jueves. 25.04.2024

Yolanda Díaz, según las encuestas, es la política mejor valorada de todos los líderes políticos actuales. Este es un capital político sorprendente si nos atenemos al hecho de que la mayoría de los medios de comunicación denigran su persona, están, diríamos, rabiosos por encontrarla algo que pueda menoscabar ese capital. Es verdad que se ha ganando su valoración enfrentándose en el Parlamento a Teodoro García Egea y a Pablo Casado, aunque sean dos pigmeos políticos y solo con su frase: “déjeme que le dé un dato” les ha volteado. Con eso y con su currículum sindicalista y su inteligencia, claro, que, como diría el tancredo gallego, “eso no es cosa menor”. Pero Yolanda tiene ante sí una tarea hercúlea y no es simplemente la de unir la izquierda a la izquierda del PSOE, que también es una tarea pendiente. Veamos estos problemas:

1) El primero de ellos es algo que los partidos de izquierda en España no están acostumbrados a abordar porque parten siempre de un análisis equivocado y es el de que la responsabilidad de que no gobierne la izquierda es solo de los partidos de izquierda: que a veces no cumplen lo que prometen, que no muestran unidad o que, a veces, no son consecuentes con la ideología de la que presumen. No, Yolanda Díaz se va a enfrentar a un hecho que está ahí, que pesa como una losa y que esa losa es aún más pesada porque se obvia, no se habla de ella, se mira para otro lado, nunca se aborda: Yolanda se va a enfrentar en sus aspiraciones al hecho de que una parte de los ciudadanos votan en contra de sus intereses.

Por ejemplo, una parte de los asalariados han votado –o se han abstenido– en Castilla y León al PP y Vox, cuando el primero les quitó la garantía de los convenios en el 2012 de la mano de M punto Rajoy; también muchos pensionistas castellano-leoneses han votado al PP a pesar de que el mismo Rajoy subió ¡solo el 0,25% las pensiones durante 4 años! Y quien dice de estas elecciones se puede decir de todas las elecciones y en todo el planeta de las democracias.

Que la derecha pueda ganar cualquier tipo de elecciones depende de la masa crítica de lo votantes y abstencionistas que votan o se abstienen en contra de sus intereses, que es un hecho difícil de voltear –vuelvo al verbo–, pero no imposible parcialmente. En cada país la derecha ha resuelto esta contradicción de sus votantes de forma diversa, pero hoy día, en el mundo de Internet y de la redes, solo se puede mantener esa mayoría electoral a partir de la mentira y el engaño, siendo los medios de comunicación el instrumento de lo anterior.

El que tenga duda en España de tal hecho solo tiene que leer El Mundo, La Razón y, sobre todo, el ABC, convertido este último en un fake-news permanente por activa y, sobre todo, por pasiva. Por poner un ejemplo, en este periódico ha aparecido un artículo criticando las insuficiencias de la sanidad pública –y es verdad– ¡sin mencionar que las competencias sanitarias están transferidas a las Autonomías!, sin mencionar que estas pueden aumentar la financiación de la sanidad a partir de sus impuestos propios, de los cedidos y de los compartidos. El artículo, con apariencia de sesudo, endilgaba al Gobierno de Pedro Sánchez toda la responsabilidad. Es un ejemplo más de mentira goebeliana a la que está acostumbrado este tabloide de la derecha. Volvemos luego sobre este hecho.

Decíamos que en esta tarea hercúlea Yolanda no puede estar sola y una pista es su pasado sindical como abogada laboralista. Tanto CC.OO. como UGT vienen cometiendo el error de pretender ser neutrales en política, de que no se les acuse de sesgo ideológico, de que se les acuse de que prefieran que gobierne la izquierda –o un partido determinado dentro de la izquierda– a otros. Y a fuerza de pretender ser y aparecer neutrales se han convertido en indiferentes electorales, lo cual es un sesgo ideológico. No es suficiente con que los líderes escriban algún artículo en algún medio de comunicación cuando se acercan las elecciones, sino que una de sus tareas es la de convencer a los asalariados –sean afiliados o no– de que una parte de sus intereses objetivos se juega en los boletines oficiales del Estado y de las Comunidades, de que dejen de votar contra sus intereses y reserven sus fuerzas –pocas o muchas– para otras reinvidicaciones sociales tales como la lucha contra la desigualdad, por una fiscalidad suficiente y justa o por un gasto social de las Comunidades dentro de sus competencias; que una de sus tareas es la de convencer a los trabajadores de que no pierdan en la urnas lo que han conseguido de otra manera.

Si en el 2023 el PP gobernara –con o sin ayuda de Vox– los asalariados deberán enfrentarse de nuevo ante el hecho de quedarse sin convenios y con mejoras salariales casi inexistentes: ahora al menos tienen los convenios como garantes últimos a partir de la última reforma del gobierno de coalición en este 2022. El futuro de Yolanda y de la izquierda a la izquierda del PSOE –y, por extensión electoral, de toda la izquierda– va a depender de que se logre voltear al menos parcialmente esta sociológica estulticia estructural.

