sábado. 20.04.2024

Para él el ser humano en su origen es algo indeterminado, y sólo nuestras elecciones y acciones forman nuestra personalidad. Sartre introduce el concepto de “condición humana” que son los límites comunes a todos los hombres; serían los siguientes: 1. estar arrojado en el mundo; 2. tener que trabajar; 3. vivir en medio de los demás; 4. ser mortal. Todo individuo se ha tenido que enfrentar a estos hechos inevitables y ha resuelto de distintos modos los problemas vitales a los que conducen. Con estos cuatro puntos Sartre se refiere a la inevitable sociabilidad humana, a la inevitable libertad en la que vive el hombre y a la inevitable indigencia material de nuestra existencia, indigencia que obliga al trabajo y a las distintas formas de organización social que sobre el trabajo se levantan. La existencia de la “condición humana” es lo que puede hacernos comprensibles los distintos momentos históricos y las vidas particulares; aunque los proyectos humanos sean distintos no nos son extraños porque todos son formas de enfrentarse a estos límites. Todo proyecto, por muy individual que parezca, tiene un valor universal: “hay universalidad en todo proyecto en el sentido de que todo proyecto es comprensible para todo hombre”. Sartre no niega los condicionamientos de la existencia humana. Los obstáculos que se encuentra el hombre se los crea libremente él mismo hombre, en función de los proyectos que se ha trazado. La libertad del hombre no es para elegir su ser, sino su modo de ser. Por los actos que vamos realizando nos vamos haciendo de una determinada manera. La conciencia es la que confiere sentido tanto a nuestro entorno como a nuestro pasado. Cada hombre hace una elección original al proyectar su yo ideal, esta proyección implica una serie de valores y una línea de actuación. El ideal de un hombre no siempre coincide con el que el pretende seguir. 

En la Teoría de la Autodiscrepancia se aborda el yo ideal, el yo real y el yo responsable. Algunas personas conciben sus metas o estándares como esperanzas o aspiraciones (guías ideales). Otros individuos visualizan sus metas como deberes u obligaciones (auto exigencias). De acuerdo con la teoría de la autodiscrepancia, esta diferencia entre ideales y deberes tiene la respuesta al misterio de por qué las personas tienen diferentes reacciones emocionales ante los mismos eventos negativos. Esta teoría propone que las vulnerabilidades emocionales de las personas dependen del tipo de autoguía que motive sus vidas: desánimo y depresión cuando dominan los ideales. Agitación y ansiedad, cuando dominan las exigencias. Así, Higgins distingue pues tres tipos de Yo, que influyen en el desarrollo personal: el Yo ideal, el Yo real y el Yo responsable:

· El Yo ideal. Este es el Yo que nos gustaría ser. Así, en él se recopilan el conjunto de aspiraciones y expectativas que tenemos sobre nosotros mismos.

· El Yo Real: es la percepción y representación de las características que se atribuye el sujeto a sí mismo. 

· El Yo responsable. Esta dimensión responde al Yo que debería ser. Los atributos que alguien (uno mismo o los demás) creen que se deben poseer. Es decir, una representación del sentido que tiene alguien de su deber, obligaciones o responsabilidades.

El Yo ideal y el Yo responsable nos marcan objetivos y metas. El primero de ellos se refiere a los deseos y el segundo responde más a un plano moral o ético.

“El optimista tiene siempre un proyecto; el pesimista, una excusa”

Cuando existen discrepancias las personas sufren emocionalmente. Si el yo real es discrepante de un ideal, las personas se sienten tristes, decepcionadas, desanimadas y deprimidas. Mientras que si es el yo real discrepa de un deber, las personas se sienten preocupadas, nerviosas y tensas; en definitiva, ansiosas. 

Las discrepancias entre los diferentes Yo son, en realidad, crisis de identidad. Se crean dos tipos de situaciones negativas: la ausencia de resultados positivos, que se asocian con emociones relacionadas con el abatimiento, y la presencia de resultados negativos, que se asocian con emociones relacionadas con la agitación. La discrepancia entre el Yo real y el Yo ideal se caracteriza por emociones relacionadas con la desesperación, como la decepción y la insatisfacción y se asocian con la depresión y una baja autoestima. Se caracterizan por la anticipación de resultados poco positivos. Puede darse también sobre esa parte del yo ideal en el que se recogen las expectativas que los demás tienen sobre nosotros y que hacemos nuestras. En este caso se añade la emoción de la vergüenza y la pérdida de prestigio. Cuando la discrepancia se da entre el Yo real y Yo responsable, es decir, con lo que consideramos nuestro deber y nuestras obligaciones, las emociones que se producen están asociadas a la agitación. Se generan expectativas de castigo, la persona se vuelve vulnerable al miedo.

Desde las Teorías del Aprendizaje el proceso de desarrollo humano tiene tres etapas. La primera de ellas es la toma de conciencia, la segunda es el diseño de un plan de acción de las nuevas conductas a incorporar (incorporar, hacer parte del cuerpo) y la tercera es el desarrollo del nuevo hábito que surge cuando la persona pone en práctica (practica un número importante de veces) el nuevo comportamiento. Cuando uno pone en práctica el plan producto de la toma de conciencia y desarrolla el hábito recién se puede decir que la persona ha aprendido. Son tres los niveles de aprendizaje de un ser humano.

· El primero de ellos ocurre en la vida misma, actuando y haciendo las cosas cotidianas (personales y laborales) en las que se involucra producto de sus decisiones y lo que le demandan otras personas o circunstancias. Uno aprende en la práctica.

· El segundo nivel de aprendizaje es aquél en el que la persona reflexiona ‘observándose’ a sí misma actuar. Es como si se subiera a un balcón y desde allí evaluara su accionar. Al hacerlo puede diseñar planes de cambio, desarrollo y mejora, implementarlos y aprender. A este tipo de aprendizaje se le llama cambio adaptativo o simplemente cambio. 

· El tercer nivel de aprendizaje es aquél en el que el individuo ‘observa’ al observador, esto es, se queda analizando, evaluando, observando los paradigmas, creencias, mapas, per-conceptos, criterios que utiliza para observar su conducta. A este tipo de aprendizaje se llama cambio transformacional o transformación. 

Por último, compartir esta reflexión: “El optimista tiene siempre un proyecto; el pesimista, una excusa”.

El proyecto personal visto desde la antropología cultural