jueves. 28.03.2024
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Truenos, rayos y centellas. España se hunde. Es el Apocalipsis..

A finales del pasado año, era por la noche en uno de esos días lluviosos. Después de cenar me dispuse a ver un telediario. Allí apareció el señor Casado con ese aire mesiánico, tan suyo, oponiéndose a lo divino y humano, pintando un panorama más negro que la noche.

Viniendo del líder de un partido tan serio como el PP, con ese bagaje académico tan consistente, no pude por menos que asustarme en mi ignorancia.

Inmediatamente apagué la televisión. Cerré persianas y contraventanas, apagué todas las luces y, como buen cobarde, me metí en la cama con la cabeza dentro de las sábanas en la confianza de que el fin del mundo me cogiera protegido por el calor de la cama.

Tuve suerte. El mismo miedo hizo que enseguida cogiera el sueño., aderezado de pesadillas, supongo.

Pi, pi, pi. Pi, pi, pi. Maldita sea mi estampa. En el frenesí por acostarme rápido, apagué todo menos la radio despertador. Con la inercia de todos los días, le di a un botón y empezó a oírse uno de esos programas informativos que empiezan a las seis de la mañana.

Aleluya, pensó mi subconsciente. He llegado a la otra vida como todos los días. Armado de valor me atreví a abrir los ojos. Allí estaban esos números fluorescentes en la misma mesilla de noche con el mismo locutor de todos los días analizando las noticias del momento.

Estoy vivo, me dije. Salté de la cama, abrí las contraventanas y subí las persianas. El sol dio de lleno en mi cara, tanto que me deslumbró. Inmediatamente volví a abrir todo y con la mayor prisa que pude me vestí para salir a la calle.

No sé, señor Casado, (...) después de su discurso, el sol volvió a salir.

Mi casa estaba en el mismo piso. El ascensor funcionaba. Por la calle la misma monotonía de siempre. Crucé la calle para comprobar si el autobús funcionaba. A los pocos minutos apareció como siempre. Cual intrépido periodista le pregunté al conductor si todo iba bien.

- No le entiendo, me contestó.

- Si, que si ha cobrado la nómina del pasado diciembre.

- Vaya a reírse con su padre. Me espetó.

- Que más quisiera, le contesté, hace unos años que murió.

Sin más ganas de complicarme la vida, hice todo el trayecto de ida y vuelta para ver si el mundo seguía. Sí, todo estaba en su sitio. Volví tranquilo a casa para darme una relajante ducha. Y el agua caliente también salió del grifo.

No sé, señor Casado, el mundo que ve usted. Quizás las lunas tintadas de su coche blindado o de su despacho le impidan ver la luz. Le sugiero que las cambie por unas transparentes. Porque después de su discurso, el sol volvió a salir.

Señor Casado, al día siguiente volvió a salir el sol