sábado. 20.04.2024
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Los Olvidados de Karagandá

Un libro que edita Queimada y que nos retrotrae a la historia y vivencias de los conocidos como “niños de Rusia”. Un relato sobre una experiencia humana que no cae en sentimentalismos, ni cursilerías.


Lo que nos cuenta Queimada:

Pedro Cepeda Sánchez fue uno de los niños españoles evacuados a la Unión Soviética durante la guerra civil. Su estancia en aquel país se prolongó hasta 1966, e incluyó ocho años de internamiento en el Gulag, que fueron motivados por el deseo que siempre lo dominó de regresar a su patria. De su insólita peripecia vital dejó a su muerte unas memorias deslavazadas que fueron retrabajadas y completadas por su hija, Ana Cepeda Étkina, para dar forma a Harina de otro costal. El libro acaba de aparecer en el catálogo de Queimada y viene introducido por una nota de los editores y un prólogo de Dolores Cabra, Secretaria general del Archivo Guerra y Exilio.

Los Olvidados de Karagandá, documental de RTVE

La historia de 152 españoles, pertenecientes tanto al bando republicano como al nacional, que se vieron obligados a convivir en un gulag soviético y a unir sus esfuerzos en busca de un objetivo común: sobrevivir.

La visita del presidente del Gobierno español a Kazajistán hace algo más de un año deparó un hecho histórico. Por primera vez, un gobierno de las antiguas Repúblicas Socialistas Soviéticas hizo entrega, a través de su presidente Nursultán Nazarbáyev, de un archivo con los nombres y los datos de los españoles que sufrieron cautiverio, y en algunos casos murieron, en los campos de concentración soviéticos en la 2ª Guerra Mundial. 

Cazarabet conversa con Ana Cepeda Étkina:

HARINA-DE-OTRO-COSTALAna, ¿qué ha supuesto para ti sumergirte en las vivencias de tu padre para darles orden y compartirlo con todos nosotros?

​Desde pequeña le escuchaba hablar sobre cárceles y diferentes anécdotas de cuando estuvo en Rusia, pero era incapaz de entender con profundidad todo lo que él relataba, pues era una niña. Veníamos de un régimen de 40 años de represión y no era difícil escuchar que un abuelo o un padre mayor (como lo era él) habían estado en la cárcel. Ahora, ya de adulta, y habiendo constatado todo lo que él dejó, sentí que debía tomarle el relevo y transmitirlo, pues su sueño era publicar un libro con sus memorias.

¿Te han ido sorprendiendo muchos de los acontecimientos con que te has ido encontrando en lo que tu padre fue dejando escrito?

Lo que más me ha sorprendido es que no hiciera hincapié en el drama y que pese a haber tenido una vida muy difícil, lejos de su familia y separándole de su hermano, su sentido del humor nunca le abandonara. Por otro lado, he de decir que me he sentido muy frustrada, al no tenerle cerca para aclarar dudas. He llorado mucho, viendo lo injusta que fue su vida, pero también me siento muy orgullosa de que mi padre sea un ejemplo de dignidad y lealtad a sus propios principios, cosa que hoy en día parece escasear.

¿Podríamos definir a tu padre como una persona que amaba, ante todo, la libertad…?

Era una persona que tenía unos ideales muy claros, que estaba en contra de toda clase de dictaduras, fuera del tipo que fuera, sí.​

Si nos fijamos, por ejemplo, en el periplo de la vida de tu padre, sobre todo de esa etapa tan importante como frágil que es la adolescencia, nos fijamos en que esta se vio sumergida en el sufrimiento, en la angustia y el padecimiento…, la represión fue una constante y la falta de libertad una constante… ¿Cómo lo transmitía todo estos años después cuando ya podías hablar y compartir con él algún rato en tu adolescencia, juventud?

​La adolescencia le fue arrebatada directamente. Si tenemos en cuenta que los chavales de 14 años del año 1937, en medio de la G. Civil eran casi adultos; que se relacionaban con gente mayor (profesores, educadores y otros compañeros), y que el hecho de salir del entorno de la familia es sinónimo de adultez prematura, poca pubertad le quedó por vivir. Creo que pasó de ser un niño a ser un adulto sin pasar por la pubertad. Por eso nos contaba poco sobre aquella etapa de su vida, más que las anécdotas vividas en la "Casa de Niños de Moscú", pero desde un prisma de persona madura.​ Después, cuando los evacuaron a Asia Central, en el año 41 fue una cuestión de supervivencia de un hombre joven, no de un crío.

