lunes. 29.04.2024
EN EL CENTENARIO DE SU FALLECIMIENTO

Virginia González: una infatigable luchadora

En el centenario del fallecimiento prematuro, en agosto de 1923, de Virginia González, una de las mujeres más luchadoras en el ámbito sindical y político de nuestro país, recordamos su vida y compromiso.
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Artículo de Aurora de Albornoz. (Enlace en notas a pie de página)

@Montagut5

Virginia González Polo (1873-1923) fue guarnecedora de profesión, escribió en La Lucha de Clases, fundó y presidió el Grupo Femenino Socialista de Bilbao en 1904, activa sindicalista en la UGT, miembro destacadísimo del Grupo Femenino Socialista de Madrid, propagandista de las ideas socialistas en innumerables actos por toda España, especialmente con Andrés Saborit, vocal del Comité Nacional del PSOE entre 1915 y 1918, perseguida por las autoridades, aunque terminaría abandonando al Partido en abril de 1921, participando en la creación del Partido Comunista Obrero Español, aunque moriría muy pronto, el 15 de agosto de 1923.

Como ejemplo de su compromiso vamos a recoger algunas de sus acciones e ideas que, creemos, más destacadas.

PERMISOS DE MATERNIDAD

Virginia González
Virginia González

Virginia González fue delegada representante de los zapateros bilbaínos en el VIII Congreso de la UGT de 1905. En dicho Congreso presentó una proposición para que se solicitase al Instituto de Reformas Sociales la reforma del artículo noveno de la ley que regulaba el trabajo de las mujeres y los niños para que se ampliase el tiempo de permiso antes y después del parto de las obreras, que por esa razón debía abandonar su puesto de trabajo. La Ley Dato de 13 de marzo de 1900 fijaba las condiciones de trabajo de las mujeres y los niños, abordando por vez primera la cuestión de la maternidad al establecer la prohibición de trabajar durante las tres semanas posteriores al parto, con la consiguiente reserva del puesto de trabajo durante ese tiempo. El problema es que sí se privaba de salario con lo que esta disposición fue incumplida en numerosas ocasiones por las propias trabajadoras. El artículo noveno también regulaba la cuestión de la lactancia. Aunque las horas de lactancia no producían rebaja salarial tampoco debió ser muy efectiva esta parte de la disposición porque hay que señalar que el trabajo era, en muchas ocasiones, a destajo.

La propuesta de Virginia González fue aprobada por unanimidad en el Congreso y se elevó al Instituto de Reformas Sociales, organismo que aprobó dicha reforma. Pasó a las Cortes, que también aprobó el cambio en 1907. Posteriormente, en 1923 se produciría una nueva reforma.

El nuevo artículo noveno ampliaba el plazo de cuatro a seis semanas posteriores al alumbramiento, y nunca menos que las cuatro semanas. Para la ampliación a partir de cuatro y hasta seis, era necesaria una certificación médica.

Pero, además, las trabajadoras, entrando en el octavo mes de embarazo, podrían solicitar el cese en el trabajo si contaban con un informe facultativo favorable, teniendo derecho a que se le reservase el puesto de trabajo como en el caso del permiso después de dar a luz.

"REBELDÍA SANTA"

Entre 1916 y 1918, el paro, la carestía de la vida y el hambre azotaron España provocando terribles consecuencias en amplias capas de la población. En este contexto, y en el de la activa campaña socialista de movilizaciones del mes de noviembre de 1916 encontramos el llamamiento que la sindicalista Virginia González realizó desde las páginas de El Socialista -“Pan y trabajo. Por nuestros hijos”-, con el fin de movilizar a las mujeres, para “llevar a todas las mujeres del pueblo un soplo de rebeldía santa”, en esos momentos de angustia provocados por la carestía de los artículos de primera necesidad y la falta de trabajo.

Para González la “rebeldía santa” era procurar un poco de felicidad a los hijos. Eran momentos muy duros para las mujeres trabajadoras, pero también, consideraba, para las mujeres de clase media, víctimas de las apariencias, una cuestión que hemos visto tratar por parte del sindicalismo socialista en muchas ocasiones para denunciar las falsas apariencias de una parte de la clase media que vivía en situaciones de gran precariedad en las primeras décadas del siglo XX.

Nuestra protagonista vaticinaba un duro invierno y no sólo por el tiempo atmosférico sino, sobre todo, por los hombres que gobernaban y despreciaban al pueblo. En cada hogar se estaba viviendo un verdadero drama, aludiendo a la mendicidad, al suicidio, y hasta la prostitución.

