jueves. 25.04.2024

¿La hegemonía neoliberal cómo se ha impuesto?  En su libro Lucha de clases, franquismo y democracia. Obreros y empresarios (1939-1979) Xavier Domènech escribe de una manera muy acertada, al final de la II Guerra Mundial en Europa occidental la hegemonía fue la socialdemócrata, impregnada de la teoría económica keynesiana. Toda hegemonía implica una alianza, un pacto social de clases, donde una de ellas detenta la supremacía hasta tal punto que consigue convertir su proyecto de clase en un proyecto, que es percibido ya no como de clase, sino como el común y extensible a todas ellas y a toda la sociedad.

Este proceso de construcción de la hegemonía, implica una operación cultural compleja, mas tiene una base consensuada y presupone un pacto social. El neoliberalismo dinamitó el pacto social posterior a la II Guerra Mundial, realizado entre la democracia cristiana y la socialdemocracia, que estuvo vigente hasta los años setenta del siglo XX. Si hoy se ha convertido en hegemónico el neoliberalismo, son tan responsables los que lo han preconizado, como los que lo han consentido y asumido. En definitiva, se ha producido un pacto social. Mientras se expandía el neoliberalismo, ¿no gobernaban los González, Mitterrand, Blair, Schröder, ZP-?

Y sin embargo, los socialdemócratas aducen que los neoliberales son siempre los otros, los gobiernos conservadores, los grandes grupos financieros, mediáticos o políticos; pero no ellos. Thatcher será un demonio, pero su pensamiento late en muchos corazones de una socialdemocracia que dejó de creer y de defender a las clases populares, y se formó en varias décadas en el pensamiento neoliberal hasta hacerse totalmente inservible como alternativa.

Unos alumnos aventajados de esta idea zombi y que la han puesto en práctica desde hace unos 25 años en la Comunidad de Madrid son los políticos del PP

Por ello, ya no sabe cómo emprender un nuevo camino al margen de todo aquello que ha asumido. Lo que empezó como una lucha de clases, iniciada e impulsada por las clases altas, transformándose en un nuevo pacto de clases, se convirtió finalmente en una nueva hegemonía, que no solo afecta a los partidos de la derecha, sino también a los de la izquierda, e incluso, todavía más, a todos nosotros.

Voy a exponer varios ejemplos de esa imposición del pensamiento neoliberal.

Desde el neoliberalismo una tesis repetida a modo de un mantra, es la rebaja de impuestos.

Donde mejor está  el dinero es en el bolsillo del ciudadano. Si se rebajan los impuestos especialmente al mundo empresarial, esta clase en un ejemplo de solidaridad patriótica, invertirá y así creará más y mejor empleo. Da igual que esta tesis haya sido rechazada. Se mantiene inamovible. El premio Nobel Paul Krugman en su libro, Contra los zombis. Economía, política y lucha por un futuro mejor, reúne más de 90 artículos, que condensan su argumentario contra las teorías políticas y económicas dominantes del liberalismo más conservador. Combate las que denomina ideas zombis, que «van dando tumbos arrastrando los pies y devorando el cerebro de la gente, pese a haber sido refutadas por las pruebas». Una de ellas: los recortes de impuestos a los ricos tendrán efectos mágicos para el crecimiento económico.

La refuta con claridad. Ronald Reagan aprobó en 1981 una gran rebaja de impuestos. A finales del 1982, la economía norteamericana comenzó a recuperarse y experimentó dos años de crecimiento muy rápido antes de recuperar un ritmo más normal. Los conservadores aducen que tal crecimiento se debió a la rebaja de impuestos. Se equivocan, ya que la Reserva Federal en 1982 bajó bruscamente los tipos de interés, y fue esta expansión monetaria, no la rebaja de impuestos de Reagan, el principal responsable del boom de 1982-84.

La idea de que la rebaja de los impuestos a los ricos es el secreto de la prosperidad ha sido negada desde los años 80. En 1993, cuando Bill Clinton subió los impuestos y los conservadores predijeron una catástrofe; en su lugar consiguió una enorme expansión económica. Con George W. Bush, que volvió a bajar los impuestos y cuyos partidarios prometieron un boom; lo que en verdad consiguió fue un crecimiento moderado seguido de un colapso financiero. En 2013, cuando Obama permitió que expirarán algunas de las reducciones fiscales de Bush, mientras aumentaban otros tributos para sufragar el Obamacare; la economía simplemente siguió avanzando. Y, por último, con Trump, quien aprobó una gran rebaja fiscal en 2017 entre promesas de otro milagro económico.

