jueves. 18.04.2024
Sentimiento de culpa
Sentimiento de culpa

La palabra culpa, etimológicamente del latín culpa, significa imputación o falta. El DRAE en su primera acepción define la culpa como imputación a alguien de una acción como consecuencia de su conducta. La idea que subyace parece referirse a la necesidad individual (o al deber moral) de acusar a alguien (incluso a nosotros mismos) de algo.

En el mundo clásico, diversos términos indican que la culpa puede referirse a una deuda (ta opheilómena), a la responsabilidad o causa (aitía), o a la trasgresión de una norma de conducta establecida (hamartía). Hasta Hesíodo, el concepto de culpa no contenía todavía una referencia moral, equivalía al error o al quebrantamiento de un precepto de culto o de una norma o costumbre, sin referencia a la intencionalidad o inadvertencia del sujeto. La tradición griega se mueve más en una cultura de la vergüenza. Eurípides señalaba la posibilidad de una acción culpable en contra de un saber mejor. La sofística acentuó el concepto de culpa como proceder culpable. Platón impulsó una concepción intelectualista, que supone que nadie es malo por voluntad libre. El antiguo concepto de error en el cumplimiento de un rito sagrado aparece ahora convertido en error intelectual. Para Aristóteles, la culpa nace de una decisión voluntaria y libre del hombre, y no de la supuesta maldad natural o incluso del carácter del sujeto. El grado de culpabilidad depende de los presupuestos verdaderos o falsos de aquella decisión libre y voluntaria. La tradición bíblica puso el acento en la capacidad de autodeterminación y en la responsabilidad personal del hombre. El origen del mal moral se encuentra en lo más profundo del hombre. La intervención de la conciencia moral de cada uno es lo que hace al hombre culpable ante su propia conciencia, ante los otros y ante Dios.

Posteriormente, a través de la moral filosófica y la filosofía del derecho se pasa a otros planteamientos. Así, Kant trata el concepto de culpa en relación con el de deber moral. Para Hegel, toda acción moral comporta la posibilidad de tener que reconocerse, culpable y responsable de consecuencias desconocidas. Kierkegaard retorna, de alguna manera, al concepto religioso de culpa. Para este autor el hombre tiene miedo a pecar, el hombre peca y por la angustia de ser culpable, se hace culpable. Nietzsche se inspira de nuevo en la tragedia griega. Se rebela contra toda equiparación de culpa y castigo en una misma balanza. La culpa es más bien el cauce para salir de este mundo de culpabilidad y acceder a un mundo más allá del bien y del mal. El pensamiento ilustrado pone el concepto de culpa en relación con el origen del mal. El mal se relaciona con la libertad humana y con el mundo creado por los hombres dotados de libertad. La pregunta se radicaliza al indagar en el origen de la posibilidad misma del mal moral. Ricoeur busca este origen en los conceptos de labilidad, de limitación, de no adecuación del hombre consigo mismo y de la desproporción entre finitud e infinitud.

Podemos afirmar, que en general, entendemos que la culpa es una emoción de tipo secundario, es decir, una reacción emocional a la convicción de ser responsable de algo, y por lo tanto de haber cometido algo reprobable, que acarrea un sentimiento de culpabilidad.

La culpa en el psicoanálisis puede ser consciente o inconsciente, y en ambos casos deriva, según Freud, del conflicto entre el superyó y los deseos sexuales y agresivos infantiles, conflicto que es una representación interiorizada y una perpetuación de los conflictos entre el niño y sus padres. El sentimiento de culpa resulta directamente influido por el grado en que el individuo manifiesta sus sentimientos agresivos, volviéndolos contra sí mismo como condena moral. El sentimiento de culpa inconsciente está en la base entre otras de las actitudes masoquistas, para Freud: “es como si se hubiera sentido un alivio al poder enlazar ese sentimiento inconsciente de culpa con algo real y actual”.

