viernes. 19.04.2024
Foto de archivo

¿Acaso la presidenta madrileña muestra su honda preocupación por el bienestar de los madrileños cuyos destinos rige? ¿Son legendarios los desvelos de sus consejeros por la precariedad? ¿Exhibe todo su equipo una proverbial empatía hacia los más desfavorecidos? Quizá por eso no ven pobres a su alrededor. A su juicio todos los problemas quedan resueltos con una resuelta cruzada contra el socialismo y la izquierda.

Ayuso se muestra exultante al entender que “hoy la izquierda está acabada”. En su peculiar inventario electoralista de hitos a destacar las familias perjudicadas por la línea 7B podrían recibir unas indemnizaciones algo menos lacerantes. Además, la huelga sanitaria suscribe un armisticio tras cuatro meses de movilizaciones. ¿Cómo se reducirá la cuota de pacientes? ¿Van a contratarse más profesionales o se dilatarán aún más las citas de primaria? Este tipo de preguntas quedan en el aire, pero esos detalles no tienen importancia. Ya se verán después de las elecciones.

Lo de su hermano “se ha quedado en nada”, escribe Ayuso. Dada la relajación de las cláusulas contractuales en medio de una inusitada emergencia sanitaria, resulta difícil discriminar a los oportunistas que decidieron hacer su agosto en medio de semejante coyuntura, pese a que resulte muy sencillo enjuiciarlos desde una perspectiva moral. Pero reconocer un error es cosa de izquierdistas y no de quienes ignoran lo que puedan ser los problemas éticos.

A juicio de la presidenta madrileña todos los problemas quedan resueltos con una resuelta cruzada contra el socialismo y la izquierda

En cambio, Ayuso tilda de hipócrita y lo que se tercie a Mónica García, reprochándole “vivir a todo trapo” por cobrar la misma subvención que su vicepresidente, quien desde luego no piensa renunciar a esa bonificación y se precia de cobrarla, mientras que Mónica García lamenta haberlo hecho y reconoce su error. En su arrebato retórico Ayuso también le reclama, ya puestos, que pida disculpas a las víctimas del 11M (sic), enumerando por añadidura una retahíla de cosas a cual más absurda.

Sin embargo, hay que poner sobre la mesa el colapso de las cercanías, porque obviamente cuanto falla en la comunidad madrileña es culpa del gobierno central y los madrileños podrían vivir aún mucho mejor desalojando a quienes ocupan ilegítimamente La Moncloa. El colofón de las tareas que fija para quienes ocupan los escaños del partido popular en la Asamblea madrileña es tan inquietante como rotundo: “¡Matadlos!”.

En ocasiones las licencias retóricas dejan de ser tales. A una médico le patearon hace unos meses en su consulta, porque un airado paciente hizo suyas todas las lindezas que la presidenta madrileña había dedicado al personal sanitario, caracterizado por ella como unos holgazanes que no querían trabajar y se quejaban por motivaciones exclusivamente políticas tendentes a dañar su imagen pública. Es curioso que, así las cosas, la conserjería del ramo haya llegado a un acuerdo justo en vísperas de las elecciones, puesto que la problemática laboral se le antojaba ficticia.

Cuando se lanzan ese tipo de consignas, como la de “matadlos”, nunca se sabe si alguien puede tomárselas en serio y aplicarlas literalmente

Cuando se lanzan ese tipo de consignas, como la de “matadlos”, nunca se sabe si alguien puede tomárselas en serio y aplicarlas literalmente. Recordemos por ejemplo a los fallecidos por el asalto al Capitolio. Mensajes como los publicados por El País retratan una manera de hacer política que desde luego no favorece la convivencia ni manifiesta interés alguno por los problemas a resolver. Más bien prevé un guión ceñido a mantener una lucha sin cuartel por conquistar o retener el poder.

Hace tiempo que las campañas electorales han perdido su sentido. Lejos de propiciar debates e intercambios de ideas, únicamente generan descalificaciones e infames pugilatos por brillar con el improperio más efectista en busca del mayor sensacionalismo. Es muy lamentable instrumentalizar así las reglas del juego democrático, agitar la polarización y exacerbar el odio hacia quien ve las cosas de otro modo. “Matadlos” no parece un argumento político y nos hace preguntarnos por la catadura moral de quienes desempeñan tan altas responsabilidades.

¡Matadlos!, consigna de alta política