jueves. 28.03.2024
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Con un 37% de imagen positiva, 16% menos que hace un mes, sostiene una política ecléctica que le ha valido ataques del santismo, en especial de Cambio Radical y del Partido Liberal, y críticas del propio núcleo duro del uribismo

El pasado 7 de septiembre se cumplió un mes de gobierno del presidente Duque y, aunque es muy pronto para hacer un balance exhaustivo sobre el perfil que tendrá su gestión en los próximos cuatro años, ya se pusieron en evidencia algunas de las características de su liderazgo y de las líneas políticas. En la campaña electoral Iván Duque no logró derribar su imagen de novato y en estos treinta días, rápidamente, ha consolidado un perfil ecléctico, a medias entre el pragmatismo de Santos y el ultra-conservadurismo de Uribe.

Con un 37% de imagen positiva, 16% menos que hace un mes, sostiene una política ecléctica que le ha valido ataques del santismo, en especial de Cambio Radical y del Partido Liberal, y críticas del propio núcleo duro del uribismo. Expresa una continuidad en materia económica, en las relaciones internacionales y en la política de seguridad y defensa. Ésta, además, con algunos giros hacia el conservadurismo con la penalización de la dosis personal de droga y el regreso de la doctrina punitiva contra el campesinado cultivador de hoja de coca. Respecto al acuerdo de paz del Estado con las FARC, parece haberse decantado por el deterioro en la implementación iniciada en el Gobierno de Santos y dejar que las dificultades recaigan sobre la ex guerrilla, además de endurecer las líneas de negociación con el ELN.

Coalición de Gobierno: uribistas, conservadores y evangelistas

El primer desafío encarado por Duque fue construir acuerdos de gobernabilidad con las bancadas parlamentarias. De acuerdo al Estatuto de la Oposición -instrumento legal que funciona por primera vez para garantizar el ejercicio de la oposición-, las bancadas de los partidos con representación parlamentaria pueden declararse como parte del Gobierno, de oposición o independientes.

El partido Centro Democrático (uribismo), el partido Conservador, el partido de la U (el partido de Santos), el partido evangelista MIRA y el partido evangelista Colombia Libre Justa se definieron como de Gobierno, sumando 53 de 108 senadores, y 83 de 172 representantes a la Cámara.

Cambio Radical y el Partido Liberal se definieron independientes, sumando 30 senadores y 65 representantes a la Cámara.

El Partido Verde, Polo Democrático, Decentes, la FARC, Mais, Alianza Social Indígena, se declararon de oposición, sumando 24 senadores y 24 representantes a la Cámara.

Lo anterior significa que el Gobierno de Duque no tendrá mayoría en ninguna de las dos Cámaras, y que se verá obligado a negociar todos los proyectos de ley con las bancadas declaradas como independientes y/o con las de oposición

Lo anterior significa que el Gobierno de Duque no tendrá mayoría en ninguna de las dos Cámaras, y que se verá obligado a negociar todos los proyectos de ley con las bancadas declaradas como independientes y/o con las de oposición.

El escenario probable es que Cambio Radical, liderado por Germán Vargas Lleras, apueste al rápido desgaste del Gobierno Duque. El Partido Liberal también pretende hacer valer su bancada y, de forma tácita, está exigiendo al Gobierno una negociación directa sacando del medio al presidente de esa colectividad, el ex presidente César Gaviria.

Con las propias bancadas declaradas como parte del Gobierno, también tendrá que negociar, en especial con el Partido de la U del ex presidente Santos, pues figuras importantes de ese partido no están de acuerdo con ser parte del Gobierno; 16 senadores y representantes a la Cámara se opusieron a dicha decisión tomada por una mayoría de 25 parlamentarios. Algunos de los destacados congresistas de ese partido, se enemistaron duramente con el uribismo, durante el gobierno de Santos, por la dura oposición y los ataques personales en contra del ex mandatario.

