viernes. 19.04.2024
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Féliz de Azúa. Fotografía © Nacho Goberna

lecturassumergidas.com | @lecturass | Por Emma Rodríguez | El escritor y ensayista Félix de Azúa acaba de ser elegido para ocupar el sillón “H” de la Real Academia Española. De su manera de entender el mundo ha ido dando cuenta en obras como “Autobiografía de papel”, a raíz de la cual mantuvimos en su día una conversación que recuperamos ahora para entender sus claves. Dice Félix de Azúa en ese libro que aún estamos “emergiendo del Antiguo Régimen del mundo industrial, en el cual los grandes relatos y las utopías (la venta de felicidad) sosegaban la ausencia de sentido”; “que aún estamos ensayando cómo se sobrevive en una sociedad sin dios y sin ayuda externa, después de veinte siglos de religión cristiana y sobreprotección divina”.

Analiza el autor los cambios vertiginosos experimentados en la cultura, concretamente en los distintos ámbitos en los que se ha desenvuelto su carrera como escritor: la poesía, la novela, el ensayo y el periodismo. Es una original manera de hablar de sí mismo y de su generación, tal vez la última que creyó en la fuerza, en el poder sagrado de la palabra artística.

Un viaje hacia el pasado que permite mirar por una pequeña rendija el nuevo paisaje por venir, un paisaje altamente tecnificado donde los jóvenes del futuro han de reinventar el significado de palabras como libertad. Contar las verdades, provocar al lector, enfrentándolo a prejuicios y mitos asumidos, es la manera que Azúa pone en práctica tanto en este ensayo como en “Contra Jeremías”, un volumen publicado por Debate que reúne gran parte de sus artículos periodísticos. Unos artículos que, “buscan al lector que quiera encontrar algún consuelo en una posición totalmente marginal, la de no creer una sola palabra gubernamental y construir su propia vida como si no existiera la España oficial”. Una defensa del individualismo que se convierte en el tronco central de su pensamiento.

– ¿Es “Autobiografía de papel” el retrato de un hombre decepcionado?

- Para nada. En este libro he intentado ser lo más objetivo posible, no dejarme engañar por nada y si tenía que ser un poco cruel, pues lo era, pero sin ninguna decepción. El mundo, la vida, no sólo no me ha decepcionado, sino todo lo contrario. Me ha llenado de gozo y de alegría. Para mí la vida es una fiesta; dicho lo cual no me puedo engañar en absoluto sobre las condiciones en las que se desarrolla esa vida, que no tiene nada de fácil. Una cosa es que yo no esté decepcionado y otra que no sepa exactamente cuáles son las condiciones que se imponen de una manera férrea desde el exterior. Dicho incluso de una manera más simple: no hay decepción porque todo el mensaje del libro es: “Hazme el favor de creer en ti, deja de creer en colectivos, cosas gregarias, ideologías, partidos, religiones. Haz el favor de creer en ti…”

– Pero, ¿no es cierto que vivimos con una sensación de fracaso permanente: fracasados como sociedad, fracasados como país, fracasados como europeos…?

– Bueno, sí, pero ¡ojo!, porque esta sensación la ha habido siempre, aunque tendamos a olvidarlo porque también existen pequeños momentos de fiesta. No te quiero decir la sensación de fracaso que teníamos los de mi generación cuando vivíamos en Madrid con 20 o 30 años, esa sí que era una sensación de fracaso. ¿Qué hago yo aquí, bajo este paraguas de militares y curas? La sensación de fracaso nunca es verdadera. Hay momentos difíciles, claro, y son los momentos en los que hay que inventar cosas. Precisamente en la España de Franco, aquella España espantosa, yo y la mayoría de mis amigos y compañeros de generación nos fuimos fuera, aprendimos francés e inglés fuera de nuestro país y vimos cómo funcionaba Europa cuando España era África. Luego todo eso se aplicó. En el momento eufórico, cuando Felipe González ganó las elecciones en el 82, mucha de la gente con la que contó, venía de esa experiencia.Maravall había estado conmigo en Oxford dos años antes… Ese momento de euforia duró un tiempo y nos hizo olvidar el fracaso, pero luego llegó el episodio de los GAL y recuperamos la misma sensación ácida. Decíamos que la izquierda había fracasado, que aquello era un desastre. Todo es un ir y venir y ahora estamos de nuevo metidos de lleno en la pérdida de la euforia. Lo que sucede es que es mucho más grave porque es global. Antes estábamos acostumbrados a echar toda la culpa a España, a Franco, al presidente de turno. Ahora estamos en un momento en el que la infelicidad es general, global. Ha llegado a toda Europa, también a EEUU, aunque lo disimulen mejor… Es algo muy gigantesco; la sensación de fracaso es enorme.

