sábado. 20.04.2024
Foto: Twitter @Sumar

Voy a mostrar mis cartas. Nieto de un exilado republicano al que conocí en París, voté primero al Partido Comunista y luego al PSOE por aquello del voto útil. Reconozco que Podemos nunca me convenció, máxime tras carearme con un tal Iglesias tras ver juntos en el Zinemaldi Política, un manual de instrucciones. Iñigo Errejón y Mónica García han sido mis últimas papeletas y celebré sobremanera que un ensoberbecido Pablo dejara la política por más de una razón (imagino). A mi me gustaba mucho Rubalcaba y suelo coincidir con Madina. De Sánchez aprecié su gesto de no votar a Rajoy, para luego volver con un apoyo de la militancia del PSOE, que no siguió las consignas de sus dirigentes. A Susana Díaz le salió mal su maquiavélica jugada. Es lo que tiene ponerse a jugar con fuego. Te puedes quemar.

Sin duda, Pedro, en comparación con los Pablo y el Albert sólo podía triunfar. Pero eso dice más de sus adversarios y no tanto de sus presuntas cualidades como líder político. Durante un tiempo el éxito se atribuía sin más a Iván Redondo. Aquí tengo una opinión difusa. Me pareció que al asesor se la había pasado el arroz, pero ahora no lo tengo tan claro, porque Bolaños ha tenido alguna metedura de pata que no admite paliativos. Lo que nos ocupa es quién será el próximo inquilino de La Moncloa. ¿Un Feijóo que ni siquiera es diputado y entiende que las miserias de su partido no van con él, como también pretendió hacer Casado

Ignoro si el sorpasso que soñó Iglesias pueda conseguirlo Yolanda Díaz. Me parece complicado, pero tampoco es imposible. Basta con que sepa rodearse de la gente idónea y desvincularse de Podemos. Esa marca ya es historia y sólo resta, como demostró el propio Pablo Iglesias en Madrid al medirse contra Isabel Díaz Ayuso. Iglesias tan sólo conseguía dividir, como bien vio su amigo Iñigo Errejón. Pero ahora no basta con sumar. Eso ya lo ha intentado Más Madrid (con éxito, dicho sea de paso) y Más País. Ahora toca más bien multiplicar. Muchos estamos deseando escuchar un sermón desde una montaña que multiplique los panes y los peces.

Yolanda tiene el reto de convencernos a quienes todavía creemos en la política y sobre todo a los que no tienen ese credo, que podemos cambiar las cosas entre todos

Como ministra de trabajo Yolanda Díaz ha demostrado que cabe conseguir acuerdos y ambicionar metas que pueden conseguirse. Los ciudadanos necesitamos abrigar alguna mínima esperanza de que la política puede cambiar las cosas. Que las reglas económicas no son un dogma indiscutible y que la precariedad no es algo consustancial a las nuevas generaciones, a las que no se debería robar el futuro impunemente. Tiene que saber involucrar a la sociedad civil y que nuestro parlamento sea vea poblado por gente con vocación de servicio público, no con militantes de un partido sin oficio ni beneficio.

Sánchez supo conquistar el poder de su partido gracias al respaldo que le dieron los militantes. Yolanda tiene un reto mucho más complejo. Tiene que convencernos a quienes todavía creemos en la política y sobre todo a los que no tienen ese credo, que podemos cambiar las cosas entre todos. Que nuestro destino colectivo no está escrito y que no lo deben escribir quienes creen que pueden hacerlo por su situación de poder económico-social. Está bien sumar, pero hay que tender a multiplicar y que cada ciudadano sea el apóstol de una nueva fe política. 

Yolanda, sumar está bien, pero es mejor tender a la multiplicación