Sin mayorías, Duque le apuesta a emitir decretos en temas generales de gobierno, aunque tendrá que pasar por el trámite del Congreso asuntos clave para la gestión como, por ejemplo, los presupuestos generales de la nación, la reforma tributaria, las decisiones en materia del Acuerdo de Paz, entre otros. En definitiva, un Gobierno que parecía aprisionado por el dogmatismo de Uribe y atacado por la férrea oposición de Petro estará aprisionado, también, por los partidos que pertenecieron a la coalición de Gobierno de Santos, que tendrán la última palabra en la agenda legislativa.

Continuidad y cambio en las relaciones internacionales

Iván Duque decidió salir a buscar a sus dos principales socios en el exterior, EE.UU. y España, para definir el rumbo de sus relaciones internacionales. Las intensas visitas antes de su posesión y las recientes visitas del secretario de Defensa y jefe del Pentágono, James Mattis, y del presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, reflejan un camino de fortalecimiento de esas dos relaciones bilaterales como centrales en su política exterior. A su vez, refuerzan la idea de eclecticismo en su Gobierno, que trata de congraciarse con la socialdemocracia europea y con el Gobierno de Donald Trump en simultáneo.

En la continuidad de la agenda con EE.UU., Duque ha decidido volver a implementar la política punitiva en la lucha contra los cultivadores de hoja de coca, con la persecución judicial y la fumigación con glifosato –que se viene implementando desde la Presidencia de César Gaviria, a comienzos de los años 90–. Retoma una política que no ha significado ni la reducción de las hectáreas de hoja de coca cultivadas, ni la solución al problema de la economía transnacional del narcotráfico.

El otro asunto, utilizado como herramienta de consenso interno y de iniciativa externa relacionada con la política de EE.UU. es el activo papel del canciller Carlos Holmes Trujillo y del propio Duque en relación con el Gobierno de la República Bolivariana de Venezuela. Con su accionar, siguen promoviendo una campaña mediática que describe una crisis humanitaria con la migración venezolana, generando un ambiente de intervención y de aumento de las sanciones económicas en contra del país bolivariano. Duque, con ello, refuerza su figura uribista y, a la vez, da continuidad a la posición de Santos en contra de Venezuela, iniciada a partir de la firma del Acuerdo de Paz con las FARC, luego del papel facilitador que cumplió el Gobierno del país vecino.

Agenda política con la imagen en caída libre

En el primer mes de gobierno, Duque ha reafirmado su perfil ecléctico, con una repercusión negativa sobre su imagen pública. Según la encuestadora Yanhass, que realiza una medición semanal, se produjo un descenso vertiginoso de la imagen positiva de Duque, que sólo llega al 37%, 16 puntos menos que la registrada en la segunda vuelta (53%) en las pasadas elecciones-. A su vez, la desaprobación del gobernante ha crecido y se ubica en 41%.

A la pregunta de por qué la ciudadanía desaprueba a Duque, el 27,1% destaca como motivación la propuesta de reforma tributaria, el 11,5% dice que no ha cumplido con lo prometido, el 8,7% señala no estar de acuerdo con el Gobierno, y el 5,7% lo ve como incompetente. Quienes lo ven de forma positiva lo hacen por conceptos más generales: el 13,9% dice que lo ve bien porque está trabajando fuertemente por dar un giro al país, el 12,5% dice que está comenzando, por lo que es preciso darle tiempo, y el 10,5% dice que le gusta el Gobierno[iv].

La reforma tributaria y el ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, están en el ojo del huracán. Los sectores de trabajadores y la empobrecida clase media temen que con la reforma tributaria se disminuya más su poder adquisitivo. Ello es porque la columna vertebral del proyecto es eliminar impuestos a los grandes empresarios y cargar de impuestos a la canasta familiar y a los salarios mayores a los 650 USD (1,900.000 COP). Esta situación se ve agravada por las denuncias de la oposición en el Congreso y de periodistas de investigación, sobre un detrimento patrimonial del Estado por la emisión de unos “bonos del agua”. Por dicha emisión 117 municipios terminaron con deudas astronómicas que favorecieron a capitales de empresas en Panamá, señaladas en las pesquisas de los Panamá Papers y que originaron una citación al ministro Carrasquilla para dar explicaciones en el Congreso.

