viernes. 19.04.2024

I

Porque puede que (aunque no necesariamente tiene por qué ocurrir) la guerra en Ucrania no finalice, con lo cual continuará el temor a que pueda expandirse fuera de este país; continuará el temor a que se “nuclearice”; y continuará el temor al desabastecimiento o encarecimiento de la energía eléctrica y del gas. La inicial ofensiva rusa (la “operación militar especial”) fue frenada a finales del mes de marzo, como parece que lo ha sido, a lo largo de diciembre, la contraofensiva ucraniana, detenida, por el norte, a 170 km de la frontera rusa y, por el sur, a lo largo del curso inferior del Dniéper. La incógnita es, por tanto, quien tendrá la resiliencia suficiente como para poder desatascar (o intentar desatascar) este aparente empate táctico, que tanto nos recuerda los frentes franceses de la Primera Guerra Mundial (salvando las distancias de época, de guerra y de conocimiento real de la situación: histórico en un caso, bajo la bruma de las propagandas opuestas en el caso ucraniano). 

Y porque tampoco parecen vislumbrarse posibilidades de negociaciones, ni de, ni siquiera, algún tipo de conversaciones preliminares. Los dos contendientes siguen aferrados a la victoria total (Crimea y Donbás). Una postura que comparten en gran medida los sustentadores de la capacidad de resistencia y combate ucranianos, Estados Unidos y los países de la Unión Europea. Aunque todos sepan que este final de victoria total es el más difícil, el más peligroso y el más perjudicial. Lo que plantea dos nuevas incógnitas,

¿Hay algún país u organización multinacional en condiciones de facilitar o inducir esas posibles conversaciones/negociaciones? Es decir, que tenga herramientas (posibilidad) de presión (premio/castigo) sobre alguna, o ambas, de las partes en litigio (Rusia y Ucrania) sin estar, sin embargo, involucrado de alguna manera en el conflicto? Una condición de posibilidad que elimina actores como las Naciones Unidas o la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) o a actores demasiado ajenos al litigio, como la propuesta que alguien ha planteado del Brasil del presidente Lula, miembro, junto a Rusia, del informal grupo de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). Y que elimina al actor teóricamente más capacitado para mediar (con herramientas de premio/castigo) entre dos países europeos: la Unión Europea, incapacitada, sin embargo, para ello por su implicación en el conflicto, del que ha llegado a ser parte y parte necesaria e indispensable (para que el conflicto pueda seguir e incluso eternizarse). China es la única que cumple ambos requisitos: no es parte del conflicto (aunque tenga sus preferencias) y tiene medios de presión (premios y castigos) con los que poder influir. Directamente, en Rusia. Indirectamente, en Ucrania, a través de la Unión Europea. Una posición de ventaja que China no parece muy dispuesta a utilizar, en primer lugar, para no perderla y, en segundo, por su tradicional política de visión a largo plazo (“que se desgasten ellos”).

¿Hay algún país u organización multinacional en condiciones de facilitar o inducir esas posibles conversaciones/negociaciones?

Y tercera incógnita: ¿Qué va a hacer Estados Unidos, si la campaña de destrucción masiva a distancia que está llevando a cabo en estos momentos Rusia sobre las infraestructuras y los medios de vida ucranianos alcanza su objetivo de romper la capacidad de resistencia del país y de alguna manera (disturbios callejeros, golpe de Estado institucional, cambio de rumbo del Gobierno o cualquier otra modalidad) Ucrania decide tirar la toalla? 

II

Porque puede que (aunque no necesariamente tiene por qué ocurrir) continue la inflación en Estados Unidos, que, para combatirla, seguirá subiendo sus tipos de interés para reforzar el dólar, que ya supera la paridad con el euro (primera vez desde que se creó la moneda europea), no digamos con el rublo y otras monedas. Y dada la importante dolarización de la economía mundial, esta continuada apreciación del dólar, inducirá a más inflación en el resto del mundo, incluidos los países europeos, entre ellos España, apareciendo en el horizonte el fantasma de la recesión. Pudiendo provocar, asimismo, una crisis de deuda en cadena, ya que al subir los tipos de interés atrae capitales e inversiones, lo que implica comprar moneda del país, beneficiándose de nuevos aumentos en el tipo de cambio. De hecho, la actual cotización del dólar ha alcanzado en los mercados internacionales el nivel más alto de los últimos veinte años. 

III

Porque puede que (aunque no necesariamente tiene por qué ocurrir) la actual balanza comercial de España con Rusia, que se mantiene sorprendentemente alta a pesar de las “sanciones”, continúe desequilibrándose en favor de Rusia. Mientras han crecido exponencialmente las importaciones rusas desde la invasión, alcanzando los 6.400 millones de euros en 2022, las exportaciones españolas a Rusia este mismo año han caído a 1.120 millones de euros, lo que supone un déficit de balanza comercial de 5.100 millones de euros, cuando la media anual del periodo 2017-2020 era de solo 1.200 millones de euros.

Las sanciones están ahuyentando las grandes inversiones de magnates rusos en España, temerosos de que sus propiedades e inversiones sean intervenidas o confiscadas

Al tiempo que las sanciones están ahuyentando las grandes inversiones de magnates rusos en España, temerosos de que sus propiedades e inversiones sean intervenidas o confiscadas, como ya está pasando en otros países europeos, en unos momentos en los que España se había convertido, en la última década, en uno de los destinos preferidos de las inversiones de estos magnates rusos, que se beneficiaban (y de momento, se siguen beneficiando) de un tipo especial de visado anual renovable, que permite residir e invertir en España, siempre y cuando dichas inversiones alcancen unos determinados mínimos y condiciones.

