viernes. 26.04.2024
 

Tras airear en público sus desavenencias con una inusitada intensidad propia de las jaurías desbocadas, Pablo Casado decide dar por buenas las explicaciones que Isabel Ayuso le musita en privado. Cambian las ruedas de prensa por una reunión sin luz ni taquígrafos, mantenida en un despacho de una sede repudiada por el propio Casado, que ni siquiera ha sabido materializar esa mudanza.

Es un hombre de palabra. Bueno, en realidad habría que decirlo en plural. De muchas palabras que nunca se mantienen y son revocadas por los hechos o declaraciones contradictorias que invalidad las anteriores. Desde luego su credibilidad tiene pies de barro, desde que se limitó a mostrarnos las portadas de unos presuntos trabajos para zanjar la polémica sobre su controvertido máster.

Lidia con la opinión pública confiando en su flaca memoria y cultiva el improperio como nadie. Nunca responde a lo que se le pregunta y su forma de rendir cuentas es descalificar al adversario aunque no pegue ni con cola, insultando constantemente la inteligencia de su auditorio. Su borrón y cuenta nueva con las probadas corruptelas de su partido hace aguas por todas partes.

Los escándalos periodísticos y judiciales eran cosas del pasado. Eso mismo decía su antecesor, hasta que le atropellaron y le dejaron en la cuneta, porque la realidad fue más terca que su galleguismo. Casado toma las riendas para protagonizar un relevo generacional y una regeneración del proyecto político que representa su partido. Debía ser necesario cuando Nuñez Feijó gana elecciones rehuyendo su logotipo gracias a su marca personal.

Sus dos mayores apuestas fueron dos mujeres a las que confío puestos de máxima responsabilidad. Cayetana Álvarez de Toledo  como portavoz del grupo parlamentario e Isabel Díaz Ayuso para presidir una comunidad cuyos presidentes han tenido ciertos problemillas y alguno hay que terminó en la cárcel después de negar todo cuanto se le imputaba. Ese pasado delictivo no debía gravitar sobre los actuales responsables, repetían estos hasta la saciedad.

Miguel Ángel Rodriguez sabe que la mejor defensa es un buen ataque. Ha logrado sepultar un espinoso asunto con una ofensiva mediática de las que suele urdir para la oposición. Las mediaciones del hermano eran lo de menos. A Tomas Díaz Ayuso le dan unas pingües retribuciones por ser un comercial como la copa de un pino. En realidad ahorró a los madrileños un dineral en mascarillas al conseguirlas de baratillo cuando escaseaban. ¿Cuántas vidas no habrá salvado su intervención entre sanitarios y enfermos?

De repente había que hacerle un monumento como ciudadano ejemplar y defenestrar a quien osara injuriarle con sospechas infundadas. El problema eran las filtraciones de La Moncloa y los acusicas de Génova, canteados por las fechas de un congreso regional. Si esto no es habilidad comunicativa, que baje Dios y lo vea. Finalmente la documentación se muestra en una especie de concesionario donde imparten absolución. Impresionante.

Las estratagemas del trumpismo han calado en estos nuevos actores políticos y Ayusopolis es ahora mismo la capital de Trumpilandia.

No rueda ninguna cabeza y tan amigos. Aquí no ha pasado absolutamente nada, una vez más. El derecho a la privacidad y el carácter sacrosanto de la familia sirven para enterrar un asunto considerado gravísimo por quienes ahora no le dan la menor importancia. Esta es la irrestricta Libertad que se opone al control de las instituciones.

¿Quién divulgó el vídeo del hurto de Cristina Cifuentes? Aseguró que no se iría por el escándalo de su máster y en esto tuvo razón e incluso salió bien parada en los tribunales, mientras recibían sanciones las personas que falsificaron su documentación. Esperanza Aguirre se quemó la mano con el fuego de su delfín, Francisco González. El tamayazo les hizo conquistar Madrid y ahí siguen a pesar de los pesares.

Las estratagemas del trumpismo han calado en estos nuevos actores políticos y Ayusopolis es ahora mismo la capital de Trumpilandia. Este pulso lo ganará por desgracia quien tenga menos escrúpulos, aunque resulte difícil de medir esa tasa entre tamaña carencia del más mínimo pudor.

Donde dije digo… La credibilidad política de Ayuso y Casado