miércoles. 24.04.2024
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© Flickr / Parlamento Europeo

Las informaciones falsas, no veraces, que se han oído en las conversaciones de Ferreras con Villarejo, son de una gravedad extraordinaria para un sistema democrático. "Se fabrican pruebas falsas, con policías pagados por todos, para hundir a un político y a su partido, con la excusa de un presunto patriotismo”.

Tales prácticas suponen un ataque frontal a nuestra Constitución, en concreto, al artículo 20. 1. Se reconocen y protegen los derechos.

  • a) A expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción.
  • d) A comunicar o recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión.

Me detendré en el concepto de información veraz, aunque ya lo he hecho en algún artículo anterior, pero por su trascendencia lo haré de nuevo.

Las libertades de expresión e información no son siempre fácilmente distinguibles, pero que es necesario matizar para hacer plenamente operativos los mandatos constitucionales: la libertad de expresión hace referencia a la libertad para comunicar pensamientos, ideas, opiniones por cualquier medio de difusión ya sea de carácter general o más restringido (pasquines...). Por su parte, la libertad de información se refiere a la comunicación de hechos mediante cualquier medio de difusión general, esto es, la libertad de expresión conlleva un matiz subjetivo, mientras que libertad de la información contiene un significado que pretende ser objetivo.

Evidentemente expresión e información con frecuencia no se dan separadas, sino, por el contrario, unidas puesto que con las noticias es frecuente intercalar opiniones propias del informador. De esta forma se considerará que nos enfrentamos a una manifestación de la libertad de expresión o, por el contrario, de la de información de acuerdo con el carácter predominante del mensaje. El precepto constitucional exige la veracidad en el caso de la información, lo cual se ha interpretado como necesidad de veracidad subjetiva, es decir, que el informante haya actuado con diligencia, haya contrastado la información de forma adecuada a las características de la noticia y a los medios disponibles (según han señalado diferentes sentencias constitucionales) puesto que de exigirse una verdad objetiva eso haría imposible o dificultaría en extremo el ejercicio de la libertad de información.

Hay suficientes sentencias del Tribunal Constitucional y del Tribunal Supremo, que definen claramente el significado de información veraz, como he explicado antes. Un artículo para profundizar más sobre tal concepto es El derecho a recibir información veraz en el sistema constitucional. El ejercicio profesional del periodismo como garantía democrática, de Jesús López de Lerma Galán, de la Universidad Rey Juan Carlos I. Señala que “El derecho a recibir información veraz se ha convertido en uno de los principales fundamentos de la realidad democrática, que nos ha permitido consolidar una opinión pública plural y libremente formada, contribuyendo a la consolidación del Estado social y democrático de derecho. La veracidad, se convierte así en el elemento garante de la constitucionalidad de un derecho tan básico como es el de informar”.

Y en el caso que comentamos es evidente que no ha habido información veraz. “Inda, voy con ello, pero esto es demasiado burdo”. No obstante, el caso de Ferreras no es la excepción de estas informaciones falsas, no veraces. Ana Rosa Quintana, que presentó el programa con más audiencia de la mañana en España, volvía a difundir el bulo de que el responsable de las residencias de ancianos en Madrid era yo, y no la señora Ayuso", aseguró Iglesias, quien afirmó que esa "mentira" está "detrás de las amenazas de muerte que hemos recibido mi padre, mi madre, la ministra de Igualdad y yo". "Ana Rosa sabe perfectamente que las competencias eran de las Comunidades Autónomas", añadió.

Si el derecho a una información veraz está tutelado y protegido por la Constitución como determinan diversas sentencias tanto del Tribunal Constitucional, como del Tribunal Supremo, ¿Qué espera la Fiscalía para actuar de oficio? Pero dejando los aspectos jurídicos, como acabo de detenerme, los medios de comunicación son básicos a la hora de consolidar una democracia, por lo que deben respetar los valores constitucionales.

