la presencia de compañeros rebeldes reduce drásticamente los niveles de obediencia. Cuando otras personas se negaron a cumplir las órdenes de los experimentadores, 36 de los 40 participantes se negaron a suministrar las descargas máximas. Para Milgram: “La gente común sólo tiene que hacer su trabajo, y sin ninguna hostilidad particular por su parte, pueden convertirse en agentes de un proceso destructivo terrible. Además, aun cuando los efectos destructivos de su trabajo son absolutamente claros, y se les pide llevar a cabo acciones incompatibles con las normas fundamentales de la moral, relativamente pocas personas tienen los recursos necesarios para resistir a la autoridad”.

Por último, compartir esta reflexión de San Agustín: “obedeced más a los que os enseñan que a los que mandan”

En torno a la obediencia debida