viernes. 19.04.2024

Vaya guirigay que se ha formado por la conducta parlamentaria de la derecha sin complejos, la ultra y la más ultra. No es para alegrarse, pero que el exabrupto, la mentira y la soez e impúdica manifestación  de sí mismos estén provocando ríos de tinta y sentidas condenas me deja más bien turulato y me lleva a preguntar pero ¿qué es lo que esperabais de esta caterva? Son consecuentes y predecibles.

¿Por qué creéis que, quien más quien menos de ellos, han pasado por varias formaciones hasta tocar lo que consideran la tecla?

Claro que por esperada que sea su conducta no deja de molestar la incivilidad de esa gente que hace del grito y el aspaviento su principal arma política, pero insisto ¿qué se puede esperar? ¿Es que no recordáis su currículo personal? ¿Ya habéis olvidado que surgen de la tercera fila de la escena política, que son el granero de quienes se consideraron siempre los represaliados de sus formaciones políticas, que les tenían apartados porque decían la verdad aunque la mantuvieran en silencio a la sombra del chiringuito.

¿Por qué creéis que, quien más quien menos de ellos, han pasado por varias formaciones hasta tocar lo que consideran la tecla? Si tenéis mucho tiempo que perder, adentraos en el currículo de los cuadros de Vox y encontraréis decenas de réplicas de Abascal. Tipos, y alguna tipa, con estudios universitarios pero sin mérito académico reconocible, abogados, jueces y funcionarios sin brillo, profesionales que se ven a sí mismos como listos pero no tanto como para liderar las organizaciones que les gustan. Cocidos en el rencor del segundón, al acecho de una oportunidad que llega cuando en la nación líder de Occidente se dan cuatro años de vacaciones mentales para apoyar a un payaso gritón.

Ese fue su momento, como dice Goyo Jiménez tú no vas saber más que los americanos, se dicen los mindundis  a sí mismos, ahora o nunca. Al margen de la identificación ideológica, que también, lo que perciben los retrasados es expectativa, un tolay de más calado que yo lo ha hecho, ergo todos podemos hacerlo. Necesitamos una causa y una bandera. Por banderas que no quede, y por causas qué mayor causa que la de la libertad, así, a lo abstracto, a granel.

Por si fuera poco el aliento que soplaba desde Washington, en otras partes del mundo se producen otras tantas réplicas de naranjito y su propuesta estrella: dadme todo el poder para en su caso convertirlo en activos de la Trump Company, en el de Bolsonaro arrasar y monetizar la Amazonía, recomponer el imperio austro húngaro en el caso de Orban, para jugar a Yaltas y Versalles en la versión Erdogan.

Y así hasta parecer una internacional organizada y orientada, aunque lo cierto es que solo tienen en común el medro personal de sus cabecillas y la camarilla que les rodea; a ello hay que sumar los intereses de grupos mediáticos que por un lado obtienen recompensas dinerarias por la multiplicación de canales destinados a producir toneladas de bulos, y de paso moldear la opinión pública para aceptar como inevitable el destino que nos imponen los auténticos interesados, lo mercados financieros y energéticos que mueven los hilos de los guiñoles vociferantes cuando  ven peligrar sus intereses.

Sin la astucia y el dinero de los poderes en la sombra, los cristobitas movidos por los hilos  son incapaces de articular ningún tipo de planteamiento político que no sea ensalzar la fortaleza de la cuerda que les sostiene en el escenario de cartón. Si estáis pensando en el vicepresidente de Castilla León, yo también.

Pero ocurre que los protagonistas de la farsa van cayendo uno tras otro, y los émulos locales han quedado huérfanos de tutor. Es más, algunos ven en los procesos penales que comienzan a ponerse en marcha en USA antecedentes de lo que podría sucederles, así es que comienzan a redoblar sus esfuerzos para soplar y soplar y la casa democrática derribar, no sea que la memoria de largo recorrido de la justicia acabe por llamar a su puerta, por más que algunos tribunales circunstanciales se opongan a ello en la actualidad.

Ante la soledad y el desamparo que produce la pérdida del golfista en jefe, sin referentes válidos y agitados por la debilidad de regímenes autoritarios a su bola como los de Pekín o Teherán, confundidos por las experiencias frustrantes en Italia y Suecia, desconfiados por el avance del humanismo en Sudamérica y partes notables de África, se tiran al suelo y gritan, sí, como los niños y los cachorros que se siente desvalidos.

No digo que la actitud de pataleta y berrea sea admisible, son actos de mala de educación que deben corregirse, por eso a los niños se les enseña a aguantar el tipo y asumir su responsabilidad. Pero del mismo modo que todos esperamos y aceptamos el comportamiento irritante de los niños malcriados, así hemos de entender el enfurruñamiento de los segundones que sueñan con asaltar la primogenitura. Verse incapaz propende a elevar los decibelios de los gritos. Dejadles llorar en el rincón, ya se les pasará.   

¿Qué otra cosa podrían hacer?