Unos alumnos aventajados de esta idea zombi y que la han puesto en práctica desde hace unos 25 años en la Comunidad de Madrid son los políticos del PP. Pero no sólo en la Comunidad de Madrid, sino que también en el resto de las comunidades autónomas, incluidas en las socialistas.

En Aragón con el gobierno del socialista Javier Lambán en el 2018 llevó a cabo una reforma fiscal en determinados impuestos. Me fijaré especialmente en el impuesto de sucesiones, consistente en elevar de 150.000 a 500.000 euros el límite de exención para tributar, independientemente del patrimonio de los herederos y solo en el caso de padres, hijos y cónyuges. En Aragón, según datos de la Dirección General de Tributos con la legislación anterior a la reforma y con los datos fiscales de 2016, de los 24.843 familiares directos que heredaban, ya no pagaban 23.439, es decir, el 94,3%. Elevar la exención de 150.000 a 500.000 para las herencias entre padres, hijos y cónyuges, beneficiará a 1,237 contribuyentes. Esta reforma del impuesto de sucesiones en 2018, que salió entonces adelante con los votos de PSOE, PP, PAR y Ciudadanos, ha dejado una merma de financiación de más de 200 millones de euros anuales desde su aplicación, según los datos de la consejería. Una nueva reforma fiscal del Gobierno de Aragón,  que entrará en vigor en 2023, la aprobada por el cuatripartito en solitario sin apoyos de la oposición mermará la recaudación en algo más de 53 millones de euros mientras que anteriores rebajas fiscales dejaron un agujero mucho más notable en las arcas autonómicas.  Y en un ejemplo de incongruencia, reclama al Estado más financiación, tras renunciar a recaudar impuestos propios. Claro, a Lambán sólo le votan los aragoneses.

Para el economista Branko Milanovic, es incompatible defender una sociedad meritocrática, y estar en contra del impuesto de sucesiones, que tiene una larga historia dentro de la tradición del liberalismo progresista, que ponía énfasis en la igualdad de oportunidades y la necesidad de igualar las condiciones en la que los ciudadanos de distintas procedencias «entran» en la sociedad. Quienes lo hacen sobre un patrimonio heredado, tienen ventajas «inmerecidas» sobre el resto, y más probabilidad de tener mejor fortuna por la simple razón de que el capital genera rentas. Sin olvidar que además del patrimonio material, las familias con más recursos ya han proporcionado a sus descendientes una formación de calidad, y un gran bagaje de capital social y cultural (red de contactos, empoderamiento, etc.), cuya igualación es una quimera. Los expertos en desigualdad-el gran problema de nuestra sociedad- saben que las herencias son el mecanismo más importante de perpetuación de la desigualdad entre generaciones, permiten la acumulación de grandes patrimonios y minan los principios básicos de una sociedad liberal y democrática.

Es también muy aleccionador el artículo de Lidia Brun, Impuesto de Sucesiones: una herramienta esencial para combatir la desigualdad. Indica que el IS tasa una transferencia de patrimonio, y la persona beneficiaria está pagando por primera vez. Decir que es una doble imposición sería lo mismo que decir que lo es el IVA porque ya hemos pagado el IRPF sobre nuestro sueldo. Además, afecta a muy poca población, la de mayor patrimonio, mientras que la gran mayoría de herencias están exentas o con grandes bonificaciones.

En una sociedad como la española, donde el 10% más rico posee más de la mitad de la riqueza, y la mitad baja apenas el 6.6%, desde la derecha se crea el discurso, que cala en el ciudadano, de la falsa injusticia del IS, y así se está minando paulatinamente la legitimidad recaudatoria del Estado, que es el seguro colectivo de que el progreso se convierte en Bienestar compartido.

Norberto Bobbio se apercibió y nos advirtió del gran problema, que explotó a fines del siglo XX, aunque ya se estaba fraguando en los años anteriores: el triunfo de una sociedad de mercado había conducido a un crecimiento inaceptable de las desigualdades, lo que suponía un peligro mortal para la democracia. ¿Cuánta desigualdad puede aguantar una democracia? Y la izquierda de todo Occidente en lugar de oponerse al fenómeno de la desigualdad lo facilitó, aferrándose a la hegemonía neoliberal. Mas la izquierda tendrá razón de ser, solo si se mantiene fiel a sus principios, como es el estar al lado de los más débiles. Así la principal lección de Bobbio para la izquierda, es que en lugar de preocuparse por inventarse nuevas banderas en reemplazo de la igualdad, la izquierda debería conservar ese estandarte.

