lunes. 29.04.2024
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Hemos llegado a un día de reflexión con enormes agitaciones como para pensar sosegadamente y aislados de lo sucedidos en los últimos 15 días. Esta mañana en La vanguardia, Enric Juliana nos recordaba que hemos recibido una información insólita hasta ahora en nuestra democracia. ¡Seis encuestas diarias han glosado cada día las previsiones electorales como si de un match deportivo se tratase! Después de los epidemiólogos que abundaron durante el covid 19 y los vulcanólogos que entraron en liza después, nunca habíamos tenido tanto analista demoscópico como hasta ahora en nómina y tan abrumadores datos para alterar nuestras conciencias más que para sustentar nuestra información. Tanto, que ha producido un efecto saciante superior a los langostinos. De no creerse lo de Tezanos, se ha pasado a no creerse lo de nadie. De manera que el sindicato de demoscópicos profesionales y el de amigos de los demoscópicos amateurs tendrán que pensárselo porque se pronostica un mal futuro para tanto “parvenue” del pronóstico político.

Lo cierto es que estas elecciones han desplazado otras profesiones de éxito en la futurología política. Esta vez los hosteleros (particularmente los madrileños) que habían desplazado a los taxistas del comentario ultra (ahora mucho más moderados, lo que constituye un secreto arcano a considerar) han sido menos relevantes a la hora de generar opinión solvente para el personal. No ha habido “caña de España” ni “huevos a lo Feijóo” o “criadillas a lo Abascal” que sirvan de referencia sobre los atributos de los candidatos de la derecha a fin de alimentar el pensamiento profundo y autóctono de los electores, que ya ni siquiera nos sorprenden con el slogan originalísimo del “no soy de unos ni de otros" para justificar que es de unos desde siempre. Y es de considerar que la “esfinge” Díaz-Ayuso ha estado más bien calladita para lo que nos tiene acostumbrados. Otra sorpresa, a reflexionar.

La palabra 'libertad', secuestrada con nocturnidad para otra campaña de hace solo dos años, ha sido orillada por toda una genialidad: 'Es el momento'

Por otra parte, la palabra Libertad, secuestrada con nocturnidad para otra campaña de hace solo dos años, ha sido orillada por toda una genialidad: “Es el momento”, que más parece el título de un Thriller o la orden de asalto a un banco -por no acudir a la manida referencia de golpe de Estado-. Es el momento lo resume todo. Solo ha faltado una apostilla “Ahora o nunca”, porque con una economía en ebullición y superado el peligro bolivariano, la dictadura pedrocomunista y, la destrucción de España, la victoria de la izquierda con un gobierno de progreso para cuatro años más dejaría a la derecha española deconstruida en ultraderecha transnacional hecha unos zorros para una buena temporada. Con todas las ambiciones de nuevos liderazgos abiertas en vena y Feijóo más próximo a considerarse como una nécora pasajera de tamaño medio que un futuro prometedor. El “Es el momento” condensa bien toda esa empanada política que es hoy la derecha española sin centro que lo baile.

Esta campaña ha sido también la muerte por exceso del “Antisanchismo” cultivado como un bonsái primero por algunos veteranos del PSOE histórico que más parecen haber resucitado a aquel Rodolfo Llopis que descabalgaron en un congreso en Surennes. Fue un secretario general del PSOE (hoy desconocido) que también clamaba por las esencias de la gloria perdida y consideraba como a un atajo de oportunistas, ¡vaya!, a los jóvenes que pugnaban por el poder para construir un nuevo proyecto socialdemócrata. Un dirigente de esa época que recibió la visita de Felipe González y Alfonso Guerra en Madrid para explorar su “aterrizaje” en la capital de España me confesó que les puso un mote: “Los maletillas” les llamaba peyorativamente. Cosas que los que tenemos una edad y hemos vivido acontecimientos en directo nadie nos puede sustraer. Y espero que nadie me provoque para desvelar la “fuente” directa de tal apelativo.

Pero de esa célula maligna creció toda una campaña de desprestigio que ha terminado destrozando a los creadores del invento. Porque acusar de mentiroso y mendaz a un personaje político es cosa fácil y casi un tópico generalizado. Pero hacer de eso un eslogan ya es otra cosa. Para escalar a ese nivel es necesario que quién se constituye en gran inquisidor o fiscal general del caso cumpla como mínimo con el requisito hipócrita de que no haya la menor prueba o indicio de que sea un personaje vulnerable por actos pasados no confesables o que al menos sepa mentir generando crédito a sus falsedades. Eso que llaman un personaje creíble. Pues ha quedado probado que Feijóo no lo es.

Y ahí es donde entra el Sr. Feijóo en un laberinto indescifrable y sin salida. Porque he llegado a la conclusión, no sin estupor, que la campaña de la izquierda quien la ha hecho es verdaderamente él. Primero con una precampaña errática que pasó, del verano azul ideal con Borja en la playa, a los acuerdos de la vergüenza que situaban al PP en su franquismo de marca, origen en Alianza Popular, con cuatro ministros de la dictadura en la cúpula del partido. De las seis personas que negociaron el pacto exprés valenciano PP-VOX, todas ellas eran miembros del PP a origen, y una en particular (de VOX) lo había sido del AP fundacional. Después, y en cascada, se prepara un debate trucado con una técnica cuyo origen está en Goebbels.

Pero que para prosperar en su repetición cien veces hasta convertirla en verdad, hace falta una dictadura con censura y privación de libertad de prensa. Aunque la censura ya está en marcha, aún disponemos de una libertad de prensa y un país democrático que ha contemplado pasmado cómo han ido cayendo por efecto boomerang una a una las mentiras del candidato popular. Y lo último ya de remate ha sido reconocer (¿rectificar?) que conocía el pasado “contrabandista” del patrón del barco amigo donde disfrutaba de compañía y vacaciones. Y la pregunta es, ¿qué tipo de contrabando? ¿Tabaco, armas o droga? Y lo que más sorprende: un servidor del Estado con responsabilidades púbicas y en consecuencia fiscales pueda convivir con la impostura y pretender ser un candidato presentable a la presidencia de un gobierno de la nación española. Esperemos que sea la última vez, y que fracase rotundamente en esta. Para que pueda en privado convivir y permanecer en su propio laberinto.

Feijóo en su laberinto. Una reflexión