jueves. 28.03.2024
 

Dicen que cuando el listo señala a la luna, el tonto mira al dedo y no a la luna y, según me parece, estamos viviendo unos días en los que quieren conventirnos en el tonto de la historia y que miremos al dedo -la equivocación de un desdichado - y no a la luna: la asquerosa y repugnante conducta de los dos diputados de UPN que han llevado su ejecutoria más allá de la ignominia.

Mientras el Karma se cebaba con ese pobre diputado (no doy el nombre para intentar colaborar con el piadoso olvido) dos miserables traicionaban a todos y emitían, de forma traicionera y alevosa, un voto podrido de cobardía. Tanto Carlos García Adanero como Sergio Sayas han escrito una de las páginas más repugnantes de la historia de nuestra moderna democracia. Junto a ellos, en lo peor de esa historia, Eduardo Tamayo y su compañera de traición, María Teresa Sáez. Los cuatro, junto al capitán del Costa Concordia, Francesco Schettino, podrían formar un buen elenco ejemplarizante.

Ellos reivindican su coherencia y se puede decir, sin temor a equivocación alguna, que esa famosa tarde sólo hubo dos votos que no fueron coherentes: los suyos. (Otros, muchos, fueron coherentemente equivocados) Un diputado en las Cortes Españolas es libérrimo para decir cuanto quiera en nombre de sus votantes y para eso tiene la sacrosanta tribuna destinada a explicar, convencer y razonar cada uno de los votos emitidos. Lo que no es coherente en la conducta de un diputado es la traición y la deslealtad más retorcida para con su propia dirección junto a la cobardía de no defender a sus votantes allí donde hay que hacerlo, que para eso les han elegido.

Hay algo que ellos desconocen y que se llama valentía, responsabilidad y honorabilidad, virtudes que, combinadas, hacen que cualquier diputado se levante contra el mundo para defender aquello que, en conciencia, piensa y defiende en nombre de sus votantes. Los votantes de UPN han ejercido su derecho y han comisionado a estos dos señores para que los representen dignamente y con el honor que la Constitución permite y exige, no de la forma que lo hicieron estos miserables.

Cada cual sabrá las razones de los votos emitidos, pero a estas alturas de nuestra experiencia política, todos vivimos con la absoluta convicción moral de que ha habido promesas y recompensas “en diferido” que, seguro, llegarán en las próximas elecciones. Lo que ellos han pretendido es conseguir un doble objetivo: reventar la votación por la espalda y asegurarse un futuro que se presentaba oscuro gracias al frontal enfrentamiento con la ejecutiva de su partido. Que el PP siga señalando, también, ese dedo que oculta la luna es indicativo de que le va muy bien mantener el foco en su diputado y no en la posible relación con los traidores.

Parece que, a estas alturas, apelar a la moralidad de los actos individuales es un juego de ejercicios espirituales de primera comunión, pero cada cual deberá hacer frente a sus compromisos adquiridos y a sus promesas en un plazo no muy lejano y entonces, de forma clara y sin matices, sabremos quién, a cambio de qué y para cuando prometía recompensas y quién, tras negar su existencia, las esperaba ansioso para asegurarse un sueldo y un lugar en esa política que tanto han denigrado.

Ambos viven ahora unos días de explosión mediática lanzando mensajes llenos de una moralina repugnante permitida por unos editores que, de verdad, no sé bien en qué andan pensando. Lo que estos seres repugnantes merecen es aquella antigua pena de Roma llamada Damnatio Memoriae, la destrucción de la memoria pública del repudiado; la eliminación de su nombre de los anales, de los libros, de las leyes, de la vida pública y habitar el silencio más despreciativo posible. Habría que negarles fuego, agua, alimento y cobijo en miles de kilómetros a la redonda de la sede de la soberanía popular, ultrajada y manchada por su traición.

Alegan la insoportable presión que habrían recibido y yo reclamo para ellos la insoportable presión del desdén, del ostracismo más absoluto y que nadie les conceda la posibilidad de retornar a manchar, con su presencia, el Congreso de los Diputados o cualquier otra cámara de representación popular.

Por último, me gustaría remarcar que “no todos son iguales” y que tomar la parte por el todo solo potencia las opciones populistas y falsarias que, gracias a esas afirmaciones y simplezas, tratan de destruir ese inmenso patrimonio común que es la democracia. Son muchos, una inmensa cantidad de políticos honrados, sensatos, coherentes y trabajadores que hacen todo lo posible por honrar sus ejecutorias y se dejan los codos pensando y laborando en pro de lo mejor para todos, cada cual desde su punto de vista. Otra cosa es que la férrea estructura de los partidos les impida decir siempre lo que, de verdad, piensan de estos elementos putrefactos que habitan y denigran el mismo espacio en el que ellos tratan de hacerlo lo mejor posible. 

Que el Karma les sea implacable.

Los dos de UPN, el dedo, el tonto y la luna