viernes. 29.03.2024

Toda organización social puede introducirse en una dinámica negativa para sus intereses que acabe debilitándola e incluso destruyéndola. La dinámica que Pablo Casado está llevando al Partido Popular puede provocar, a largo plazo, un debilitamiento del partido y, con ello, un paralelo debilitamiento de la democracia. Las vías tácticas que Casado ha adoptado y algunas decisiones estratégicas que está tomando actualmente pueden acabar despeñando a este partido en beneficio, naturalmente, de Vox.

El tono de Casado en las preguntas orales que formula al Presidente del Gobierno en la sesiones de control del Congreso de los Diputados ha rebasado los límites admisibles en democracia. Esa mezcla de: a) insultos; b) acusaciones al PSOE y al Gobierno de todos los males que ocurren en España; c) descalificaciones personales a algunos Ministros; y d) propuestas provocadoras para Cataluña, que está provocando malestar en dirigentes populares. Malestar que se percibe también en la opinión pública, como ha escrito el director de La Vanguardia en su artículo del 18 de diciembre “¿Adónde va Casado?”, donde se señala que Casado intenta competir con Abascal “con un discurso extremista más típico de un usuario de las redes sociales que de un líder que quiera gobernar España”.

Esta táctica verbal hiperagresiva sólo tiene apoyo en unas franjas extremistas de la sociedad española y sirve para acentuar la necesidad de una política de centro derecha. Nadie duda de que esta escalada verbal irresponsable de Casado se debe a la doble presión de Vox y de Díaz Ayuso, pero pocos comentaristas consideran acertado que el Partido Popular entre en esa senda en lugar de transmitir un mensaje de centro y de concordia. La sociedad española, como otras muchas de Europa, ha salido traumatizada de la pandemia y aspira a unas relaciones sociales y políticas sosegadas, que no provoquen enfrentamientos. Casado se está equivocando al lanzar su furia agresiva contra el PSOE, contra el Gobierno y contra su Presidente porque no sólo deslegitima al Estado democrático y a sus actores sino que crea en la opinión pública un sentimiento de confrontación política extrema que no casa con la tolerancia democrática.

Salvo en Austria, las derechas europeas rehúyen vincularse a la extrema derecha. Pero en España ocurre lo contrario, la derecha abre paso a la  extrema derecha

En sentido estratégico también está errando Casado. La disolución de las Cortes de Castilla y León, con el mismo argumento falaz que utilizó Díaz Ayuso en la Comunidad de Madrid (y pronto en Andalucía) se va a saldar con un fiasco para el Partido Popular. La decisión parte de un cálculo erróneo y de una actitud poco respetuosa para sus aliados de Ciudadanos. El cálculo erróneo de Génova (de donde parece provenir la decisión de disolver la Cámara) es que ha cambiado el “ciclo político” y que, al igual que ha ocurrido en la Comunidad de Madrid, el Partido Popular arrasará en las próximas elecciones y se asentará un ciclo político donde la derecha va a ser la ganadora de las próximas convocatorias electorales, de modo que el ciclo se cerrará en las siguientes elecciones a Cortes cuando el Partido Popular arrase frente a la izquierda. Pero este cálculo (que ha llegado a comprar El País como se ve el artículo “El PP fuerza elecciones en Castilla y León para probar el cambio de ciclo” de Juan Navarro y Carlos E. Cué del 21 de diciembre) no tiene suficiente fundamento. El Partido Popular se está creyendo sus propias mentiras, fundadas en sacar la media de sondeos rigurosos y de sondeos chapuceros, pero esa ilusión se confrontará dentro de unas semanas con la realidad. El punto de partida es, pues, poco sólido.

Llama la atención, como ocurrió en la Comunidad de Madrid, el maltrato, la frialdad y la crueldad con la que el Partido Popular se ha desprendido de sus aliados. Crueldad que se disfraza de ofensa recibida y que ha asumido, por ejemplo, alguna prensa conservadora como El Mundo. Esta puñalada por la espalda a Ciudadanos quizá sea la que mate definitivamente al errático partido, que tras las últimas elecciones autonómicas tuvo ocasión de formar coalición con el PSOE, el partido más votado en la región, y sin embargo, prefirió entregarse al Partido Popular. Ninguna pena puede dar un partido que pudo gobernar en coalición en España en 2019 y prefirió suicidarse para satisfacer las fobias y filias de un mediocre político que nunca debió llegar a dirigir un partido. En todo caso, la crueldad y la dureza con el aliado de ayer son demostrativas de cómo entiende Casado la política.

Pero lo más importante (y más preocupante) de la decisión estratégica de Casado respecto a Castilla y León es la puerta que abre a Vox. Que el Partido Popular facilite que Vox obtenga cierto número de Diputados en una Comunidad Autónoma donde no tenía ninguno, denota que la estrategia ultra de Díaz Ayuso está calando en Génova. Y esto sí que es serio. Salvo en Austria, las derechas europeas rehúyen vincularse a la extrema derecha. Pero en España ocurre lo contrario, la derecha abre paso a la  extrema derecha. Probablemente se deba, como he escrito en esta sección otras veces, a que la derecha española fue cómplice de la dictadura franquista y no ha conseguido liberarse de esa conexión ideológica y sentimental. Pero debemos tener en cuenta que la coalición derecha / extrema derecha va ganando terreno.

No todo el Partido Popular comparte la táctica agresiva de Casado y su estrategia de aproximación a la extrema derecha, pero si no reaccionan pronto, se van a ver inmersos en un partido extremista y bronco que difícilmente acabará gobernando España. Si los barones del Partido Conservador británico se desprendieron de Thatcher, ¿no habrá barones en el Partido Popular que corten una carrera que no sacará al partido de la oposición?

El callejón sin salida de Casado