Como conclusión sobre la rebaja del impuesto de sucesiones en la Comunidad Autónoma de Aragón, es un claro ejemplo de claudicación ante la hegemonía neoliberal.  Ha renunciado a combatir la desigualdad. Y lo más grave es que en estos momentos previos a las elecciones autonómicas y municipales, el Gobierno de Lambán ha contratado en determinados medios  spots publicitarios, alardeando de esa rebaja fiscal del impuesto de sucesiones del 2018. No solo claudica de los principios socialistas, es que alardea de tal hecho. Realmente inconcebible. Y no menos grave es que a la sociedad aragonesa en general le parece perfecto, cuando esa reforma del 2018 benefició a 1,200 aragoneses y perjudicó a todos por la merma de la recaudación de unos 200 millones. No resulta muy difícil imaginar de dónde se han retraído esos 200 millones.

Otra tesis neoliberal que se ha impuesto ideológicamente, tanto en la derecha como en la izquierda, es la privatización.

Sus objetivos según los gurús de la economía: el aumento de la eficiencia, de la competencia en el mercado y mejora de las finanzas públicas. Nos dicen que es mayor su eficiencia, prestando igual o mejor servicio con un menor costo. Falso. Numerosos estudios demuestran que al privatizar la prestación de un servicio público hay que pagar, además del coste del mismo, el beneficio del que lo presta. Esto encarecerá su costo, a no ser que la empresa privada tome medidas para rebajarlo, como pagar menos a los trabajadores, reducir personal, que sea menos cualificado, o proporcionar solo prestaciones baratas, lo que perjudicará su eficiencia. En cuanto a que el aumento de la competencia supondrá un servicio mejor al ciudadano, es otra falacia. Podemos constatarlo con lo ocurrido tras la privatización de Endesa, Gas Natural, Repsol, Telefónica o del holding de la banca pública Argentaria. Cada vez la electricidad, los carburantes, las telecomunicaciones o los servicios financieros son peores y más caros. También es cierto que ha sido posible porque todos lo hemos consentido. Que privatizando servicios públicos mejoramos las cuentas públicas y reducimos el déficit público, es también cuestionable. En un aviso a navegantes, Tony Judt en su libro Algo va mal nos señala que Edmund Burke en sus Reflexiones sobre la Revolución Francesa ya nos advirtió “Toda sociedad que destruye el tejido de su Estado no tarda en desintegrarse en el polvo y las cenizas de la individualidad.

Veamos un ejemplo en la Comunidad Autónoma de Aragón de privatización. El Periódico de Aragón, del 20-3-2023, con la firma de Ana Lahoz  publica bajo el siguiente titular: “Salud derivará a la MAZ más de 300 operaciones quirúrgicas al año”:

“El Servicio Aragonés de Salud –Gobierno de Aragón en virtud del acuerdo firmado este lunes con la Mutua de Accidentes de Zaragoza (MAZ), derivará a este hospital más de 300 operaciones quirúrgicas al año procedentes de la lista de espera de la sanidad pública de la sanidad pública. Esta derivación de cirugías a la privada, que tendrá un coste anual para el Gobierno de Aragón de 983.000 euros, forma parte de un convenio global con la MAZ hasta 2027 que contempla un montante de 16 millones de euros (4 millones cada años año) para ofrecer, además, otras prestaciones sanitarias.  En detalle, en lo que se refiere a estas intervenciones quirúrgicas se prevén 329 cada año y la idea es poder empezar con ellas «en abril o en mayo». Se trataría de pacientes que aguarden una operación en las especialidades de Cirugía Ortopédica, Traumatología y Neurocirugía de columna. Además, se esperan realizar unas 300 pruebas diagnósticas a pacientes derivados del Salud por un coste de 5.400 euros, según el convenio. 

