viernes. 26.04.2024
pp pablo casado
 

Convengamos en que la calidad de la democracia se puede medir y convengamos también en que la mejor forma de hacerlo, es decir, la barra de platino iridiado de la democracia, es el Democratic Index Anual que calcula y publica The Economist. Pues bien, con esa convención admitida, la democracia española ha perdido calidad entre 2020 y 2021. Convengámoslo. Pero analicemos lo que ha pasado para que se produjera ese descenso cualitativo.

Me mueve a proponer este análisis la lectura de otro, hecho por un eminente comentarista al que sigo por sus excelentes artículos, aunque tiene una excesiva preocupación por los efectos perniciosos de Pedro Sánchez sobre la humanidad. Según este comentario, Sánchez es culpable de esa pérdida que nos ha ocasionado descender a la segunda división de la democracia y, ello, me ha permitido entonar el juliano ¿tú también The Economist?, al pensar que tan prestigioso medio se había pasado al antisanchismo.

Y me puse a la tarea. Para ello, lógicamente, acudí a la fuente, es decir al estudio que The Economist, muy amable y generosamente, publica gratuitamente en la web sin más que proporcionarle unos cuantos datos personales.

La verdad es que, desde el principio, se hace fácil descubrir porqué hemos descendido en un año a la categoría de democracia defectuosa (flawed democracy) ya que el propio estudio, quizás sorprendido por el hecho, lo destaca en su página 12. Inmediatamente, empieza por decir que “ha sido suficiente un deterioro de 0,18 puntos para relegar al país desde la clasificación de democracia plena a democracia defectuosa”.

El citado Índice Anual de Democracia es publicado por The Economist desde 2006 y, utilizando sesenta indicadores, clasifica a los países dándoles una “nota de democracia” entre 0 y 10 que los hace merecedores de estar en cuatro categorías, “democracias plenas”, con nota entre 8 y 10, “democracias defectuosas”, con notas entre 6 y 7,99, “regímenes híbridos”, con notas entre 4 y 5,99 y “regímenes autoritarios”, entre 0 y 3,99.

La democracia española obtuvo, en 2020, una nota de 8,12, que le hacía pertenecer a la máxima categoría, solo 0,11 puntos por encima de Corea del Sur, el último país merecedor de ese podio. Nuestro país ocupaba el puesto 22 de los 167 clasificados. Por cierto, estábamos por encima de Francia, USA, Italia, Bélgica o Portugal, por poner algunos ejemplos.

Esos 0,18 puntos nos han bajado la nota hasta los 7,94, por debajo del límite de la puerta del paraíso democrático y nos hace descender dos puestos en una clasificación en la que nos adelantan Francia e Israel, a pesar de que ninguno de esos dos países llegan a ser democracias plenas, según el estudio. El mal de muchos no puede, en este caso, ser consuelo de dictadores, pero The Economist reconoce un descenso mundial de la calidad democrática.

Y, una vez hemos hablado de la “cantidad de calidad”, hablemos de la “calidad de la calidad”, es decir, de porqué, somos menos democráticos. Para ello, volvamos a la página 12 del estudio, que lo explica muy bien. La causa que destaca el estudio “principalmente” es una “degradación de su puntuación por la independencia judicial, relacionada con las divisiones políticas sobre el nombramiento de nuevos magistrados en el Consejo General del Poder Judicial”. Además de eso, señala el estudio, “España está sufriendo por el incremento de la fragmentación parlamentaria, una letanía de escándalos de corrupción y el creciente nacionalismo en Cataluña”. Vale, ya sabemos por qué somos menos democráticos.

La solución más patriótica para llegar a la nota de 8 en la escala democrática, es que gobierne el Partido Popular. Con VOX, claro

Ahora, deberíamos de preocuparnos por solucionar el asunto, cosa que no parece, a priori, muy fácil. Salvo el tema del independentismo catalán que, aparentemente, ha mejorado con Sánchez en el gobierno, ya que al menos no le han convocado ningún referéndum ilegal ni se le ha escapado ningún President del Govern, los otros factores han empeorado con él de presidente. Y tienen pinta de seguir empeorando.

La fragmentación puede aumentar hasta cincuenta, que son las provincias que hay en España y que pueden tener, cada una de ellas, representación distinta en el Congreso de los Diputados. Y, respecto de los escándalos de corrupción no cabe ninguna duda de que ha sido el PSOE, y la izquierda en general, quien los ha aireado, denunciado y, además, se ha aprovechado de ello para llegar al poder. Si gobernara el Partido Popular, sabemos que no pasaría nada de eso por la aplicación del principio general de que “ojos que no ven, corazón que no siente”. Además, el tema de los jueces quedaría, automáticamente, resuelto ya que la historia dice que esos problemas de “divisiones políticas” que enturbian la democracia solo se producen cuando no gobierna el PP.

Así pues, hay que llegar a la conclusión, por más que nos duela a los que pensamos de otra manera, que la solución más patriótica para llegar a la nota de 8 en la escala democrática, es que gobierne el Partido Popular. Con VOX, claro.

A ver si llegamos a tiempo en Castilla y León para que, al menos, esa comunidad, se sitúe en la cúspide democrática.

España es menos democrática, la derecha parece ser la solución