domingo. 12.05.2024

España a semifinales

España pasa a semifinales de la Copa del Mundo de la FIFA tras un partido trabado y enloquecido por la permisividad del árbitro. Casillas ha salvado a España con un paradón de penalty. Villa marca una vez más el gol de la victoria.
NUEVATRIBUNA.ES / ANTONIO SANTO 03.06.10

Definitivamente ya somos como las grandes. Hoy hemos destruido todos los mitos, todos los miedos. Llegamos a cuartos de final como favoritos y el partido se nos pone en contra: pero ganamos. Nos enfrentamos a un equipo que aspira a llegar a los penaltis por 0-0: pero ganamos. Tenemos delante a un grupo de jugadores que renuncian a la pelota y sólo buscan la patada, el empujón, la falta que no se pita: pero ganamos. Un árbitro desconocido la lía, permite que nos pateen, mira para otro lado constantemente: pero ganamos. Y estamos, por primera vez en la historia de la Selección, en semifinales de una Copa del Mundo.

No es cierto del todo: con otro formato de competición pasamos de fase de liguilla a semifinales en el mundial del Maracanazo, en el 50. Pero era una Europa destruida, doliente, y un Mundial descafeinado. Esto es otra cosa. Esta selección que nos dio la segunda Eurocopa de nuestra historia hace dos años ya ha hecho historia, independientemente de lo que pase a partir de aquí, más allá de cualquier duda o crítica sobre su juego y estado físico. Esta selección ha aprendido que hay que ganar, que ya no vale eso de jugar como nunca para perder como siempre, y tiene calidad para confiar en que al final, pase lo que pase, se ponga como se ponga de idiota el destino, el partido caerá del lado de los que juegan bien al fútbol.

La primera parte empezó con dudas: España estaba atenazada, seguramente con lo que llamaría Valdano "miedo escénico", y los paraguayos cumplieron con el guión previsible: cerrados y bien organizados atrás, con dos palomeros arriba para recoger pases largos, contras y balones cruzados. Durante los primeros quince minutos se lanzaron en un potente arreón para intentar sorprender a los jugadores españoles, que parecían algo adormilados. Del Bosque había colocado a Iniesta por la izquierda y el Niño Torres (para nuestra desgracia, desaparecido por completo hasta su sustitución por Cesc), con Villa en el centro intentando encontrar un hueco en el poderoso entramado guaraní. El primer tiempo se nos fue en marear la perdiz, tocar, tocar y tocar buscando un hueco que no se producía. Hoy Paraguay ha mostrado una solvencia defensiva que ha recordado a Italia en tiempos mejores; si hubiera tenido arriba a un delantero capaz de hacer daño, en lugar de la última línea poco creíble que muestra, quizá otro gallo nos habría cantado. Lo cierto es que no se sabe hasta qué punto la Selección no encontró su juego durante el primer tiempo o fueron los paraguayos los que supieron anularlo con la sabiduría futbolística del seleccionador Martino. Envió las líneas de presión a taponar la salida de balón de España, que se vio obligada en demasiadas ocasiones a enviar balones largos; pero la presión se producía tan arriba que tenían que rifar el balón Piqué y Puyol en lugar de Xabi Alonso. Cuando éste la enganchó la selección sudamericana sufrió mucho más. Lo cierto es que la única ocasión clara fue un gol paraguayo, anulado a Valdez por fuera de juego (por un pelo, si lo era) de Cardozo.

El seleccionador salmantino, viendo que el cambio táctico no surtía efecto, envió de nuevo a Torres al centro del área y colocó a Villa en la banda izquierda desde la que tanto daño ha hecho en este Mundial. Pero Paraguay no se distrajo ni un instante, y el primer tiempo se acabó sin que hubiera ninguna ocasión clara de gol para ningún equipo. La Selección no parecía reactivada a la vuelta del descanso; a los diez minutos Del Bosque reaccionó y dio entrada a Cesc por Torres, lamentablemente aún fuera de tono. Ahí fue cuando el partido se volvió loco. Piqué hizo un claro penalty a Cardozo por agarrón en el brazo, el jugador guaraní tomó posición en el punto de once metros... Y entonces el Santo decidió volver. Íker (que luego confesó que Reina le había contado por dónde los tiraba el guaraní) se tiró con decisión a su izquierda, exactamente a donde el delantero la había enviado, y se quedó con el balón en las manos. Respiramos, tratamos de tragar saliva para enviar el corazón de vuelta a su jaula en el pecho. Dos jugadas después Alcaraz derribó a Villa dentro del área paraguaya.

