viernes. 26.04.2024
mañueco gallardo
Acuerdo de legislatura en Castilla y León firmado por Alfonso Fernández Mañueco (PP) y Juan García-Gallardo (Vox).

Por lo menos, en lo que respecta a su relación con VOX sobre cuyas declaraciones contrastan absolutamente con los hechos.

El Partido Popular congregó, durante los años en que lo presidió José María Aznar a, prácticamente, toda la derecha española desde los restos de la UCD hasta las estribaciones de la ultraderecha. Así, consiguió una mayoría absoluta en el Congreso en las elecciones generales del año 2000 y una amplísima representación en ayuntamientos y comunidades autónomas durante un par de citas electorales en aquellos años.

De por entonces, es el famoso viaje al centro que anunció Aznar y que nunca parecía que pudiera terminar, por lo que parecía más un movimiento centrífugo, de duración infinita, que una acción centrípeta, cuyo destino es más cierto. Pero, aun siendo sospechosa esa duración eterna del viaje al centro, no había más muestras de su incertidumbre que las políticas que desarrollaba desde el gobierno y gestos como el de su, llamado, atlantismo para justificar su obediencia a la política de los USA en lugar de seguir el criterio de la ONU en la invasión de Irak.

Mas tarde, la derecha española empezó a desgajarse. Primero fue el caso del partido Ciudadanos que, con un mensaje liberal en lo económico, conservador en lo social y de moderación en las formas, empezó a recortar al PP por su flanco izquierdo, entendiendo por tal el que tiene al otro lado del derecho. Con ello, antiguos votantes de UCD y otros nuevos atraídos por el aspecto juvenil de sus dirigentes, empezaron a engrosar los resultados electorales y, sobre todo, las encuestas en favor de Ciudadanos. En el PP empezaron a preocuparse ya que, aunque veían el trasiego de votos desde sus filas, no podían criticar las políticas de ese nuevo partido ya que, salvo las formas y su relación con los tribunales de justicia, proponían casi las mismas cosas. De hecho, la mayor critica que se hacía a Ciudadanos es que era como "una segunda ventanilla del PP" tratando de desprestigiar, con ello, la copia frente al original

Paradójicamente, Ciudadanos creció con la aparición de VOX en el panorama político español. Que se visualizara una fuerza de ultraderecha ponía en valor el centrismo de Ciudadanos y aumentaba su valor como posible partido bisagra entre el PP y el PSOE. Vox también creció a cuenta del PP y la derecha española, ahora dividida en tres partidos, no volvió a reunirse hasta la foto de Colón. Pero esa imagen no reflejaba, exactamente, la situación.

Entre Ciudadanos y VOX había unas diferencias que solo era capaz de salvar el PP que empezó a funcionar, ese sí, como una autentica bisagra entre ambos partidos utilizando los apoyos de unos y de otros de manera alternativa y oportuna, aunque formó gobiernos solo con Ciudadanos evitando hacerlo, por pudor, con la ultraderecha.

Que el PP no mienta renegando de VOX mientras disfruta del poder gracias a ese partido o, incluso, lo comparte con ellos

Andalucía, Murcia y Madrid han sido escenarios de esa coexistencia pacífica entre las tres derechas por mor de las necesidades de la aritmética parlamentaria. Con mayor o menor protagonismo, VOX ha aportado los apoyos necesarios a los presidentes populares de esas tres autonomías y a los alcaldes de algunos municipios, como el del centrista Almeida. Pero, mientras, Casado, su líder nacional dedicaba los mayores improperios a Santiago Abascal con ocasión de la moción de censura que este presentó. Algo que, hasta entonces, solo había hecho con los populistas, independentistas y amigos de los terroristas.

Pronto, en el PP empezaron a oler la sangre de las heridas de Ciudadanos y se lanzaron a su depredación. Murcia fue la primera ocasión destacable, propiciada, es verdad, porque Ciudadanos, cual gallo de Morón, parecía estar sin plumas y cacareando. Madrid fue una auténtica carnicería en la que Díaz Ayuso vio la oportunidad de engordar su valor en la derecha a costa de la desaparición de Ciudadanos. Pero con el peaje de depender, en cierta medida, de VOX.

El último episodio, de momento, es el de Castilla y León. Allí el PP, justificándolo con una presunta, futura, posible e hipotética moción de censura apoyada por Ciudadanos, se ha quitado de encima a ese partido con el que compartía gobierno autonómico. ¿Para qué? Pues todo parece que para echarse en brazos de VOX sin cuyos votos deberían convocar nuevamente a las urnas a los ciudadanos de aquella comunidad.

Por supuesto, el líder en funciones del PP, centrista y moderado donde los haya, se desentiende del asunto y dice que, ese gobierno de ultra-derecha (simplificación de ultraderecha-derecha), es cosa de Fernández Mañueco. El cinismo se completa con el hecho de que Núñez Feijoo, a pesar de ello, también niega a VOX y tiene preparada una nueva guía al centro para el PP. Pero hay un problema y es que, como todavía no tiene la potestas instalada en su arsenal político, puede desentenderse perfectamente de la responsabilidad de liarse con VOX en Castilla y León.

Así pues, Casado, con potestas pero sin autoritas y Núñez Feijoo con autoritas pero sin potestas, nos quieren hacer creer que el PP le hace ascos a la ultraderecha mientras se asocia a ella haciendo que su partido lleve a los herederos legítimos del franquismo a ocupar una parcela de poder ejecutivo en España. ¿Será esta la segunda transición que proponen algunos?

Una vez que Ciudadanos prácticamente ha desaparecido y que la derecha catalana ha emigrado a Waterloo, solo queda el PNV como grupo político que, dependiendo de las circunstancias y de acuerdos locales, puede hacer inclinar una balanza equilibrada entre izquierda y derecha. Pero, dado el valor relativo de los diputados con los que pueden contar en el Congreso, su peso político da para lo que da. Desde luego, no para sustituir al actual VOX si el PP quiere desplazar al PSOE del gobierno de España, y menos, si los socialistas aprovechan el rechazo que el resto del hemiciclo tiene hacia los populares.

No soy partidario de poner cordones sanitarios entendidos estos como la negación de licitud a un partido legalizado por la ley y legitimado por los votos. Por eso, creo que, si el PP considera un crimen de lesa patria que gobierne la izquierda con los considerados enemigos del estado español y que, para evitar eso, le hace falta VOX, pues que lo haga. Y que lo explique. Como ocurre en Polonia, Hungría e Italia o, antes, en Austria y Finlandia, la Europa contemporánea ya ha visto llegar a la extrema derecha a algunos de sus gobiernos. Ahora, gracias al PP y en contra, por cierto, del presidente del Grupo Popular Europeo, ocurrirá en España.

Pero que no mienta renegando de VOX mientras disfruta del poder gracias a ese partido o, incluso, lo comparte con ellos. Mantener ese doble y contradictorio mensaje, uno expresado y otro por la vía de los hechos, no puede ser calificado de otra forma que de desfachatez.

El Partido Popular miente