IV

Porque puede que (aunque no necesariamente tiene por qué ocurrir) en la ribera asiática del Pacífico estallen tormentas, no precisamente atmosféricas. Desde la visita este año a Taiwán de la presidenta de la Cámara de Representantes estadounidense (2 de agosto) y de un senador y cuatro miembros de esta misma Cámara de Representantes, doce días más tarde, la tensión en el área del estrecho de Formosa ha ido incrementándose (ya, de por sí, bastante elevada con anterioridad) como consecuencia de lo que China ha considerado una ruptura por parte de Estados Unidos del statu quo (Ley de Relaciones de Taiwán de 1979), según el cual ambos países reconocen que solo existe una China, que Pequín aspira a reunificar, pero dispuesto a hacerlo por medios pacíficos, a largo plazo y consintiendo que Estados Unidos y otros países tengan cierto tipo de relaciones con la isla típicos de las relaciones internacionales entre Estados soberanos, incluyendo algunas de carácter militar. Un statu quo, que Estados Unidos respetó en términos generales hasta que, a finales de 2011, como consecuencia del vertiginoso desarrollo económico y tecnológico chino, Estados Unidos empezó a considerar a China un competidor internacional con el conocido como “pivote hacía el Pacífico” de sus intereses prioritarios. Una competencia que ha acabado incluyendo la supremacía militar en el Pacífico asiático. En mitad del cual y a solo 180 km de China está la isla de Taiwán.

Desde la visita este año a Taiwán de la presidenta de la Cámara de Representantes estadounidense, la tensión en el área del estrecho de Formosa ha ido incrementándose

Desde ese momento (visita de autoridades políticas estadounidenses a Taiwán) se han sucedido importantes maniobras militares aeronavales de ambos países en las proximidades de la isla, en el estrecho (de Formosa) que separa isla (Taiwán) del continente (China) y en las proximidades del archipiélago de las Diaoyu, que se disputan China, Japón (que lo denomina archipiélago de las Senkaku y bajo cuya jurisdicción se encuentran actualmente las islas) y Taiwán (que lo denomina archipiélago de las Tiaoyutai), situadas a 330 km de China, 410 km de Japón y 70 km de Taiwán. Todo es posible, aunque no todo igual de probable, por tanto, en esa zona, geográficamente muy lejos nuestra, pero quizás no tanto en plena era del electroceno (e-ceno).

Un conflicto latente, que coincide en tiempo y espacio con el que enfrenta, desde 1953, a Corea del Norte con Corea del Sur; en cierto modo, también, con Japón, la antigua potencia colonizadora; y en última instancia, con Estados Unidos, el gran protector de ambos y el que le impidió reunificar el país bajo su égida (1950-1953, Guerra de Corea). Un país, Corea del Norte, de política muchas veces imprevisible (que no es sinónimo de irracional), que se siente aislado (y no hace mucho por evitarlo) y busca desesperadamente la capacidad nuclear que cree que le salvara de una posible injerencia externa, manu militari o mediante una “revolución coloreada”, factible dadas las precarias condiciones de vida de su población. Un país, Corea del Norte, de cuya supervivencia China se siente responsable. Razón por la cual, no debería considerarse completamente descartable el escenario de que la chispa de Corea del Norte (como la de Taiwán) fuese el origen del fuego en el Pacífico occidental, que acabaría afectándonos a todos.

No debería considerarse completamente descartable el escenario de que la chispa de Corea del Norte (como la de Taiwán) fuese el origen del fuego en el Pacífico occidental

V

Porque puede que (aunque no necesariamente tiene por qué ocurrir) Mitrovica, la provincia de mayoría serbia, situada al norte del actual Kosovo, vuelva a incendiar lo que en su día fue Yugoslavia. Ese territorio federal que implosionó en 1991 y que fue finalmente troceado por la OTAN a partir de 1995, amparándose en el teórico “derecho a la autodeterminación de los pueblos”. En función del cual nacieron los nuevos Estados de Eslovenia, Croacia, Bosnia-Herzegovina, Serbia, Kosovo, Montenegro y Macedonia del Norte, negándosele, sin embargo, a los serbios de la República Srpska (obligados a formar parte de Bosnia-Herzegovina) y del distrito de Mitrovica (obligados a formar parte de Kosovo). Es, precisamente, en esta segunda excepción, Mitrovica, donde catorce años después (2022) de la independencia de Kosovo (2008) han vuelto a estallar los enfrentamientos (en realidad, el litigio, más o menos activo, nunca llegó a desaparecer) entre su población serbia y las autoridades kosovares. Un nuevo episodio, que podría originar un nuevo incendio en los Balcanes europeos, tan próximos a Ucrania y donde la dicotomía paneslavos/no paneslavos, parte asimismo de la Guerra de Ucrania, sigue muy viva. 

VI

Porque puede que (aunque no necesariamente tiene por qué ocurrir) una nueva ola de cóvid nos alcance como consecuencia del levantamiento de los estrictos controles en China, cuyas autoridades han dado la sorpresa de que son sensibles a las necesidades y deseos de la población expresados en manifestaciones públicas, en contra de lo que podía esperarse de la férrea dictadura obsesionada con su imagen al exterior de eficacia que nos cuentan que es.

VII

Porque puede que (aunque no necesariamente tiene por qué ocurrir) en España, se siga confundiendo debate parlamentario y mediático con agresividad insultante y mentiras flagrantes y se siga confundiendo separación de poderes con intromisión interesada de unos poderes en otros. 

A pesar de todo lo cual, hay que seguir intentando que el 2023 sea ¡un año feliz!

¡Hay que intentarlo! Aunque no nos lo van a poner fácil