Frente a esta lamentable situación había que reaccionar, poniendo el énfasis, como buena socialista, en la importancia de la organización, en la unión para conseguir una fuerza respetable para que el Gobierno reaccionase y buscase soluciones. Si todas las mujeres que sufrían penalidades, viviendo como esclavas, se rebelasen, y se acercasen a las filas socialistas, otra sería la situación.

Virginia González consideraba que las trabajadoras de todo tipo, pero también las esposas de los empleados modestos y hasta las de los comerciantes a pequeña escala, debían estar al lado de los socialistas para pedir al poder pan y trabajo, y acudir a las manifestaciones y mítines convocados para el 12 de noviembre, una jornada histórica en la movilización socialista contra el estado de cosas que se estaba padeciendo en todo el país. Así pues, la activa sindicalista terminaba haciendo un vibrante llamamiento a la movilización femenina, a participar activamente en las protestas.

IGUALDAD SALARIAL

El primero de mayo de 1919 publicó Virginia González un intenso trabajo en El Socialista sobre la igualdad salarial entre hombres y mujeres, con el significativo título de: “A trabajo igual, idéntico salario”.

Virginia González tenía muchas cualidades oratorias, pero también tenía grandes virtudes a la hora de escribir. Su artículo comenzaba manifestando cómo las mujeres habían sido cantadas por los literatos elogiando su abnegación, aunque realmente lo que se cantaba era su pasividad y resignación, porque además de “entregar el hijo, el marido o el hermano” habían pasado a las fábricas para ocupar los puestos de los que combatían en la guerra, y no se habían quejado ni por el crimen que suponía la misma. Recordemos que la Gran Guerra acababa de terminar, y las mujeres habían desarrollado un enorme esfuerzo laboral, factor indiscutible en el triunfo de la causa aliada, añadimos nosotros.

Terminada la contienda se acabaron los cantos líricos. Las mujeres estaban saliendo de las fábricas para engrosar las filas del paro. Así pues, ni el hijo muerto ni la vida material se había hecho más fácil. La lucha por la supervivencia se estaba haciendo muy difícil.

Por lo tanto, Virginia González informaba que en la manifestación del primero de mayo de ese año se incluiría un cartel con la divisa:

“¡A trabajo igual, idéntico salario!"

Los obreros debían comprender la justicia de esta reivindicación, pero las obreras también debían entender que sus derechos solamente se podían salvar uniéndose a los trabajadores organizados, haciendo suyos los anhelos igualitarios del proletariado. Virginia González estaba haciendo un canto a la lucha obrera común, al feminismo socialista, a reivindicar que solamente en el socialismo las trabajadoras alcanzarían sus reivindicaciones. Y eso se conseguiría luchando por la igualdad salarial entre hombres y mujeres.

ACCIÓN REVOLUCIONARIA

Virginia participó en el mitin de 18 de marzo de 1920 en la Casa del Pueblo de Madrid para celebrar el XLIX centenario de la Comuna, y donde compartió tribuna con Luis Mancebo, Manuel Cordero y Andrés Ovejero. Se da la circunstancia que un año después, en abril de 1921, Virginia González abandonaría el PSOE al declararse partidaria de la III Internacional, participando en la creación del Partido Comunista Obrero Español. Precisamente, en el mitin podemos apreciar un discurso mucho más radical en la oradora defendiendo la Revolución, por lo que, puede ser un dato interesante.

La intervención de Virginia González partía del recuerdo del hecho histórico de la Comuna, el momento en el que los obreros se apoderaron del poder político, pero para hacer pedagogía socialista en relación con el momento presente.

La oradora consideraba que el estallido de la guerra europea, es decir, la Gran Guerra, provocada por la “clase capitalista” había cambiado la naturaleza de este tipo de actos. Ya no podían ser de carácter contemplativo, sino que debían vincularse con la acción revolucionaria para terminar con la burguesía.

Virginia González combatió la política reformista, por lo que los trabajadores debían acudir a la Revolución. El objetivo era crear la fuerza revolucionaria necesaria para “imponer nuestra razón”, ya muy conocida y comprendida por todo el mundo.

Es significativo que se preguntase en su discurso sobre cuándo iban a pensar seriamente en realizar una revolución, en alusión a los socialistas. La disyuntiva era seguir la línea de los que no seguían a la III Internacional o ir directamente “a recoger la bandera de Moscú. Pero también es cierto que avisaba sobre el peligro de improvisar revoluciones en “esos críticos momentos”, poniendo el ejemplo de los comunistas franceses, que habrían pecado de ingenuos, y que fueron barridos por la reacción.