Como medidas de contención a esta bajada en las encuestas –y con las salidas en falso de sus ministros–, el presidente anunció la promulgación de un borrador de decreto que permite a la policía incautar y multar a los ciudadanos que tengan en su poder una dosis personal de marihuana. Una definición contraria a la efectuada por la Corte Constitucional, que en 1994 superó este debate y aprobó la dosis personal, basándose en un concepto de salud pública, y atendiendo a los argumentos estadísticos sobre la ineficacia de la prohibición.

En la agenda de paz, Duque mantiene su oposición a algunos puntos del Acuerdo, pero no tiene las herramientas jurídicas para revertirlo, ni las mayorías en el Congreso para tramitar cambios sustantivos. Se ha definido por mantener la inoperancia en la implementación, como continuidad de la política de Santos, y a generar más dificultades al interior de la FARC. En la ex guerrilla una parte importante de sus miembros está reclamando a su dirigencia por los incumplimientos: asesinatos que ya llegan a 70 y la inestabilidad jurídica que supone los ataques permanentes del fiscal general de la Nación y del Gobierno a la Justicia Especial para la Paz.

En relación con el proceso del ELN, Duque ha endurecido las exigencias para mantenerse en la mesa de negociación, dejando a las muestras de buena voluntad de la guerrilla la posibilidad de continuidad. Este escenario se venía dando ya desde el Gobierno de Santos, acentuado por la presión conservadora de su coalición. Los diálogos se pueden volver inviables si el tiempo pasa y no se retoma una agenda permanente y con horizontes realizables, mucho más en un contexto de sistematicidad de asesinatos de líderes sociales y ex guerrilleros que enlutan al país y generan un ambiente de zozobra para la oposición.

Apuntes concluyentes

A un mes de la asunción del cargo, el presidente Duque sufre un rápido agotamiento de la popularidad y apoyo heredados de su padrino político, Álvaro Uribe, quien hoy vive sus horas más bajas ante el avance del proceso judicial que lo señala de realizar presiones indebidas a testigos.

El presidente ha tratado de hacer un equilibrio entre su posicionamiento ante los sectores más conservadores de la sociedad -donde trata de mostrarse como un líder de “mano dura”- y su flexibilidad ante temas de debate público traídos a colación por figuras del progresismo –y que son mal vistos a la interna de su propio partido–. Este es el caso de su participación en la Consulta Anticorrupción, sobre la que el mismo Uribe señaló: “No voto la consulta engañosa y he cuidado con transparencia y austeridad los recursos del Estado a lo largo de mi carrera pública”, reacio a participar en el proyecto impulsado por una de sus más álgidas críticas, la ex senadora del Partido Verde, Claudia López.

El nombramiento del ex procurador Alejandro Ordóñez para ser embajador ante la OEA, fue otra de las decisiones del mandatario que le suman más rechazo y que generan mayores contradicciones: la lucha contra la corrupción que quería reflejar Duque quedó desenmascarada con la elección de un ex funcionario corrupto para representar a Colombia ante el organismo internacional. El Consejo de Estado anuló la reelección de Ordoñez como Procurador General por utilizar nepotismo para ganar el apoyo de la Corte Suprema. Además, es un acérrimo enemigo público del sistema interamericano de justicia que lidera la OEA, que han fallado en contra del Estado colombiano por crímenes contra líderes sociales y políticos de oposición.

Como un acróbata, Duque continúa haciendo equilibrios para mantener a todas las fuerzas políticas de su parte, pero las definiciones que más afectan a la sociedad están todavía por venir. La discusión del salario mínimo, la reforma tributaria y el ajuste fiscal, con implicaciones en programas como “Ser Pilo Paga” –para financiar las carreras universitarias de jóvenes de escasos recursos– son los próximos temas a discutir y que, seguramente, mellarán su frágil liderazgo y dificultarán más la débil gobernabilidad del recién electo presidente de Colombia.


Artículo publicado originalmente en CELAG

Balance de un mes de gobierno de Iván Duque en Colombia