miércoles. 24.04.2024

Lo entiendo como un problema común, aunque es evidente que en Andalucía las propuestas de izquierdas, de progreso, han retrocedido mientras que en Francia, Chile y Colombia han avanzado. Y a las izquierdas españolas se nos plantea el mismo reto.

Joan Coscubiela acaba de publicar al respecto un interesante comentario en el País que suscribo[1], con un elocuente título: “La indignación se consume, la transformación social debe organizarse”, en el que además subraya que la digitalización de la relación política debilita a las propias organizaciones políticas si éstas no son capaces de dirigirla.

La indignación sin organización puede conquistar momentáneamente las instituciones, no necesariamente el poder, con el evidente riesgo de perderlas y perderlo pronto, acentuando con ello la desconfianza de la ciudadanía en las posibilidades de avanzar, consolidando con su dispersa movilización y/o su desmovilización los planteamientos más reaccionarios a partir de la inhibición política de los colectivos que la protagonizaron.

Los “chalecos amarillos”, que pueden recibir el apoyo y estímulo tanto de Mélenchon como de Le Pen, no pueden ser la base para “conquistar los cielos”. 

El fracaso en Andalucía, el riesgo de fracaso en España, apuntan en mi opinión al mismo problema que tienen los protagonistas de los indudables éxitos en Francia, Chile y Colombia: la necesidad pendiente de establecer la relación entre los proyectos políticos y sus líderes con la ciudadanía. Una relación que para ser eficaz no puede limitarse a la adhesión, que al igual que la indignación, “se consume” como señala Joan Coscubiela, sino que precisa participación activa de la ciudadanía  y para ello organización, así como confianza en el programa, en los dirigentes, en la estructura política que propone y asume su responsabilidad de dirección.

Organizar no basta "sumar"

Confianza en cómo se toman las decisiones, en los plazos, en los meandros del avance, en las etapas, cortas o largas, para intentar alcanzar los objetivos totales o parciales. Supone entender la correlación de fuerzas existentes y cómo ir modificándola día a día para avanzar a un ritmo, plazos y contenidos que no puede predeterminarse, sino construirse permanentemente.

Se trata de establecer una coherente relación de la propuesta política con los movimientos sociales, respetando su autonomía, pero con valentía para hacer propuestas, discutirlas colectivamente, fomentar el activismo y la democracia de las organizaciones sociales, particularmente de los movimientos sociales más interesados en las propuestas de progreso, de transformación social,...

La necesaria confianza en los dirigentes políticos, en la organización que lideran, no puede basarse en la fe, sino que hay que construirla y confirmarla cada día, organizarla y darle vida.

No puede limitarse a sumar si quiere ir más allá de los deseables éxitos electorales, si pretende contribuir a los necesarios avances sociales, tanto si consigue integrarse en un gobierno de progreso como si no. Siempre desde la sociedad

Tal es la función del partido político, del colectivo organizado, de la organización del colectivo que asume el proyecto con voluntad de contribuir a su realización, a su aplicación, a su conquista. Si acierta, este ejercicio lo fortalece, lo engrandece en número y en influencia social, pero lo debilita si no lo logra.

Se trata de un problema principalmente para la izquierda, para las propuestas de transformación social, de progreso, tanto para presionar a los gobiernos de la derecha como para apoyar a los progresistas. Porque las derechas, las fuerzas conservadoras, no necesitan un apoyo organizado de la sociedad, les bastan los instrumentos institucionales, los poderes fácticos económicos, mediáticos, religiosos, …, mientras que las izquierdas, además de plantearse alcanzar democráticamente las instituciones, tendrán que negociar con tales poderes, tanto desde el gobierno como desde la oposición, en base no sólo al apoyo electoral sino a partir de la activa movilización de la ciudadanía que les dio el voto.

Para todo ello me permitirá Joan Coscubiela remitirme a otro artículo suyo de hace unos pocos meses[2] que me ha facilitado otro amigo. En este trabajo Joan alerta ante las tentaciones de crear “partido sin organización”, es decir un partido que no sea un partido más allá de su denominación formal.

No es baladí la discusión, el juego de palabras, en estos momentos, cuando para algunos parece que la esencia de su gestión política sean las encuestas como expresión de una opinión y la propaganda política como actividad principal, cuando se entiende el voto telemático desde las individualidades como instrumento para la construcción de la voluntad colectiva, el referéndum como método permanente de decisión, sin debates colectivos, sin análisis colectivos, sin decisiones colectivas, …, sin construir entramado que vaya destilando opinión, decisión, comprensión, nuevas iniciativas, …, y con y para ello ir construyendo su propia entidad partidaria.

Hay que desterrar la consideración de que la propuesta “partidaria” es negativa, asumiendo que precisamente su carácter de emanación de un colectivo vivo, inserto en la sociedad, es lo que le da valor, …, y si consigue un apoyo mayoritario, fuerza para aplicarla.

He citado Francia, Chile, Colombia, …, no para profundizar en la realidad de estos países porque no me considero en condiciones para ello, pero sí para señalar que los “frentes amplios” que en ellos han conseguido importantes victorias con una u otra denominación, han supuesto la confluencia de fuerzas, colectivos sociales, grupos de opinión, …, con una importante, aunque diversa y a veces dispersa coincidencia en el programa y el objetivo de gobierno. Pero aún sin una organización unitaria que permita organizar el apoyo social, conducir el proceso de definición y aplicación de las medidas de gobierno, de la correspondiente movilización y negociación de los necesarios acuerdos puntuales con la mayoría social y con el conjunto de las fuerzas sociales.

Es decir, el mismo problema que tenemos en España ahora para aplicar el programa del gobierno de coalición, necesariamente repensado y actualizado día a día ante las nuevas realidades (pandemia, guerra, inflación, …) que se plantean.

En todo caso, sumar para organizar, organizar para sumar en la actividad política. Que no se nos olvide ninguna de las dos patas en cualquier proceso social y político, políticosocial, que se quiera poner en marcha.

PSOE y UP deberían asumir la necesidad de superar ya lo que es casi su naturaleza principal en este momento, su condición de plataformas electorales y de propaganda política.

Han de culminar la legislatura ejerciendo día a día su responsabilidad de gobierno y plantearse ya las próximas elecciones municipales, autonómicas y también las generales, con voluntad de ganar con una propuesta de desarrollo del que ha sido su actual programa de gobierno a aplicar en la realidad de cada uno de los ámbitos de gobierno, y de consulta y apelación a la ciudadanía.

Pero esta problemática de suma y organización, organización y suma, se plantea aún con mayor importancia al proyecto que encabeza Yolanda Díaz y que comienza con la aventura de preguntar a la ciudadanía.

Preguntar supone formular peguntas, y éstas han de tener un contenido concreto, estimulante ya, con el objetivo consciente de organizar una estructura social, política, capaz de impulsar la síntesis de las respuestas que consiga de la sociedad.  

No puede limitarse a sumar si quiere ir más allá de los deseables éxitos electorales, si pretende contribuir a los necesarios avances sociales, tanto si consigue integrarse en un gobierno de progreso como si no. Siempre desde la sociedad.

[1] https://elpais.com/opinion/2022-06-22/la-indignacion-se-consume-la-transformacion-social-debe-organizarse.html?ssm=whatsapp

[2] https://elpais.com/opinion/2021-10-29/yolanda-los-egos-y-el-partido-matrioska.html#?rel=mas

Organizar, no basta "sumar"