viernes. 29.03.2024
CabezasNucleares

Polonia ha pedido instalar en su territorio armamento nuclear. La escenografía recuerda mucho a esa época en que había una competición por acumular armas capaces de aniquilar varias veces nuestro planeta y que pareció dar un paso atrás con la crisis de los misiles. Entonces Cuba desinstaló las cabezas nucleares instaladas en la isla y con toda discreción se hizo lo propio con los misiles que había en Turquía. En estos momentos asistimos al movimiento inverso. Para colmo Putin amenaza con lanzar alguna bomba nuclear de baja intensidad, si es que tal cosa es posible.

Las películas distópicas de ciencia ficción nos presentaron ese posible desenlace durante la Guerra Fría. Han vuelto a ponerse de moda los búnkers para sobrevivir al holocausto nuclear, como si esa experiencia pudiera merecer la pena. Sin embargo, el cambio climático que hemos provocado puede ahorrarnos ese trance dentro de nada. En breve no habrá un planeta que aniquilar, porque ya habrá colapsado y el armamento nuclear no podrá destruir más un ecosistema moribundo. ¿Es absurda esta visión catastrofista? Ojalá lo sea.

Mientras llega ese indeseable fin del mundo que nos esforzamos cada día por auspiciar, asistimos a otro colapso que ya está entre nosotros. Los recursos globales continúan siendo esquilmados para beneficio de unos pocos gracias a un colapso cultural, donde una gran parte de la población se deja manipular por los populismos y es incapaz de cribar con cierro criterio los embustes que intoxican exitosamente sus emociones, haciéndoles partidarios de unos demagogos que aparentan defender sus intereses cuando en realidad los desdeñan con saña.

De haber algún futuro que pueda revertir tanto dislate pasa por luchar contra la vulnerabilidad epistemológica y dotarnos con escudos éticos que nos protejan del triunfo de la mendacidad

El negacionismo es un instrumento muy eficaz para hacer prosperar cualquier discurso demagógico. Suplantar los hechos por las opiniones le va como anillo al dedo. Da igual que se trate de negar el holocausto, la emergencia climática, las evidencias científicas o los datos bien contrastados. El caso es construir una realidad alternativa que no sea virtual y nos haga volver al mito platónico de la caverna. Estos nuevos cavernícolas digitales no dan crédito a quienes han visto la luz y prefieren atenerse a lo que no son sino sombras o ilusorios espejismos.

De haber algún futuro que pueda revertir tanto dislate pasa por luchar contra la vulnerabilidad epistemológica y dotarnos con escudos éticos que nos protejan del triunfo de la mendacidad. Dar por buenas las patrañas de un modo tan generalizado es algo inaudito. Engañar a tanta gente durante tanto tiempo requiere de unos medios tecnológicos que demandan alguna regulación. Las informaciones tóxicas necesitan verse neutralizadas con algún antídoto y éste no es otro que la crítica cultivada por el espíritu filosófico. El sano escepticismo y la ironía son las mejores armas contra los fanatismos.

El colapso cultural del negacionismo