Málaga, Valencia, Artek—en Crimea—Moscú…el periplo de la mayoría de los “niños de Moscú” fue trepidante…cayendo de guerra en guerra y de represión en represión. La Unión Soviética fue el país que  más sufrió la gran catástrofe, en pérdidas humanas, que supuso el paso de la II Guerra Mundial y en ese escenario se vieron inmersos niños como tu padre o tu tío…, ¿qué nos puedes decir para aquello que no se hayan hecho, todavía , con la lectura?

La imagen que nos han tratado de transmitir en España es que siempre los habían tratado fenomenal. Y que la "Santa Madre Rusia" acogió a aquellos niños desinteresadamente. En parte es cierto, pero lo que no se ha contado es que estos niños debían seguir unas normas dictadas por el PCE (Dolores Ibárruri y sus dirigentes) y, el que no obedeciese era expulsado del redil. Aquello tenía unas consecuencias nefastas: sin trabajo, sin lugar para vivir… era una condena en toda regla.

Mi padre era muy espabilado y consiguió salir adelante, pese al hambre y a la miseria, pero mi tío, como otros muchos “niños”, acabó delinquiendo y creemos que acuchillado en una cárcel soviética. Esas cosas la gente las desconoce, por eso hay que contar los pros y los contras de una época en la que, al parecer, solo nos han contado los pros.

¿Qué le supuso a tu padre el no ser “del partido” –del PC-- y el ser calificado, por la mismísima Pasionaria, como “harina de otro costal” al estar vinculado tu abuelo con la CNT?

Él narra que desde el principio estaba desubicado. Cayó en el entorno del PCE sin intención, pues fue el marido de su prima (en Valencia) quien le metió a él y a mi tío en una especie de orfanato regido por el PCE. Tuvo la suerte y/o la desgracia de coincidir con todos los hijos, sobrinos y demás familiares de la plana mayor del Partido Comunista Español y, siendo mi abuelo afiliado a la CNT, era obviamente una persona que no pertenecía a aquel entorno. Además, su carácter no conformista y su tenacidad para manifestar lo que veía mal, provocaron que fuera tildado de insumiso, o lo que dijo Dolores: “Harina de otro costal”.

Pero ahí, con la II Guerra Mundial, no terminó todo porque había deseos, en la gran mayoría de los niños y niñas, de volver a su país, de intentar contactar con los suyos, pero parecía que el largo túnel de un exilio forzado no veía la luz. ¿Cómo lo ves?

Tal fue el deseo por parte de todos, que la mayoría volvieron en el 56 (mientras tanto, mi padre estaba saliendo del Gulag de Karagandá –Kazajistán-). La gran mayoría de los españoles que permanecieron allí obedecía y callaba, pues el que manifestaba su intención de salir de la Unión Soviética era considerado “persona non grata” y, como he dicho antes, las consecuencias eran nefastas. La cúpula del PCE consideraba que volver a España era un pecado no solo el hecho de estar Franco sino porque entendían que los repatriados harían propaganda antisoviética.

¿Qué te contó, qué nos puedes adelantar, de lo que fue la vuelta a España de “niños y niñas”, ya con unos cuantos años de más a su país… con la de cambios que aquí ya había establecidos y bajo un régimen fascista?

Muchos de esos repatriados seguían volviéndole la cara. Mi padre fue “Harina de otro costal” también para ellos, ya que había sido condenado por intento de huida ilegal, y para algunos la acusación de espionaje seguía vigente en sus mentes. Solo con el paso del tiempo fueron capaces de ver que lo que él decía, era cierto.

La vida en España fue dura al principio, pero después de todo lo que había pasado en la Unión Soviética, no fue difícil conseguir que poco a poco su vida fuera más cómoda. Lo trágico es que a cuatro años de jubilarse, cuando ya disfrutaba de una vida cómoda y era feliz, su corazón le fallara. Ya lo dije en el libro: parece que hay personas que nacen con una misión y cuando se ha cumplido, se les rescinde el contrato.

Historia y vivencias de los conocidos como los “niños de Rusia”