Aquí tenemos que hacer un inciso. Lo primero: el reglamento dice que si el último defensor derriba al delantero por detrás cuando se va a quedar solo delante del portero, es una acción merecedora de tarjeta roja. Así que Alcaraz mereció ver el camino de los vestuarios; pero el árbitro guatemalteco solamente le mostró la cartulina amarilla. Xabi Alonso se colocó para lanzar el penalty y marcó con un tiro potente y decidido, imparable; pero Batres decidió que era demasiado fácil para España y que había que repetirlo porque Cesc había pisado unos centímetros el área unos nanosegundos antes de que Alonso tocara el balón. En el segundo tiro, Justo Villar le adivinó la intención y bloqueó la pelota; Cesc recogió el rechace y el portero guaraní cometió el penalty más escandaloso que hemos visto en años, con el linier a dos metros admirando el paisaje y sin atreverse a pitar el segundo penalty consecutivo y la roja para Villar que habría correspondido.

Sinceramente, yo aquí flaqueé. Creí que la maldición volvía, que los jugadores perderían la cabeza, que ya no podríamos recuperarnos del golpe psicológico de fallar una oportunidad de oro y de que el árbitro nos atracara sin la más mínima vergüenza torera. Pero España mantuvo la cabeza templada y entendió que, sencillamente, la cosa seguía igual que antes: un gol nos metería en semifinales. Así que Cesc, Iniesta y Xavi se asociaron y empezaron a repartir el balón, a mover el juego en busca de algún hueco, esperando que el cansancio inevitable de perseguir la pelota durante 80 minutos hiciera mella en los paraguayos. Del Bosque movió el banquillo, y aquí tengo que confesar de nuevo que dudé. Esperaba de nuevo el revulsivo de Portugal, Llorente, que quizá pudiera fijar a los centrales para que Villa encontrara la diana del gol. Cuando el salmantino anunció que Pedro entraba por Xabi Alonso (dejando a Busquets en el mediocentro con tarjeta amarilla), me pasé las manos por la cara y lamenté nuestra suerte. El salmantino buscaba el olfato, la velocidad, el oportunismo asesino del barcelonista. Yo sólo veía a un joven jugador al que no se le podía exigir que salvara un día tan complicado y rompiera la maldición de los cuartos.

Los paraguayos siguieron su guión: defender, aguantar, resistir y buscar un error, una contra. Pero a siete minutos del final, por primera vez en cuartos de final, la justicia estuvo de nuestro lado y la diosa Oportunidad sonrió a la selección española y le dio una ocasión. Sólo hacía falta una. Xavi la tocó con sutileza para Iniesta, que se coló entre la defensa guaraní y la puso a la derecha para Pedro. Los tres locos bajitos dejaron a la defensa guaraní mirando el espectáculo y aplaudiendo la calidad: el tinerfeño lanzó un tiro venenoso que rebotó en el poste y Villa esperó el rebote. El mundo se congeló. Medio segundo tardó un siglo en pasar, y vimos a cámara lenta como el Guaje la recogía, se la colocaba, encontraba el hueco y la colocaba imposible para el portero, a un lado del palo para que rebotara en el otro y entrara, marcando el gol, el gol, el gol que nos metía en las primeras semifinales de la historia de la selección española. En un gesto de compañerismo encomiable fueron a buscar a Casillas, que tantas dudas ha despertado en los últimos partidos, para abrazarle y agradecerle la parada del penalty que nos pone en semifinales. Poco después Puyol se tuvo que marchar lesionado para dar paso a Marchena, que cumplió con su papel en los minutos que tuvo. Nuestro portero santo sacó dos balones que eran casi gol cantado de los guaraníes en los últimos minutos; el resto del partido la Roja se limitó a defender escondiendo el balón (aunque Justo Villar sacó también un casi segundo gol de Villa); en la prolongación de tres minutos que el árbitro permitió que se fuera hasta los cuatro y medio. Pero ya esperábamos sólo la confirmación de que, por una vez para España, el fútbol hace justicia. Nos vamos a semifinales en Durban contra Alemania, el día 7, con Villa como máximo goleador del Mundial con cuatro dianas, un portero que vuelve a pararlo todo, una defensa inasequible al desaliento, una creación de juego insuperable y sobre todo una capacidad de sufrir y de buscar la victoria pase lo que pase que nunca habíamos tenido. Ocurra lo que ocurra, la Selección ya ha hecho historia. Pero estos jugadores quieren más,

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