viernes. 19.04.2024
Macri Temer
Los presidentes de Argentina, Mauricio Macri, y de Brasil, Michel Temer, en una imagen de archivo.

La democracia, en manos de la derecha neoliberal que se ha alzado con el poder en América Latina, no es sino el regreso de un modelo que las dictaduras ya aplicaron en la región durante las décadas de los 70 y 80

No hicieron falta tanques militares para que la derecha más salvaje lograra regresar al poder en América Latina. El golpe parlamentario que terminó con el gobierno de Dilma Rousseff es el eslabón más reciente de una serie de golpes blandos que empezó con el derrocamiento del presidente de Honduras, Mel Zelaya, en el 2009, y siguió con el de Paraguay, Fernando Lugo, en 2014.

A principios de la década pasada las nuevas instituciones regionales como Mercosur y el Unasur, habían servido para evitar la interrupción de regímenes democráticos en Ecuador y Bolivia, y conflictos bilaterales como Colombia-Venezuela, Colombia-Ecuador o Bolivia-Chile, desacuerdos que en tiempos de la Guerra Fría habrían tenido a Estados Unidos como protagonista principal y árbitro eventual.

Frente a esta integración de América Latina aparece una nueva estrategia para derrocar a los gobiernos progresistas: los golpes blandos, una táctica escurridiza de la derecha internacional para alcanzar los mismos objetivos de los derrocamientos ilegítimos, ejecutados en décadas pasadas por militares entrenados por Estados Unidos en la Escuela de las Américas, en Panamá.

Las democracias progresistas de Latinoamérica fueron blanco de estos golpes blandos, que buscaron tumbar a sus presidentes con campañas mediáticas basadas en mentiras, incitando al descontento social, la deslegitimación política, y provocando la violencia en las calles; ataques a la economía, guerras psicológicas, paros y otras acciones desestabilizadoras. 

Según explica el politólogo estadounidense Gene Sharp, "la naturaleza de la guerra en el siglo XXI ha cambiado. Nosotros combatimos con armas psicológicas, sociales, económicas y políticas". Sharp sostiene que se trata de una estrategia de “acción no violenta”, que no recurre a la fuerza bruta para hacerse con el poder.  “Éstas son las armas que en la actualidad se usan para derrocar gobiernos sin tener que recurrir a las armas convencionales”.

La serie de juicios contra exdirigentes progresistas, la criminalización de sectores afines a la soberanía económica, los golpes de economía a los países de conciencia popular, son algunos de los aspectos que recobran significado y nos advierten de la inminente reconfiguración de un nuevo Plan Cóndor en América Latina. La reedición del Plan Cóndor busca la coordinación de los dirigentes de derecha en América Latina para aislar del contexto regional a las naciones con gobiernos progresistas. El nuevo Plan Cóndor busca el revanchismo político de la derecha al destruir y desprestigiar los avances sociales alcanzados por los gobiernos de corte socialista.

Un accionar fácilmente identificable es el empleo de campañas mediáticas para criminalizar y hundir políticamente a quienes caracterizaron su gestión por una economía popular. Además de buscar que sean procesados y desterrados del ámbito político, se recurre a los medios de comunicación que buscan influir en la población, atemorizándola, manipulándola y deslegitimando todo cuanto tenga que ver con el gobierno de corte popular. Esta es la herramienta fundamental con la que el neoliberalismo manipula a las masas para llegar al poder. La estrategia, según Sharp consiste en cinco pasos para provocar golpes suaves: ablandamiento; deslegitimación; calentamiento de calle; combinación de formas de lucha y fractura institucional.

La democracia, en manos de la derecha neoliberal que se ha alzado con el poder en América Latina, no es sino el regreso de un modelo que las dictaduras ya aplicaron en la región durante las décadas de los 70 y 80. Las similitudes desvirtúan su denominación, acercándola más a esta suerte de dictocracia que padece la región.     

América Latina, de la democracia a la dictocracia