viernes. 19.04.2024

Como era previsible, el nuevo debate de la moción de censura presentada por los Diputados de Vox da una sensación de acto fallido, de acto innecesario, una pérdida de tiempo a mayor gloria (efímera) de Ramón Tamames. Quizás Vox se lleve unas décimas de intención de voto a costa del Partido Popular, porque Vox ha sido protagonista del acto parlamentario, pero la sensación final es la de un acto que no aporta nada a la política española y, más bien, como planteaba el editorial de El País el 20 de marzo (“La moción del populismo”), supone una instrumentalización de las instituciones en detrimento de la democracia.

La primera idea que debe resaltarse es el alineamiento de Ramón Tamames con la extrema derecha y con el pasado franquista. No es el primer caso de un comunista que salta hacia la extrema derecha. Óscar Pérez Solís fue fundador del Partido Comunista Obrero Español y del Partido Comunista de España y acabó apoyando el golpe de Estado de 1936. Otro comunista pasado al fascismo fue Jacques Doriot que acabó fundando el Partido Popular Francés, que fue un partido colaboracionista. Tamames no es el primer caso del paso de la extrema izquierda hasta la extrema derecha. Porque lo que es indudable es que Tamames se ha aliado a la extrema derecha española porque, diga lo que diga, se identifica lo suficiente con el programa de Vox.

La segunda idea que conviene destacar es, como ya apuntamos la semana pasada, el aroma de fraude de ley que tiene toda la moción de censura. Si hace una semana señalábamos el extraño juego de dos programas de gobierno a causa de las ideas diferentes de Tamames y de Vox, ahora hay que agregar otro factor que huele a fraude y es que el discurso del candidato ha tenido como núcleo principal la idea de ganar la moción para, a continuación, disolver las Cortes Generales.

Dejando a un lado la constante presión de las derechas españolas que, cuando no están en el Gobierno, reclaman sin cesar la celebración de elecciones (costumbre que inició Aznar cuando llegó a la cúpula del Partido Popular), hay que recordar que en la legislatura 1993-1996, cuando Anguita y Aznar estaban aliados contra el Gobierno del Presidente González, Izquierda Unida presentó una proposición no de ley para que el Congreso exigiera al Presidente disolver las Cortes y convocar elecciones. Aquella proposición no de ley, si no recuerdo mal, no fue admitida a trámite porque interfería en las atribuciones del Presidente del Gobierno. Ahora pasa lo mismo y Tamames ha intentado utilizar un mecanismo lícito (la moción de censura) para un fin ilícito (la disolución anticipada de las Cortes) que refleja las persistentes prisas de las derechas por acotar los Gobiernos de la izquierda.

Tras estas dos ideas el debate ha seguido los pasos que se preveían. Era lo previsto porque, por un exceso de exposición mediática, el candidato, además de la sospechosa filtración de su discurso, ha hecho dos rondas de entrevistas en toda la prensa nacional, tratando de sacar partido a este momento de gloria que no se volverá a dar.

En cuanto al contenido de las intervenciones de Tamames y de Abascal, nada nuevo. Los argumentos habituales de la derecha española sazonados con algunas perlas propias de la extrema derecha. No es un programa de gobierno, sino una crítica contra el Gobierno sin apenas alternativas programáticas. Y como era inevitable, Tamames y Abascal han comprado la mercancía averiada que venden algunos juristas que hacen de España un régimen autocrático y sin libertades y con una deficiente calidad democrática que se expresa en el intento gubernamental de “ocupar” las instituciones incluido, naturalmente, el no renovado Consejo General del Poder Judicial. Pero, como le replicó el Presidente Sánchez, en una autocracia, la oposición no toma la palaba en el Parlamento como estaban haciendo Vox y Tamames. Y además el excomunista trató de reivindicar una idílica transición democrática que no casa, sin embargo, con su nunca aclarada candidatura a ocupar un Ministerio en el Gobierno nonnato del General Armada.

Como era de esperar, el Partido Popular se ha quedado al pairo. No ha ofrecido alternativa ni ha sido capaz de despegarse de Vox. El mensaje es claro: Núñez Feijóo no ha querido despegarse de Vox porque espera pactar con este partido tras las próximas elecciones municipales y autonómicas, como ya ha pactado en Castilla y León. Y tiene esperanzas incluso de formar el Gobierno de la Nación. Pero no es momento de medias tintas porque se está a favor de Vox o en contra de Vox, por lo que la actitud del Partido Popular no engaña a nadie.

En definitiva, ha sido una moción de censura que no ha ofrecido programa alternativo de gobierno, sino que ha pretendido invadir las atribuciones del Presidente del Gobierno. La sociedad y la política de España no se pueden permitir este espectáculo destinado a reforzar a Vox frente al Partido Popular y a satisfacer la vanidad de una figura del pasado.

Un debate fallido e innecesario