Más allá de las derivaciones a la privada, el convenio de Sanidad y la MAZ, que entrará en vigor el próximo 1 de abril, contempla la atención sanitaria a la población de Parque Goya (más de 11.200 personas) y las zonas de salud de Tarazona, Borja, Ejea, Sádaba y Tauste (Cinco Villas y Moncayo, con más de 43.700 habitantes). Esto supondrá que estos 56.000 aragoneses podrán acudir a la mutua para recibir asistencia, fundamentalmente, en las especialidades de Cirugía Ortopédica y Traumatología, Rehabilitación y Neurocirugía tanto para pruebas, tratamientos e intervenciones. No se descarta, más adelante, ampliar la atención desde la MAZ «a otras zonas» sanitarias si la disposición de recursos lo permite. Además, en el caso de los residentes de Parque Goya se abre la posibilidad de prestarles atención en Urgencias y también en hospitalización grave, por lo que esta medida aliviará la presión que soportan las Urgencias del Royo Villanova”,

Y cual no ha sido mi asombro que el Gobierno de Lambán ha encargado spots publicitarios para vender esta privatización sanitaria, como una gran conquista para los aragoneses. Realmente inconcebible desde un planteamiento socialista. Muchos aragoneses desearíamos hacernos una radiografía en los hospitales públicos  del Servet o del Clínico, y que nuestros impuestos no sirva de negocio para fondos de inversión, ya que la sanidad es un derecho, no una mercancía.

Otro ejemplo de privatización es la Televisión Autonómica (Aragón TV), de Aragón Radio, que son medios de comunicación de titularidad pública. Están en manos de Henneo -HENNEO un grupo de comunicación español, que actúa en cuatro áreas de negocio: Medios, Audiovisual, Tecnología e Industrial. Es un grupo aragonés que nació con Heraldo de Aragón. Este grupo es el que diseña y controla los informativos. Para que nos situemos, El Heraldo de Aragón su línea editorial podríamos ubicarla en la representada por El Mundo, ABC y la Razón.

Esta batalla de la bonanza de la privatización se ha impuesto de una manera muy sutil. Me explayaré sobre ella basándome en el capítulo Miicropolítica de la privatización  del libro de Grégoire Chamayou La sociedad ingobernable (2022). La idea básica del artículo es que ese proceso de privatización no se hace de una vez, se hace poco a poco, de una manera sibilina, y al final, la ciudadanía la acepta, aunque teóricamente esté en contra de ella. No deja de ser una estrategia brillante.

A fines de la década de 1970, ya se habían establecido las grandes líneas del programa neoliberal. Las clases dirigentes del mundo libre se convertían al nuevo dogma repudiando la ortodoxia keynesiana anterior. Todo iba bien. Pero, se vislumbraba algún nubarrón. Dada la radicalidad de la ruptura a realizar y sus implicaciones sociales, su implantación iba a toparse con fuertes oposiciones. Un gobierno presto a poner el programa sufriría una fuerte contestación. Había que prepararse intelectualmente y políticamente para la batalla, y encontrar ka cohesión y el nervio político para lograr la victoria frente a la izquierda política y sindical.          

Por ello, desde las altas esferas se elaboraron reflexiones estratégicas. Unos hablaban de la necesidad de un Gobierno sacrificial que hiciera el trabajo, renunciando a ser reelegido: Otros de un Gobierno que no tuviera que ser elegido. Gobierno kamikaze o Gobierno autócrata. En esta encrucijada, otros imaginaron una tercera vía, representada  por la micropolítica.

La privatización es un ingenioso procedimiento de corte presupuestario, pero, según los neoliberales, sus potencialidades son mucho mayores

Según Madsen Pirie, es un método original que permite a los Gobiernos iniciar tales programas de reformas  sin tener que pagar el precio político anunciado. La “micropolítica neoliberal” es el arte de generar circunstancias, en las que los individuos se sientan empujados a preferir y apoyar la alternativa de la oferta privada y tomen individual y voluntariamente decisiones, cuyo efecto final será hacer advenir el estado de cosas deseado. Este enfoque, como una tecnología política, se oponía a otra estrategia, la de la “batalla de las ideas” a la que se habían lanzado los intelectuales de la derecha. Para Pirie este era un camino equivocado. Si uno quiere ganar hay que invertir la relación. Lo importante es la acción, que precede a la teoría. La tarea principal ya no es convencer a las personas, sino encontrar los medios técnicos de modificar las elecciones que hacen las personas alterando las circunstancias.

