viernes. 19.04.2024
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La Presidenta participa del Tedeum del 25 de mayo en la catedral metropolitana | Foto: Casa Rosada

@jgonzalezok | Aunque la catedral de Buenos Aires queda en la misma Plaza de Mayo en la que está la Casa Rosada, Cristina Fernández evitó en los últimos años el tradicional Tedeum que se celebra en la misma cada 25 de Mayo, que conmemora la Revolución de Mayo, que sentaría las bases para la independencia argentina. .

El último Tedeum al que asistió la presidente fue en 2006, esa vez en calidad de primera dama. Las homilías del entonces cardenal Bergoglio molestaban mucho a los Kirchner, que decidieron no volver a exponerse a ninguna crítica. En los años posteriores, la celebración de la fecha patria sería en distintas provincias, rompiendo una tradición que se mantenía desde 1810.

La vuelta de la presidente a la catedral de Buenos Aires tiene que ver con la reconciliación con la iglesia católica, propiciada por la elección del papa Francisco. Néstor Kirchner llegó a considerar al entonces cardenal Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires, como el jefe espiritual de la oposición. Las diversas declaraciones de Bergoglio y los documentos del episcopado argentino de la época, en los que hablaron de la pobreza, la exclusión, el narcotráfico o la corrupción, fueron considerados siempre como una agresión contra el gobierno kirchnerista.

El de este domingo fue el primer Tedeum oficiado por Mario Poli, el sucesor de Bergoglio en el arzobispado de Buenos Aires. El mensaje central fue un llamamiento al diálogo y la unidad, apoyándose en citas del papa Francisco: “cuando los líderes de diferentes sectores me piden un consejo, mi respuesta siempre es la misma, diálogo, diálogo, diálogo. El único modo de que una sociedad crezca es la cultura del encuentro”. Poli dijo, de su propia cosecha: “hoy, o se apuesta por el diálogo, por la cultura del encuentro, o todos perdemos”.

Aunque el kirchnerismo se ha caracterizado por sus posturas hegemónicas y la sistemática descalificación del adversario, el mensaje de Poli no provocó un disgusto aparente en la presidente. Aunque en un discurso horas después, en la Plaza de Mayo, Cristina Fernández dio su respuesta: “no me interesa la unidad nacional para volver para atrás, no me interesa la unidad nacional para no ocuparse de los pobres, no me interesa la unidad nacional que tengo que decir que sí a culturas que no tienen nada que ver con nuestra historia y necesidad”.

En cualquier caso, el mensaje del obispo Poli no fue tan difícil de digerir. Para el gobierno argentino es mucho más difícil de enfrentar las denuncias de la pobreza y la violencia, convencido como está que la primera fue casi derrotada por el kirchnerismo y la segunda es una construcción de los medios enemigos.  

Antes de este Tedeum que, de alguna manera, sella la reconciliación de Cristina Fernández con los obispos argentinos, se produjeron algunos episodios que causaron roces con la iglesia. En primer lugar, un documento de los obispos en el que afirmaron que Argentina estaba “enferma de violencia”. Y que se promueve “una dialéctica que alienta las divisiones y la agresividad”. El documento también denunciaba la exclusión social, la precariedad laboral, “el empobrecimiento estructural de muchos y la insultante ostentación de riqueza de otros”. Un artículo periodístico de uno de los obispos, intentaría después suavizar las críticas.

El segundo suceso fue, en realidad, intrascendente, aunque también sonado. La Casa Rosada publicó un cálido pero breve mensaje del papa a la presidente, con motivo de la fiesta patria del 25 de Mayo. Un obispo, desde Roma, alertó que no era auténtico, que Francisco no lo había escrito. Durante unas horas todo fue confusión y en el Vaticano terminaron asumiéndolo como auténtico. Seguramente el papa ni se enteró del mensaje, similar al que se envía a todos los países en fechas similares. Pero el entredicho provocó roces y acusaciones cruzadas, con la prensa como principal objetivo de la furia oficialista.

En la recta final de su gobierno –le queda un año y medio-, y cuando las dificultades se acumulan, Cristina Fernández está recibiendo un apoyo nada despreciable del papa. El mensaje que Francisco les deja a todos los visitantes que recibe en el Vaticano –y son legión los argentinos de todo tipo que viajan a Roma-, es: “cuiden a Cristina”. El papa ha olvidado los desplantes y las acusaciones de su época como arzobispo de Buenos Aires, sigue día a día los sucesos en su país y está haciendo lo posible por ayudar a que el gobierno de Cristina Fernández acabe de la mejor manera posible.

Durante los primeros años del kirchnerismo, se le imputó a Bergoglio haber colaborado  con la dictadura. Néstor Kirchner tuvo encontronazos graves con la cúpula eclesiástica desde el comienzo de su mandato. Y hubo algunos episodios especialmente graves Así sucedió en 2005, cuando el obispo castrense, Antonio Baseotto, declaró que el entonces ministro de Salud, Ginés González García, favorable al aborto y el reparto de preservativos, “merece que les cuelguen una piedra de molino al cuello y lo tiren al mar”. Kirchner quiso forzar la salida de Baseotto, pero Bergoglio apoyó al obispo castrense, haciendo aún más difícil la relación. 

El impulso que se le dio al matrimonio igualitario, que se convirtió en ley en octubre de 2010, y proyectos para flexibilizar el aborto no punible, terminaron de deteriorar la relación. Pero el papa no olvida que ha sido la decisión personal de la presidente, contraria al aborto, la que ha paralizado los distintos proyectos de ley presentados en el parlamento.

El sucesor de Bergoglio es Mario Poli, de 67 años, nacido en Liniers, un barrio modesto de Buenos Aires. Es un hombre que parece apostar al bajo perfil: se mueve por la ciudad  en metro, como hacía su predecesor, y heredó de él su alojamiento en Buenos Aires, una austera habitación en la curia en vez del palacio arzobispal. Boy Scout desde los 5 años, es el capellán nacional de la organización. Sin contactos políticos previos, responde fielmente a las directrices del papa, aunque en una entrevista dijo: “yo soy pastor, no político, yo no soy Bergoglio en eso”. En sus primeras declaraciones tras ser nombrado arzobispo, Poli anunció que su relación con el gobierno sería de respeto y colaboración, “pero también con la debida distancia y diferencia”.

El día que Cristina volvió a la Catedral