viernes. 19.04.2024
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Pedro Sánchez en el Congreso

El primer debate sobre el Estado de la Nación que ha convocado el Presidente Sánchez se ha resuelto de manera muy positiva, tanto para el Gobierno como para el conjunto de los ciudadanos españoles. Veamos, en primer lugar, el sentido político de la intervención del Presidente del Gobierno y, en segundo lugar, las respuestas de los distintos sujetos. Pero antes, conviene avanzar dos acotaciones.

La primera acotación se refiere a que la noche anterior al debate se reunieron el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, y el eurodiputado Esteban González Pons, al que Núñez Feijóo ha designado como interlocutor del Gobierno para la renovación del Consejo General del Poder Judicial. En esa reunión se vio que el Partido Popular no quiere renovar el Consejo General del Poder Judicial ni el Tribunal Constitucional a la espera de las elecciones de 2023, que cree ganará.

El tema es para un artículo específico (otro más), pero lo traigo a colación ahora para señalar que el Gobierno llegó al debate sabiendo que el Partido Popular está definitivamente instalado en el boicot a la renovación de los órganos constitucionales, es decir, que el principal partido de la derecha sigue obstaculizando el cumplimiento de la Constitución.

Presencia de Núñez Feijóo

La segunda acotación responde al runrún que los días anteriores había en la prensa de derechas acerca de una posible intervención de Núñez Feijóo en el debate. A juzgar por las informaciones de ABC, El Mundo y El Confidencial, el Grupo Parlamentario Popular habría sondeado a algunos Letrados del Congreso (un Cuerpo de funcionarios donde abundan los simpatizantes con las diversas derechas) por si el presidente del partido pudiera intervenir en el debate.

La respuesta fue tan rotunda que no lo plantearon en la Mesa, pero es significativa la mentalidad del Partido Popular que quiere sacar ventaja de cualquier situación a pesar de los términos de los artículos 69 a 77 del Reglamento del Congreso de los Diputados, que no contemplan que en los debates de la Cámara intervengan personas carentes de la condición de Diputado. Como se vería en el mismo debate, el Partido Popular no respeta los usos parlamentarios y más abajo comentaremos un ejemplo muy serio.

El tono de Pedro Sánchez

Tras estas dos acotaciones, veamos el contenido del discurso del Presidente del Gobierno. Fue un discurso enmarcado en un tono beligerante contra el Partido Popular, contra un partido que boicotea el cumplimiento de la Constitución, que ofrece a los ciudadanos fórmulas económicas propias de un curandero y no de un médico (la manoseada bajada de impuestos), que consiente quiebras tan llamativas del Estado Social como las becas para ricos de Díaz Ayuso y que sigue alimentando ideas nacionalcatólicas en materia de aborto y de libertad sexual.

Por eso el Presidente Sánchez entró en la confrontación, confrontación que agradecen tanto sus electores como los que, sin serlo, perciben que en política hay líneas que no deben traspasarse. Por eso las irónicas referencias a los viajes del Imserso a Bora Bora o los cheques de gasolina para los yates.

Esa actitud dura del Presidente hacia un partido que ya no tiene pudor en proponer medidas sociales para los más acomodados, que impide el cumplimiento de la Constitución y que se va por los cerros del País Vasco (que no de Úbeda) para no ofrecer medidas a los ciudadanos, debe ser resaltada por el Gobierno y por los partidos que lo apoyan.

Aunque Gamarra ya no ofende al Gobierno como lo hacía en tiempos de Casado, el tono destructivo del Partido Popular no ha variado y el Presidente Sánchez acertó en mantener desde el comienzo un tono severo con un partido que sigue siendo, como en tiempos de Casado, dañino para los intereses de los ciudadanos españoles.

Pasando del tono al contenido, el programa socioeconómico que presentó el Presidente es la fórmula más adecuada para iniciar el último año y medio de legislatura. No lo es por razones ideológicas, como pueden pensar algunos, sino por carácter práctico, por sus efectos positivos sobre los ciudadanos que están sufriendo la inflación que en parte provocan las empresas financieras y energéticas y las políticas clasistas de los Gobiernos autonómicos del Partido Popular.

No es, como decía El Mundo el 13 de julio, que el Presidente Sánchez arrebate su papel a Podemos, sino, más bien, como decía el mismo día El Periódico de España, que se adoptan medidas para detener el malestar ciudadano, pues los ciudadanos saben muy bien quienes provocan su malestar socioeconómico.