¿Cómo es posible, se preguntan algunos a fines de los 70, que Gobiernos conservadores con un gran respaldo electoral y decididos a reformar, no consigan hacerlo, por lo menos no en la medida que habían anunciado? Ni por mala voluntad ni por pusilanimidad, sino porque chocan contra la reacción de la sobrecarga de demanda, inscrita en el Estado de bienestar. Tratando con torpeza cómo recortar con una podadora los gastos públicos, provocan inevitablemente la respuesta de los grupos afectados. Su error es querer reducir la oferta gubernamental suprimiendo prestaciones,  de las que dependen sus beneficiarios sin preocuparse por reducir antes la demanda social, que el Estado de bienestar ha acumulado. La solución a este problema iba a ser la privatización. De manera muy expresiva, la portada del libro de Pirie de 1985 en los Estados Unidos, Desmantelar el Estado, teoría y práctica de la privatización, estaba ilustrada con una mano gigante sosteniendo una pata de cabra a punto de levantar la cúpula del Congreso en Washington. La privatización como “desvío de las funciones gubernamentales al sector privado”, es una estrategia para recortar el presupuesto, que tiene la ventaja de no hacer desparecer el servicio de una vez, sino de trasferirlo a otros prestatarios. Así, los usuarios no reaccionarían con tanta fuerza.

La privatización es un ingenioso procedimiento de corte presupuestario, pero, según los neoliberales, sus potencialidades son mucho mayores. Al sacar los servicios del mundo político para ubicarlos en el mundo económico, no solo se cambia de régimen de propiedad, también de modo de gobierno. Si un servicio se rige por la lógica de la política, es muy difícil controlar sus costos y limitar su expansión, pero si se desplaza al sector privado, quedará sometido a la disciplina del mercado. Lo que a los Gobiernos les cuesta hacer voluntariamente, la disciplina de la competencia lo impondrá per se.

La privatización prometía resolver el problema de la sobrecarga de la demanda. Convirtiendo así las reivindicaciones políticas en demanda mercantil, se pensaba librar al Estado no solo de la carga presupuestaria, sino también de la carga política de la presión ciudadana. La privatización es una replanificación fundamental de las reivindicaciones de la sociedad. Mientras que el usuario insatisfecho reclamaba al Estado, el cliente insatisfecho se limita a cambiar de proveedor. Al privatizar la oferta, se busca despolitizar la demanda.

A inicios de los 80 algunos neoliberales alentaban a los gobiernos conservadores a poner fin a los servicios del Estado aunque fuera a la fuerza. Obrar así, criticaba Pirie, suponía una gran protesta. Desnacionalizar en bloque es posible en ciertos sectores, pero es algo muy visible y por ello políticamente  peligroso. Hay que ir poco a poco. El objetivo el mismo, aunque la diferencia es la duración. Una regla: “terminar con los monopolios públicos para que prospere la competencia”. En este caso, sigue la oferta pública y se desarrolla a la vez una alternativa en el sector privado, y así las personas pueden elegir. Esta micropolítica de la privatización es menos espectacular, pero no menos temible. Es la política de la carcoma: no hay que cortar las vigas a hachazos, cuando mil pequeñas bocas roen inexorablemente el edificio.

Como colofón sobre la privatización me parecen muy oportunas las palabras, que ya las he reflejado en otros artículos,  del añorado Saramago:

“De regreso de un viaje a Bolivia y Argentina mis cuñados traen el periódico Clarín con la noticia de que va a ser presentada al parlamento peruano una nueva Ley de Turismo, que contempla la posibilidad de entregar la explotación de zonas arqueológicas importantes como Machu Picchu y la ciudadela preincaica de Chan Chan a empresas privadas mediante concurso internacional. A mí me parece bien. Que se privatice Machu Picchu, que se privatice Chan Chan, que se privatice la Capilla Sixtina, que se privatice el Partenón, que se privatice el Pórtico de la Gloria, que se privatice la cordillera de los Andes, que se privatice todo, que se privatice el mar y el cielo, que se privatice el agua y el aire, que se privatice la justicia y la ley, que se privatice la nube que pasa, que se privatice el sueño sobre todo si es diurno y con los ojos abiertos. Y, finalmente, para remate de tanto privatizar, privatícense los Estados, entréguese de una vez por todas la explotación a empresas privadas mediante concurso internacional. Ahí está la salvación del mundo. Y, metidos en esto, que se privatice también la puta que los parió a todos”

La hegemonía neoliberal se ha impuesto, tanto a derecha como a izquierda