sábado. 20.04.2024

Alberto Feijóo se ceba con la sentencia donde se ven involucrados Griñán y Chaves. Ojalá tuviera esa sensibilidad por los dictámenes judiciales que afectan a su propio partido. Tapar las propias vergüenzas con destinos ajenos no parece muy cabal, sobre todo si las tuyas ganan por goleada. Los audios del comisario Villarejo son bochornosos y afectan a miembros del gobierno de su partido. Despidos en diferido, machacar discos duros o pretender incautar los archivos del antiguos tesorero no parecen cosas muy ejemplares.

Casado quería vender Génova para echar algo de cal en estas historias. Feijóo ni se lo plantea. Viene de Galicia, como si arribara de otro planeta y su alejado no tuviera una hoja de servicios o no tríenos en la gobernanza del territorio gallego. El PSOE siempre hereda la herencia recibida, pero el PP hace tabula rasa, pese a sus querencias franquistas. Cuidadín con jugar con fuego. Si se quiere hacer balance, hágase inventario en paralelismo cabal, sin trampas ni cartón.

Hay una corrupción estructural insoportable y se trata de hacerle frente, sin disculpar las propias malversaciones con los disparates ajenos

La comunidad madrileña es un faro en este ámbito. Aguirre ganó las elecciones tras el tamayazo y proliferaron las ranas entre sus colaboradores más directos, con el bochornoso resultado que se conoce. Ayuso se pone al mundo por montera y dice lo que se ocurre al Miguel Ángel sin encomendarse a dios ni al diablo. Casado quiso denunciar un posible desliz de la presidenta madrileña y se fue por el sumidero de la historia, pese a que su lado era el correcto, según Isabelita de Aguirre.

No se trata de minimizar la sentencia del ERE. Pero tampoco puede hacerse leña del árbol caído, si el bosque anda de aquella manera. Hay muchos árboles quebrados y hay que saltearlos al recorrer uno u otro sendero. Esto es obvio y negarlo retrata desde luego a quien quiere distraer del asunto principal. Hay una corrupción estructural insoportable y se trata de hacerle frente, sin disculpar las propias malversaciones con los disparates ajenos. Porfiar en ese Erre que Erre parece algo harto pueril.

ERE que ERE