Como muy bien escribe Jesús Cintora en su reciente libro No quieren que lo sepas: "Alguna vez he leído o escuchado que las empresas privadas pueden hacer lo que quieran por esa condición de interés privado y su inversión. Que pueden contar los contenidos que les venga en gana, quitar, poner, despedir a profesionales, porque es su negocio. A este respecto existe un equilibrio a tener en cuenta con la condición de servicio público. Por ley, los criterios de veracidad, pluralidad y responsabilidad social son sagrados. Legalmente, la radio y la televisión son un servicio público esencial para la comunidad y la cohesión de las sociedades democráticas, que tiene por objeto la producción, edición, y difusión con programaciones diversas y equilibradas para todo tipo de público, cubriendo todos los géneros y destinadas a satisfacer necesidades de información, cultura, educación y entretenimiento de la sociedad española. Debe respetarse la participación, la diversidad y el acceso de los grupos sociales y políticos significativos. En definitiva, los valores constitucionales".

Cuando el programa del primero (Cintora) iba superando en audiencia al programa del segundo (Ferreras) fue eliminado fulminantemente de la programación de la televisión pública

Cintora, este sí que es periodista de los de verdad, que enaltece la profesión, proporcionaba información veraz y plural en su programa de TVE “Las cosas claras”, y no otros que con gran pompa y boato se autoproclaman con el slogan de “Más periodismo”. Cuando el programa del primero iba superando en audiencia al programa del segundo fue eliminado fulminantemente de la programación de la televisión pública. Y el director del segundo, el de “más periodismo” se ha convertido en el “periodista de cabecera” del presidente, Pedro Sánchez, para ser entrevistado. Como bien dice Ernesto Ekaizer en Twitter: “Es habitual que los llamados “poderes establecidos” (the powers that be en inglés) celebren la desaparición de un medio o de un programa. Pero con “Las cosas claras” y Jesús Cintora quien esperaba activamente y machacaba para brindar por el linchamiento era la… profesión”. Es muy clarificador del nivel ético de gran parte del periodismo en esta España nuestra.

Salvo algunos medios digitales, nadie ha salido a defender el programa de Cintora. ¿Temen enfrentarse a la Sexta? Vaya solidaridad de los medios. Ejemplar. No obstante, todo tiene una explicación. La libertad de expresión la puede ejercer el dueño de la imprenta, y los operarios de ella tienen que asentir sus consignas. "Es difícil conseguir que un hombre entienda algo cuando su salario depende de que no lo entienda", como nos dijo Upton Sinclair.

 Quiero hacer un inciso sobre la libertad de expresión en general, pero dedicada especialmente a determinados “periodistas”. Me lo ha sugerido el libro La libertad de expresión y por qué es tan importante de Andrew Doyle. Dice así: “En su ensayo "Looking Back on the Spanish War", (mirando hacia atrás en la guerra española), George Orwell imaginaba "un mundo de pesadilla donde el Líder, o alguna camarilla gobernante, controla no solo el futuro sino también el pasado. Si el Líder dice que este o aquel acontecimiento "nunca sucedió", pues nunca ocurrió. Si dice "dos y dos son cinco. Pues dos más dos son cinco. Esa posibilidad me asusta mucho más que las bombas". Obligar a los ciudadanos a decir mentiras como si fueran verdad es una forma de control psicológico común a todas las dictaduras.

Como argumentaba Spinoza, que un hombre se vea obligado a hablar conforme a los dictados de un poder supremo es una gravísima contravención de su "inalienable derecho natural" a ser "dueño de sus propios pensamientos". Una aclaración sobre la frase anteriormente mencionada "esa posibilidad me asusta mucho más que las bombas". En su novela distópica "1984, el Ministerio de la Verdad”, -un órgano del Ingsoc, el "partido gobernante"- proclama reiteradamente eslóganes contradictorios: "la guerra es paz", "la libertad es esclavitud" y "la ignorancia es fuerza".

En su diario, Winston Smith (es un personaje ficticio y protagonista de la novela 1984 de George Orwell) escribe: "La libertad es la libertad de decir que dos más dos son cuatro. Si se admite esto, todo lo demás llega por descontado". Al final de la novela, su resolución se ha visto completamente mermada por las torturas, y Smith acaba escribiendo inconscientemente la ecuación "2 + 2 = 5" con el dedo en una mesa cubierta de polvo. Lamentablemente en muchos medios españoles, por razones ya expuestas, los periodistas, e incluso, su dirección, tienen que comportarse como Winston Smith.

