viernes. 26.04.2024
 

Se aprobó la reforma laboral y eso permitirá recibir los fondos europeos, además de matizar una precariedad laboral sencillamente inaceptable. Pero también fue toda una lección de cuanto no debería hacerse al negociar acuerdos parlamentarios. Lo sustantivo parece haber quedado en un segundo plano y cada cual calculaba el sentido de su voto para sacar algún rédito.

El maximalismo esgrimido por los republicanos catalanes recuerda el que se aplica en su pitio feudo. Allí todo está pendiente del gran quiliasmo y cualquier iniciativa debe aguardar a su advenimiento. Hasta entonces basta con culpar a los demás de cuanto salga mal por la propia ineficiencia. Al nacionalismo vasco se le agradeció ir al grano, pero priorizaron su dinámica interna sin entrar en el fondo de la cuestión.

Planeó una especie de tamayazo sobre la votación. Una cosa es votar en conciencia contra la disciplina del partido y otra muy distinta tomarnos el pelo a todos, anunciando públicamente una cosa para hacer la contraria sin mediar explicación alguna en sede parlamentaria. Como si hubieran esperado a que se aprobaran unos presupuestos municipales. Los diputados de UPN han mostrado su calaña y hay que agradecérselo.

Haber intentado amarrar ese par de votos con un chalaneo tampoco deja muy bien a la otra parte del arreglo. Fue un éxito sin paliativos lograr el acuerdo de patronal y sindicatos, pero cabe preguntarse si finalmente predominó el qué o los quienes. Hay que aprender para el futuro. Sobre todo aquellos que consideran peor cualquier iniciativa.

Celébrenos el desenlace fortuito y tomemos nota de todas las lecciones que nos han dado nuestros representantes en la votación sobre la reforma laboral. Quizá lo único que no se tuvo en cuenta para votar a favor o en contra.

El gesto de Ciudadanos se ha diluido y aunque sería de agradecer su implicación futura con el gobierno, resulta difícil olvidar sus hazañas para facilitar gobiernos autonómicos de donde se les ha expulsado con cajas destempladas en tres ocasiones. Han pagado muy caro confiar en ese partido popular que cada vez se parece más a Vox.

Cada cual nos ha enseñado a su manera cuanto no debería suceder en las negociaciones estrictamente políticas y en pro del interés general. Al final esta vez se ha ganado algo para la ciudadanía, pero ha sido de chiripa, porque alguien se hizo un lío al votar telemáticamente. Quizá este voto si fuera en conciencia y motivado por su inconsciente.

La reclamación por fraude no tiene recorrido, salvo en el universo de los hechos alternativos y las noticias falsas. Los denunciantes hablaron primero de un fallo humano y luego se lo imputaron al algoritmo. Hay precedentes de confusiones parecidas relativas a votos presenciales y nunca se han rectificado, porque supondría un jaleo monumental y podría prestarse a casuísticas escasamente aleccionadoras.

Asimismo se ha comprobado que dejar un escaño sin ocupar puede salir muy caro e impedir sacar adelante leyes que se consideran imprescindibles. Habría que revisar ese tipo de gestos testimoniales.

Celébrenos el desenlace fortuito y tomemos nota de todas las lecciones que nos han dado nuestros representantes en la votación sobre la reforma laboral. Quizá lo único que no se tuvo en cuenta para votar a favor o en contra.

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