miércoles. 15.05.2024
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Joan Segovia | @JoanRohan

La película comienza presentando a Tony, un niño con una peculiaridad extraordinaria: su cuerpo emana luz, brilla como una bombilla. Este rasgo singular, más allá de ser un simple elemento visual, se convierte en un símbolo de la individualidad y la aceptación de uno mismo. La manera en que se aborda la singularidad de Tony es notable, ya que va más allá de lo superficial para explorar cómo el personaje se relaciona con su propio brillo y cómo este afecta su vida diaria y su relación con los demás. Es remarcable señalar también como su familia, amparados en que pretenden protegerlo de las burlas de los demás, lo tratan con recelo, aparentemente más preocupados por el qué dirán que por él.

La llegada de Shelly a la vida de Tony marca en ella un punto de inflexión. Esta niña enigmática, con una madre que trabaja como bailarina y una imaginación desbordante, se convierte en la chispa que transforma la existencia aislada de Tony. Juntos, se aventuran en un viaje lleno de misterio, donde descubren la verdadera esencia del edificio en el que viven, enfrentándose a una fuerza oscura que absorbe la luz y las emociones humanas.

Lo más destacable de la historia es la profundidad emocional de los personajes. Tony, con su anhelo de conexión y su deseo de ser aceptado, y Shelly, con su libertad y su visión única del mundo, conforman una dupla emocionalmente resonante. La manera en que sus personalidades se complementan y se desafían mutuamente hace que su viaje sea verdaderamente conmovedor y lleno de momentos emotivos.

Tony, Shelly y la linterna mágica es una experiencia visual que adentra al espectador en un mundo de maravilla y encanto a través de la animación stop motion. Dirigida por Filip Posivac, reconocido dibujante checo por obras como Hunger Bear Tales, esta película logra capturar la esencia de la amistad, la diversidad y la superación personal, explorando temas profundos mientras ofrece una historia cautivadora y sinceramente emocional.

La técnica de stop motion empleada es una verdadera hazaña. Las marionetas están meticulosamente diseñadas, y cada detalle en los escenarios y personajes muestra un trabajo artesanal excepcional. La dirección artística destaca al representar los espacios del edificio de manera onírica y mágica, sumergiendo al espectador en un mundo imaginativo y atractivo. La inclusión de imágenes en 2D con la linterna mágica de Shelly contrastan de forma excelente con el resto de la obra, potenciando la apariencia sobrenatural de esta.

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Además, la película logra mantener un equilibrio entre el entretenimiento para el público infantil y el atractivo para el público familiar. Si bien se incluyen elementos de humor y aventura para cautivar a los más pequeños, también se abordan temas más profundos, como la identidad, la aceptación de las diferencias y la conexión humana, pensadas para llegar a un público más adulto.

Otro aspecto a destacar es la inclusión de personajes adultos con estilos caricaturescos que recuerdan a estéticas de Tim Burton y Henry Selick. Esto, aparte de añadir capas de profundidad a la historia, aporta un valor muy a tener en cuenta en la propia trama. Sus pintorescas formas hacen parecer a Tony menos especial de lo que es por brillar, dejando ver que cada cual tiene sus características que lo hacen diferente. Siendo esto en sí, el poso de la propia historia.

En conclusión, Tony, Shelly y la linterna mágica es una obra que ofrece una experiencia conmovedora y reflexiva. A través de su técnica visual impecable, su narrativa y su universo mágico e imaginativo, logra transmitir un mensaje profundo sobre la aceptación, la amistad y la belleza de ser uno mismo. Una película que, más allá de su apariencia encantadora, deja la sensación en el espectador de estar delante una obra con peso e identidad que puede fácilmente hacerse hueco al lado de grandes títulos del género como Coraline o Kubo.

'Tony, Shelly y la linterna mágica': una aventura luminosa