viernes. 19.04.2024
papeletas andalucia

Está más claro que el caldo de un asilo” es una frase hecha que se aplica a algo que sea lo más parecido al agua, o sea cualquier cosa que carece de la mínima sustancia.

La sopa de letras, en cambio, es más que una frase hecha. Culinariamente es una sopa de sémola de trigo en forma de letras que ha dado, además, su nombre a un pasatiempo en el que se trata de buscar palabras en una cuadrícula llena de letras.

Precisamente, este pasatiempo dio nombre, a su vez, a la relación de partidos políticos que se constituyeron durante la transición, al calor de la Ley de Reforma Política de 1976. Era tal la cantidad de sensibilidades y tantas las diferencias de matiz entre ellas, que la denominación de esos partidos debía contener esas particularidades con varias palabras. Por ello, se conocían por sus siglas, llegando a constituir esa "sopa de letras" que se hizo famosa.

Después, el diseño del sistema democrático en España corrigiendo la proporcionalidad pura y redistribuyendo los restos mediante el sistema D'Hondt, hizo disolver la mayoría de todos esos grupos políticos concentrando el menú electoral en pocos partidos. Así fue como la sopa de letras desapareció de ese menú que terminó ofreciendo, prácticamente, dos posibilidades de voto útil, el PSOE y el PP con el acompañamiento de algunos partidos en algunas comunidades autónomas.

La sopa de letras más emblemática se dio en la izquierda española

La sopa de letras más emblemática se dio en la izquierda española. Resulta imposible abarcar la cantidad de matices que el socialismo, el comunismo, el anarquismo o el ecologismo, como grosero resumen de sus tendencias, pudieron llegar a adoptar. Y, casi todas ellas, encontraron las siglas adecuadas para definirse ante un posible electorado en el que encontrar los apoyos necesarios para, casi todas, hacer la revolución pendiente, naturalmente por vía democrática que para eso se presentaban a unas elecciones.

Luego, D'Hont puso a cada uno en su sitio: los que tenían más de un 3% en alguna circunscripción para las elecciones generales sobrevivieron en la democracia española. Los demás duraron lo que el entusiasmo de sus militantes les permitió mantenerse en su partido antes de pasar a engrosar la abstención. Solo un partido tan arraigado en la izquierda como el PCE tuvo que conformarse con acompañar al PSOE por su izquierda para dar nombre al “bipartidismo imperfecto” con el que se conoció aquella situación política. Otra cosa fue en las comunidades autónomas y ayuntamientos donde se mantuvieron, e incluso aparecieron pequeños grupos aglutinados alrededor de algún problema local.

Pero, sic transit gloria mundi, con el tiempo y el desgaste de su acción de gobierno en las dos etapas en las que lo ostentó, el PSOE que había llegado a contar con 202 diputados en el Congreso de 1983, empezó a desgajarse, principalmente por su izquierda, en la que se iba creando una bolsa de votantes que no encontraban en ese partido las respuestas a sus demandas o a sus inquietudes. Y fue cuando una nueva primavera de los pueblos se encontró, con una, también, nueva generación de activistas nacidos, fundamentalmente, en varias universidades. Una pléyade de grupos, círculos, mareas, etc., con el denominador común de huir de titularse “partidos”, empezaron a anunciar una “nueva política” con la que satisfacer las necesidades de esa nueva generación que ya no renegaba del franquismo, si no de la mismísima transición. Los nietos del “68” renegaban de sus padres, los hijos del “68”. Y, primero tras la fotografía de Pablo Iglesias, se agruparon bajo la forma, inevitable, de algo que parecía un partido político, algunos directamente y otros en coaliciones locales en ayuntamientos y comunidades autónomas. Las exigencias de la Ley Electoral obligaban a esas fórmulas.

Pero, por una parte, la resiliencia de Pablo Iglesias y, quizás su propia personalidad, y por otra, la psicología, tendente a la independencia, de muchos de sus componentes, fueron disgregando aquel conjunto inicialmente coaligado. Resulta sintomático que el primer núcleo de poder que alcanzaron, antes de llegar al gobierno de España, lo fue con Manuela Carmena, que renegaba hasta del propio grupo que la había llevado a la alcaldía de Madrid. Ya sabemos cómo acabó aquello.

Ahora, con ocasión de las elecciones andaluzas, “Izquierda Unida”, “Podemos”, “Mas País”, “Equo”, “Iniciativa del Pueblo Andaluz” y “Alianza Verde” formaron una coalición titulada “Por Andalucía” en la que faltaba la “Adelante Andalucía” de Teresa Rodríguez. Antes de esto, se había intentado, desde “Podemos”, impulsar la plataforma “Unidos por una Izquierda Fuerte”. También se constituyó la coalición “Andaluces Levantaos”, de la que formaría parte “Mas País” con “Andalucía X Si” e “Iniciativa del Pueblo Andaluz”. Reconozco no conocer las diferencias ideológicas entre unos y otros de esos grupos, aunque reconozco también no saber si ellos mismos conocen esas diferencias. Y no lo digo como una falta de respeto a sus sensibilidades políticas, si no como la posibilidad de que al electorado andaluz le haya pasado lo que a mí.

Porque, lo que si he leído es que esos seis grupos que constituían “Por Andalucía”, no llegaron a un acuerdo hasta nueve minutos antes de que se cerrara el plazo para presentar la candidatura de la coalición ante la Junta Electoral de Andalucía. Cuando la presentaron, el plazo estaba cerrado y no fue admitida. ¿Qué es lo que estuvieron discutiendo hasta tan tarde?, ¿una síntesis de las distintas tesis de los grupos participantes de la coalición”. No, al parecer fue el nombre del, o de la, cabeza de lista.

También he leído que Yolanda Diaz fue a Andalucía a apoyar a la candidata de Izquierda Unida, Inmaculada Nieto, y lo hizo con un paseo por la Feria de Sevilla.

El resultado de que, de todo ello, la marca “Podemos” no haya aparecido en las elecciones de la Comunidad Autónoma donde ha gobernado durante más tiempo la izquierda en España, ya es penoso, pero que la solución al problema fuera la inclusión de miembros de “Podemos” en las listas de la coalición, sin que aparezca el nombre de su grupo, resulta perturbador. ¿Solucionaba eso un problema ideológico o simplemente personal?

Como dijo la propia Yolanda Diaz, “Muchas veces me han escuchado decir que estas cosas son las que alejan a la ciudadanía de los partidos políticos”. Y, a lo mejor, eso explica una parte del resultado electoral de Andalucía.

Pero, solo una parte, porque, la verdad es que no hace falta tener carnet de politólogo para explicar por qué ha ganado la derecha en Andalucía. Cuando hay cerca de 2,2 millones de andaluces que han votado a los partidos de derechas frente a los 1,3 millones que han votado a la izquierda, pocas explicaciones son necesarias. De todas formas, ya nos explicarán los trasvases de votos que ha habido, la importancia de los mensajes, o la falta de ellos, e incluso si el miedo a que pudiera gobernar VOX ha podido aumentar, precisamente, las cuentas del Partido Popular.

Pero hay algo que, con la sola ayuda de la aritmética, queda muy claro y es la forma en que se han concentrado los votos de la derecha en dos de los tres partidos, a costa de Ciudadanos. Empezando por la propia oferta electoral, reducida a los tres grupos de la famosa "foto de Colón" frente a la nueva sopa de letras de la izquierda que ha devenido en algo tan insustancial como el caldo de un asilo.

Y, como decían Tip y Coll, la próxima semana hablaremos del gobierno.

De la sopa de letras al caldo de un asilo