jueves. 25.04.2024
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Fotograma de la película

Aleix Sales (@Aleix_Sales

“No es ni la dalia azul, ni el halcón maltés”. Con este guiño a obras paradigmáticas del cine negro, la primera de las cuales obra del mismo Raymond Chandler que parió al personaje protagonista del film que nos ocupa, Marlowe deja claro su vocación revisionista y de homenaje al género.

Neil Jordan, cineasta curtido en la parte oscura del ser humano, se viste con su vestimenta más clásica para revivir al mítico detective en la adaptación de la novela publicada por John Banville La rubia de los ojos negros, donde el autor recuperó al investigador literariamente a petición de la familia de Chandler.

Jordan no escatima en guiños a todo el corpus del noir al reclutar en su reparto a actores como Danny Huston, vástago de un pope del género como John Huston, con el cual pretende reforzar las conexiones del presente con ese pasado glorificado, un ejercicio de nostalgia por el cual el cineasta irlandés muestra respeto. Indudablemente, Jordan y el guionista William Monahan –no en vano, responsable en la escritura de neonoirs como el Infiltrados de Martin Scorsese (2006), o la sosa London Boulevard con la que saltó a la dirección en 2010- conocen los códigos y las reglas del juego, pero esto los ha llevado a encorsetarse en unos tópicos que han despojado a Marlowe de alma. Porque la trama donde sitúan a Marlowe se plantea y desarrolla con piloto automático y monotonía, dejando de lado hilos por los que indagar. Por ejemplo, el personaje de Jessica Lange, quien regresa a la pantalla grande tras la olvidada Como reinas (Andy Tennant, 2016), es un filón desaprovechado que da brochazos de color a una obra apagada.

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Y no será grisáceo por su admirable diseño de producción, que ha logrado hacer pasar Catalunya e Irlanda por el glamuroso y a la vez sórdido Los Ángeles de los años 50, ni por un más que correcto Liam Neeson que da el pego como taciturno y crepuscular detective, sino porque falta garra y concreción a un conjunto que, poniendo el foco en sus referentes, no es que ya no consiga trascenderlos, es que en ningún momento se acerca a dar un vuelco en el espectador. Porque el misterio de Marlowe no es envolvente ni su giro final se las apaña para sorprender. Será que los ojos de ahora ven más lejos que los de antes, o quizás hemos consumido tanto cine de género que la medianía colada como veneración ya no es suficiente.

'Marlowe': detective gris