viernes. 19.04.2024
Foto: Prudencio Morales

“Los representantes de la clase obrera, son los que tienen que dar la cara con más frecuencia, los que tienen que alentar a los trabajadores en los momentos de desaliento, los que tiene que darles ejemplo arrostrando las arbitrariedades de los patronos, de las autoridades y de todo el mundo...”. Pablo Iglesias Posse (Ferrol 17 de octubre de 1850-Madrid 9 de diciembre de 1925) 


Ya empiezan las vacaciones y empiezan esos días en los que apetece mirar hacia atrás, hacerse preguntas que ayuden a construir esbozos del balance de este particular curso político y social que vivimos. Repasar el papel que han jugado cada uno de los colectivos sociales, profesionales, empresariales, económicos, políticos, institucionales… en estos tiempos tan difíciles y convulsos, lo que nos ha permitido ver con claridad quién es quién ante situaciones de emergencia y crisis. Quienes han primado el interés particular, sus egoísmos, y quienes han puesto por delante el bien común. Quienes ha respondido con sectarismo o con el cuanto peor mejor, y aquellos colectivos que han puesto por delante su compromiso en el esfuerzo común. Y de estos últimos, el colectivo de hombres y mujeres sindicalistas merece una mención muy especial. 

En un país donde se desconfía del voluntariado y del compromiso hacia los demás, donde la expresión más común cuando se dice que zutano o mengana se ha presentado como voluntario en la Sociedad Protectora de Animales, o en la Cruz Roja, o a limpiar el bosque comunitario, o a las elecciones sindicales en su empresa, la expresión más extendida es "será por algo y algo se llevará". Ahí están, cada día, esas decenas de miles de hombres y mujeres que voluntariamente asumen la función de representar a sus compañeros y compañeras de trabajo jugando un papel imprescindible para el buen funcionamiento de la democracia y la justicia social. 

Personas que ejercen con responsabilidad y honestidad la actividad de sindicalistas. Un colectivo que en tantas ocasiones se ha podido sentir profundamente decepcionado por el escaso reconocimiento social que recibe en relación al esfuerzo que realiza y que ha tenido que soportar ser objeto de duras campañas de descalificación y difamación por aquellos sectores que los ven como un dique a su concepción reaccionaria de la empresa y la sociedad.

Sobran razones para traducir los buenos oficios de los miles de sindicalistas en afiliación sindical y así deberían acabar todo artículo, intervención y discurso sindical. Motivar a la afiliación

Militar sindicalmente hoy es asumir la responsabilidad de atender, día a día, los problemas y conflictos que surgen en las empresas, en un mundo del trabajo cada día más fragmentado y lleno de diversidades. Que exige a los y las sindicalistas nuevos conocimientos y nuevas competencias de gestión, de comunicación y de liderazgo para poder ejercer con eficacia su función en las empresas y los sectores productivos. Porque hoy están muy lejos aquellas relaciones laborales, industriales uniformes y homogéneas, sobre las que se fundamentaron los sindicatos en el pasado siglo y sobre las que se construyeron las formas de organización, relación y comunicación de los sindicatos con su afiliación y con el conjunto de los trabajadores y trabajadoras. 

Hoy los hombres y mujeres sindicalistas saben por experiencia propia y por historia que no hay recetas mágicas o universales ante realidades tan diversas y cambiantes como es el mundo del trabajo en el que operan. Que más allá de su idealismo, muy necesario en la militancia sindical, en su práctica diaria intervienen múltiples factores y variables que inciden con fuerza en lo que proponen, defienden, negocian o acuerdan los sindicatos en las empresas, en los sectores o en la concertación social. Que no son las generalidades ni los radicalismos, tan comunes en algunos políticos, pero por suerte tan minoritarios en el sindicalismo, los que les hace útiles y les ayuda a avanzar en su función de representar y mejorar las condiciones de trabajo y de vida de la clase trabajadora. Y que nunca les ha debilitado el ejercicio de la responsabilidad y el sentido común con la firma de convenios colectivos, ERES, reformas para el sostenimiento del sistema de pensiones, acuerdos salariales con la patronal o sociales con los gobiernos.

En septiembre tendremos otra cita y podremos comprobar, una vez más, quien es quien a la hora del compromiso por el bien común. Volveremos a ver la respuesta de cada uno de los colectivos: sindical, empresarial, institucional, político, económico… Veremos cómo se afronta la negociación del llamado Pacto de Rentas. Y ya podemos afirmar, si escuchamos y leemos con atención la posición que están defendiendo los lideres sindicales de CCOO y UGT, que no será el sindicalismo el que vaya hacer fracasar esta negociación si todas las partes implicadas son conscientes que estamos en tiempos que exigen políticas con mayúsculas. Como finaliza en su artículo del pasado 13 de julio “Mimbres para un pacto de rentas, en plural” Unai Sordo: “eso sí, con contenidos. Un pacto de rentas del trabajo, del capital y con fuerte presencia de políticas públicas, no puede ser una ocurrencia, sino una apuesta de emergencia desde una visión estratégica”.

Es el momento, sobran razones, para traducir los buenos oficios de los miles de sindicalistas en afiliación sindical y así deberían acabar todo artículo, intervención y discurso sindical. Motivar a la afiliación.

Los buenos oficios del sindicalismo