El periodismo español tiene difícil analizar el Caso Villarejo después de haber compartido con él mesa, mantel y lo que había debajo

Sorprende extraordinariamente que, ante estas prácticas de informaciones falsas, como las citadas, los partidos políticos PP, VOX, Cs y PSOE hayan permanecido callados. ¿Acaso le tienen miedo a la Sexta? Tampoco este proceder es nuevo. Lucía Méndez hace ya tiempo lanzaba en las redes sociales una pregunta que, en el fondo, contenía su respuesta: "Es inquietante el silencio de PP, PSOE y Ciudadanos sobre el espionaje policial a un líder político que se investiga en la Audiencia Nacional. Más allá de que se llame Pablo Iglesias y de las discrepancias ideológicas, los hechos afectan a la esencia de la democracia". Este tuit de Lucía Méndez, Pedro Vallín lo comenta en su libro "C3PO en la Corte del Rey Felipe. La guerra del Estado Profundo español contra la democracia liberal": "Como un relato edípico, el tuit se vuelve sobre sí mismo. El periodismo español tiene difícil analizar el Caso Villarejo después de haber compartido con él mesa, mantel y lo que había debajo".

Lo que parece claro, es que ha habido una confabulación entre medios, partidos, justicia, y poderes económicos -el Estado profundo- para destrozar a un político y a su partido. Y la clave de bóveda ha sido la figura de Villarejo. Esa extorsión no hubiera sido posible sin una colaboración mendaz de los grandes medios. Algunos de ellos han comprado dosieres-o mucho peor: a veces incluso han cobrado, de forma directa o indirecta, por publicarlos-, muchos de ellos espurios tanto en su origen como en su propósito. Han aparecido nombres de periodistas en las investigaciones derivadas de la actividad de las cloacas del Estado.

Como dice Pablo Vallín, “Se diría que a muchos periodistas se les cayeron hace tiempo tres letras y que hoy son peristas, claves en esta conjura. Porque, ¿de qué sirve un viejo vídeo de Cristina Cifuentes obtenido de forma ilegal en un supermercado sin una televisión dispuesta a difundir el escarnio durante una mañana entera? Decía el periodista de ficción Will McAvoy: “Si a sabiendas dejas que alguien mienta en tu programa, quizá no seas un camello, pero sin duda eres la persona que lleva el camello en el coche”.

Si los ciudadanos no castigan algunos comportamientos mediáticos, se refuerzan los hábitos antidemocráticos

En cuanto a la ciudadanía, si está impregnada de los valores democráticos -ya llevamos unas décadas de democracia-, por simple higiene democrática, debería castigar a determinados periodistas y programas, simplemente con no verlos ni oírlos. Si a pesar de estos casos flagrantes de informaciones falsas, o mejor, no veraces, persiste en consumirlas, allá cada cual. Si los ciudadanos no castigan algunos comportamientos mediáticos, se refuerzan los hábitos antidemocráticos. Por ello, la clave más profunda para salvaguardar la democracia es cultivar, desarrollar una ciudadanía madura, crítica, imbuida de los valores de justicia y de dignidad. Y aquí es fundamental la educación: en la escuela, los medios, la familia, y en cualquier institución con capacidad de influencia.

Como señala Marc Peguera Martín: "decidir por (uno) mismo sobre cuestiones esenciales y hacerlo con conocimiento de causa» y que ahí, en el conocimiento de causa, «se encuentra todo el problema de la democracia". Y con prácticas “periodísticas” como las de “Inda, voy con ello, pero es demasiado burdo” el ciudadano no puede alcanzar ese conocimiento de causa. Es decir, no está suficiente y adecuadamente informado para poder decidir con criterio entre las diferentes opciones políticas.

No obstante, soy muy pesimista. La realidad es la que es. El programa “Al rojo vivo” “más periodismo” sigue y el programa “las Cosas claras” ha desaparecido definitivamente. 

“Inda, voy con ello, pero esto es demasiado burdo”