Ante ese panorama, un Gobierno socialdemócrata (y el partido mayoritario del Gobierno de coalición es socialdemócrata), ha de aplicar políticas públicas que favorezcan a los sectores mayoritarios de la población, pues siempre hay el riesgo de que la izquierda se deje llevar por políticas que sólo favorecen a los sectores marginales de la sociedad olvidando a veces los intereses de las mayoritarias clases medias y asalariadas.

En definitiva, políticas públicas socialdemócratas y firmeza ante sectores empresariales que aprovechan las crisis para aumentar los beneficios y también firmeza ante un Partido Popular que no ha cambiado a pesar de cambiar de dirigente máximo.

Respuesta de los grupos parlamentarios

Ante esta iniciativa política para el resto de la legislatura, ¿cuál ha sido la respuesta de los partidos parlamentarios y de la sociedad? En el campo del Gobierno, los portavoces del Grupo Parlamentario Unidas Podemos han apoyado al Gobierno con firmeza (llama la atención la tibieza de Yolanda Díaz), pero lo más curioso es cómo ha respondido el Partido Popular.

 La diputada Gamarra empezó mal y su intervención fue coherente con el mal comienzo. Gamarra fue inelegante y desleal al imponer por propia y exclusiva iniciativa un minuto de silencio por Miguel Ángel Blanco (¿y los centenares de víctimas de ETA?), pues se trata de actos siempre consensuados y siempre competencia de la Mesa. Gamarra quiso saltarse la autoridad de la Presidenta del Congreso y ésta hizo bien en afearle la deslealtad.

Pero si Gamarra fue desleal e inelegante es porque el Partido Popular vuelve a sus mejores tiempos y retoma la política contra ETA como elemento central de su política, sin atender a que ETA hace más de diez años que renunció al terrorismo. ¿De verdad creen los populares que es más rentable volver a la política necrófila, que tanto practicó Mayor Oreja, que una política que trate de ofrecer alternativas a los ciudadanos?

Núñez Feijóo se ha dejado enredar por los sectores más ultras del Partido Popular, porque ni tiene ideas programáticas (más allá de la absurda bajada de impuestos), ni tiene expertos propios que se las proporcionen. Por eso Gamarra dedicó una parte importante de su intervención a un fantasma, el de ETA. Así no se ganan las elecciones.

Gamara dedicó tanto tiempo a ETA, porque el Partido Popular no tiene una alternativa seria para afrontar la crisis económica, prefiere mirar al pasado a ver si, de paso, divide al PSOE (en este caso, con una inadecuada cita a Alfredo Pérez Rubalcaba) y está enredado con los intereses empresariales que quiere defender sin ocultarlo.

En relación con la intervención del Partido Popular está la reacción empresarial, que, como se ve ahora, está más vinculada a este partido de lo que parecía. La reacción de la Bolsa, que no parece espontánea, de CEOE, de CEPYME y de la CECA (bancaria) muestra lo alejados que están los empresarios españoles de la idea del Estado social, de la idea de acordar políticas sociales, que a la larga les favorecen, porque dan mayor capacidad de gasto a los trabajadores. Los empresarios españoles, salvo excepciones, estuvieron a gusto con Franco, llegaron a rastras a la democracia (¿hubo grandes empresarios involucrados en el 23F?) y mantienen una visión miope de su posición en el seno de la sociedad.

El resto de los Grupos Parlamentarios estuvo, por lo general, dentro de lo esperable. Como siempre, Esquerra sacó los pies del plato, demostrando que es un partido errático, Vox hizo su papel extremista, ahora crecido desde que participa con consejeros propios en el Gobierno de Castilla y León, el PNV tuvo que representar su papel de pedigüeño que tan antipático le hace en el resto de España y las extremas izquierdas nacionalistas tuvieron que sacar los tópicos habituales (referéndum de autodeterminación, Corona, tibieza ante la agresión rusa a Ucrania) como si el país no tuviera temas más urgentes. En definitiva, cada uno en su papel, aunque ese papel sólo les sirva para consumo doméstico.

El debate ha sido un ejercicio democrático interesante, que sobre todo nos ha enseñado quienes tienen alternativas frente a la crisis y quienes sólo saben actuar como chamanes, invocando en sus rezos el espíritu de “Sadam Smith”.

El Presidente Sánchez en el debate