Terminó su intervención, además de citar a Rosario Acuña, abogando por la urgente necesidad de realizar la fusión del proletariado para arrancar a los trabajadores de las “prisiones”, para después preparar la dictadura del proletariado.

INTERNACIONAL COMUNISTA

Sin lugar a dudas, Virginia González fue la mujer socialista más destacada en el debate que se produjo en el seno del Partido Socialista sobre la aceptación o no de las 21 condiciones de la Tercera Internacional. En realidad, fue un debate de hombres porque la presencia de mujeres en puestos importantes en el seno del PSOE hacia 1921, era muy escasa, realmente nula. En esta breve pieza queremos hacernos eco de su postura, favorable a dar el paso a favor de la Internacional Comunista, terminando por salirse del PSOE en ese mismo mes de abril cuando el Congreso extraordinario del Partido decidió no aceptar las tesis. Firmaría el manifiesto tercerista, y participaría en la creación del Partido Comunista Obrero Español, aunque no viviría mucho más.

Virginia González participó en la segunda sesión del Congreso de abril de 1921 defendiendo la aceptación de las 21 condiciones. En su intervención fue muy crítica con la Segunda Internacional, aludiendo a su fracaso en evitar la guerra, pero, sobre todo, porque sus principales líderes se habían pasado a las filas de sus respectivas burguesías nacionales, en alusión a los apoyos de los partidos socialistas a la entrada en guerra, votando los créditos correspondientes, y hasta ingresando o apoyando a los que conocemos como gobiernos de “unión sagrada”. Esas posturas habrían supuesto, para nuestra oradora, una verdadera traición al proletariado. La necesidad de reconstruir el internacionalismo en su aspecto organizativo había aparecido, según relataba, nada más terminar la contienda. Los partidos y grupos que habían permanecido fieles a los principios socialistas pusieron en marcha las reuniones de Suiza. Allí se había afirmado que la defensa nacional no era socialista. Había, siempre según González, una necesidad de reconstruir la Internacional aprovechando las experiencias de la Segunda, aprendiendo de los motivos de su fracaso, por lo que no debían tener derecho a ingresar en la misma aquellos a los que había tachado de traidores.

Para González el socialismo español no se había visto libre de la existencia de las dos tendencias, y vinculaba esta cuestión al debate sobre la confluencia con los republicanos en la conocida como Conjunción Republicano-Socialista, a la que consideró la primera desviación del Partido Socialista. En la guerra ella había estado en contra de los aliadófilos, y de los que en el seno de la formación habían defendido entrar en el conflicto. Debemos recordar que, después de un debate en el que se condenó la guerra, el PSOE oficialmente tendió a defender la causa aliada por considerar que era el bando más acorde con la democracia frente al de los imperios centrales, símbolo del autoritarismo y el imperialismo.

Virginia González hizo, como estamos viendo, un verdadero repaso crítico hacia las posturas que había tomado el PSOE desde antes del estallido de la Gran Guerra. La Conjunción habría buscado la transformación del régimen, y así se había predicado públicamente, pero consideraba que las masas en España no estaban preparadas para el hecho revolucionario. Los compañeros que habían dirigido el movimiento de 1917, en alusión a la Huelga General, habían perdido la “buena orientación”.

Era el momento de decir a las organizaciones obreras que las conquistas mínimas, que luego una coyuntura económica desvanecía, ya no podían bastar, por lo que había que organizar el esfuerzo para la conquista del poder. Las 21 condiciones, en su opinión, no exigían que se hiciera la Revolución en una fecha fija, sino que imponían la obligación de ponerse en marcha para la acción para el momento en el que las circunstancias revolucionarias llegasen al proletariado. Y, de ese modo, convertirse en un instrumento eficaz.


NOTAS

Podemos consultar los números 1089, 3552, 3796, y el del 3 de noviembre de 1916 (3796 de El Socialista).

Además, es imprescindible acercarse a los siguientes trabajos:  Gloria Nielfa, “Trabajo, legislación y género en la España contemporánea: los orígenes de la legislación laboral”, de M. Moral Vargas, Acción colectiva femenina en Madrid (1909-1931), Madrid, 2012 y, por fin, Albornoz, Aurora de (1977). «Dirigente obrera, feminista, fundadora del P.C.E.: Virginia González, mujer de acción»Tiempo de historia (32): 26-29. 

También se puede recurrir al Diccionario Biográfico del Socialismo Español.

Virginia González: una infatigable luchadora