– Pero hay otra variante importante. Cuando hablas de la España de Franco, de la dictadura, en esa etapa existía la esperanza del cambio, de ir hacia un modelo de Estado diferente; pero ahora sabemos que no; que el problema no es la crisis económica sino el pudrimiento de todo el sistema. Y desde los poderes establecidos se ponen todo tipo de cortapisas al recambio, a la transformación…

– Estoy de acuerdo: no hemos fracasado nosotros. Ha fracasado Europa, la Democracia, la Unión Europea, el sistema monetario. Es una enormidad. ¿Y eso qué quiere decir? Quiere decir que estamos cambiando de paradigma, como se decía antes, de era, de civilización. Estamos yendo hacia otra cosa. Seguro que esa otra cosa les provocará a los más jóvenes un momento de euforia tarde o temprano, pero todavía no ha aparecido. Por eso yo insisto siempre en estos libros que pueden parecer tan negativos: “Cuidado, lo que tienes que hacer es cuidar de ti mismo. Es verdad que los tiempos son malos, pero eso lo que exige es simplemente más esfuerzo, más imaginación y menos queja”.

- En la “Autobiografía de papel” dices que “algo está feneciendo y una cosa nueva está a punto de nacer”. Viéndolo así parece muy estimulante. ¿Te lo parece?

– Por supuesto que sí, que me parece estimulante. A la gente que me dice que yo lo veo todo muy negro les contesto que está equivocada. No lo veo negro, todo lo contrario. Es verdad que hay mucho dolor, mucho sacrificio, pero, por otro lado, me parece una época interesantísima. Cada cinco años el mundo cambia a una velocidad de vértigo. Yo me acuerdo de lo que era viajar en avión hace nada, 15 años. Era algo elegante, lujoso. Pero ahora los aviones parecen autobuses de línea donde la gente va como ganado. Ahora lo lujoso realmente es ir en tren. Y si esto, que parece tan simple, ha pegado este cambiazo, no tenemos ni idea de lo que va a suceder dentro de 10 años.

– El placer de viajar en tren es como una vuelta al pasado. ¿El cambio puede venir recuperando cosas del pasado que ya dábamos por inútiles, por perdidas?

– Sí. Puede suceder que lo que llamamos pasado sea el futuro. Vayamos a la Venecia del Renacimiento. El Renacimiento es una época muy curiosa. Los humanistas eran unos tipos de la Italia del Norte, florentinos, milaneses, que veían un futuro esplendoroso, pero con la forma del pasado. Entonces empezaron a hacer cosas muy graciosas. Se iban, por ejemplo, a los montes, por los Alpes, medio muertos de frío, para llegar a monasterios donde compraban las viejas ediciones manuscritas de las obras grecolatinas. Y lo hacían porque su idea del futuro tenía la forma del pasado. Eso puede volver a suceder. Uno de los errores más grandes de la izquierda que tenemos, y que ha perdido todas las ideas y toda la capacidad de pensar, es el progresismo mecánico que ha aplicado sin tregua. Eso ha sido un error, una falacia, la práctica de un lenguaje de la Guerra Fría. No todo lo del pasado es horrible. Al cargarse el pasado y la Historia, han maltratado la educación y la han dejado en manos del totalitarismo nacionalista. En el Renacimiento sucedió todo lo contrario y puede aparecer de nuevo, perfectamente, una forma de hacer futuro utilizando cosas del pasado. ¿Por qué no?...

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"Ha fracasado Europa, la Democracia, la UE, el sistema monetario"