Se distinguen cuatro tipos de sentimientos de culpa:

En primer lugar, sentimiento de culpa reflexivo: Está ligado a la evaluación cognitiva de que no se ha estado a la altura del ideal del Yo y de los valores a los que la persona se ha adherido y que ha internalizado. En la culpa reflexiva no está sólo la preocupación por las consecuencias de las propias acciones, ni sólo la empatía hacia el otro, por el daño que le ha causado. Es un tipo de culpa que presupone capacidades cognitivas e introspectivas por parte del individuo: una emoción que podríamos decir constructiva y no destructiva, que contemple una orientación hacia los demás. En segundo lugar, sentimiento de culpa irracional: Puede ser de tipo consciente o inconsciente. En el primer caso, la persona es capaz de enfocar una o más acciones que ha realizado e imaginar haber decepcionado al otro o haber dañado, de alguna manera, la relación con él. En caso de ser inconsciente, la persona podría sentirse culpable y pensar que es indigno, sin saber exactamente las razones. En tercer lugar, sentimiento de culpa patológico: Está ligado a una culpa irracional que lleva consigo una angustia que atenaza al sujeto. Es un sentimiento de culpabilidad neurótico, inmediato y destructivo. La autocrítica individual se desencadena en la persona por la convicción de no haber estado a la altura de las expectativas que los demás tenían sobre ella y no por haber faltado a los ideales a los que se adhirió personalmente. El sentimiento de culpa irracional no tiene nada que ver con el crecimiento moral del individuo y no lo impulsa a madurar hacia el ideal del Yo; más aún, en estas circunstancias podemos observar a menudo la compresión de ansiedad generalizada, sentimiento de impotencia o incluso desesperación. En cuarto lugar, sentimiento de culpa saludable: Es una emoción moral útil también para el desarrollo social del individuo, que así se da cuenta de sus propios fracasos y de sus propias responsabilidades. Esta emoción saludable ayudaría a tener comportamientos futuros más morales.

Podemos decir que existen dos tipos principales de culpa según si la causa que la provoca es fácilmente identificable o no. Las ideas de culpa sana y culpa neurótica. La culpa sana es aquella que sentimos de forma cotidiana, tras darse cuenta de que se ha hecho daño a alguien. Es el arrepentimiento que se siente cuando hemos dicho o hecho algo que, después, nuestra empatía nos ha hecho ver que estaba mal hacerlo. Es esa misma empatía la que nos empuja a reparar el daño y evitar que vuelva a suceder. Es en esta idea donde podemos ver la funcionalidad de la culpa desde una perspectiva evolucionista, motivándonos a establecer conductas compensatorias, comportamientos altruistas de nueva aparición para corregir los errores que han dañado nuestras relaciones sociales. Suele venir acompañada de intentos de prevención y reparación de lo que se ha hecho, puesto que la persona sabe que se siente mal porque ha hecho algo malo. La culpa neurótica, enfermiza, desde una perspectiva psicoanalítica se contempla cuando los sentimientos asociados a la culpa no parecen estar conectados con ninguna realidad causante. A pesar de no conocerse la causa del sentimiento de culpa, así la culpabilidad se sigue sintiendo en forma de una pesada carga que acompaña a la persona de forma constante. Como no se sabe de dónde viene esa culpa, la persona tiene muy difícil deshacerse de esta emoción mediante comportamientos compensatorios. ¿A quién he hecho daño? ¿Qué es lo que he hecho? ¿Se puede solucionar todavía? Estas preguntas no reciben respuesta, son fruto del proceso morboso, pero la persona se sigue sintiendo culpable y su vida puede convertirse en una pesadilla.

Por último, compartir esta reflexión de William Shakespeare de su obra Julio César: “¡La culpa, querido Bruto, no es de nuestras estrellas, sino de nosotros mismos, que consentimos en ser inferiores!

Aspectos cuasi existenciales de la culpa