E, incluso, más importante es lo de las pensiones, porque el futuro de las mismas, el hecho de que se mantenga su revalorización de acuerdo con el coste de la vida va a depender –y en este caso solo– de un futuro gobierno de coalición de la izquierda y no de un hipotético gobierno en solitario del PSOE. Lo que es seguro es que con el PP en el gobierno la suerte estaría echada también para los pensionistas.

2) La segunda tarea a la que se enfrenta Yolanda es la de unir a toda la izquierda a la izquierda del PSOE, cosa que no ha ocurrido ya en las próximas elecciones andaluzas, donde se presentan por separado dos candidaturas al menos de izquierdas a la izquierda del PSOE y donde Podemos ha entrado parcialmente, a regañadientes y con mal pie.

Es un mal precedente y es necesaria esa unión porque la derecha cuenta en la práctica con dos partidos, que son el post-franquista PP y el neo-franquista Vox. Ciudadanos, la esperanza para España de que hubiera un partido de derechas de ámbito nacional democrático, va a se en vano por el momento. El franquismo en España no ha muerto y una parte del cuerpo electoral, con sus votos y abstenciones, lo está sosteniendo todavía. Pero unir a toda la izquierda a la izquierda del PSOE es solo el primer paso: el segundo es definir precisamente cuál es su papel y su relación con el partido socialista.

Durante toda la democracia tanto IU como ahora Podemos han ido cometiendo errores en su relación con el PSOE –no comento los errores del PSOE que los ha habido– porque lo partidos no se definen ni por sus programas electorales ni por su autonomía ideológica, porque ambas cosas son cajas vacías si no se confrontan con el resto de los partidos, principalmente si no compiten con otros partidos de su cuerda ideológica y definen su papel en las tareas parlamentarias, legislativas y gubernamentales.

El viejo PCE, a pesar de su retraso en la aceptación del eurocomunismo en relación al PCI, supo definir su papel en la Transición y su utilidad para traer la democracia, aunque fuera con el terrible coste para la consolidación de la misma de la aceptación de la Monarquía –como se comprueba en estos días–, y de cosas más secundarias, como la bandera y el himno nacional franquista. Pero IU, de la mano de Julio Anguita, y Podemos, de la mano de Pablo Iglesias, no ha acertado siempre en esa tarea de definición de su papel en función de sus resultados electorales y han intentado en el mejor de los casos un imposible: una definición ideológica autónoma.

En la democracia la única tiranía soportable y necesaria es precisamente las elecciones, sus resultados y la conquista del BOE, de los boletines de las Comunidades en España. A muchos gustaría que el BOE y demás boletines tuvieran menos peso en la lucha de clases, pero no es así, nunca ha sido así salvo en períodos muy concretos que, normalmente, han devenido a situaciones no deseables por decirlo suavemente. Yolanda tiene esa tarea y es difícil, muy difícil.

Por un lado debe definir un partido a la izquierda de este PSOE de Pedro Sánchez en confrontación dialéctica con el propio PSOE, debe convencer que el partido que lidere va a ser de izquierdas pero sin pretender tener el monopolio ideológico de la izquierda; además debe convencer a electorado potencial –que es muy mayoritario objetivamente si descontamos la estulticia estructural de la que hablábamos– de que su formación ¡no va a permitir ni por activa ni por pasiva, si está en sus manos electorales, que gobierne la derecha! Por poner un ejemplo, que su formación no va a poner en juego una mayoría de izquierdas repitiendo unas elecciones como pasó en el 2019 con las exigencias de Pablo Iglesias de estar en un ¡futuro gobierno antes de que se celebraran las elecciones! Los machos-alfas en política sobran: ya hemos tenido bastante con Felipe González y, sobre todo, con Jose María Aznar, Felipe y Josemari, dos jarrones chinos que no acaban de romperse de una vez para siempre.

Ya hemos visto que los mozalbetes políticos como Rivera, Casado o Iglesias, metidos a machos-alfa, han fracasado. No parece que Yolanda Díaz vaya a cometer ese error y no solo por su condición de mujer, sino porque, creo, se ha dado cuenta de esos errores en cabeza ajena. Yolanda tiene derecho a presentarse con el cartel de presidenciable, lo debe de hacer, pero su actuación y la del partido que lidere debe estar sujeto a los futuros resultados electorales y no puede volver a ocurrir lo de repartirse la piel del oso antes de cazarlo (perdón por la metáfora).

3) La tercera tarea a la que deberá enfrentarse Yolanda –ya lo está comprobando– es la de que va a tener en su contra a una inmensa mayoría de medios de comunicación escritos y digitales, lo cual es normal y eso es un dato. Lo que deberá combatir es la mentira y el engaño permanente de estos medios porque la derecha política es consciente –la izquierda lo es menos aún porque aún confía en la lucha de clases– de que solo mediante la mentira y el engaño sistemático puede gobernar.

Mentira y engaño no son sinónimos: la primera se proyecta sobre el pasado y el segundo sobre el presente y el futuro. Goebels siempre está presente en la derecha, confía ésta en su herencia, en lo que supuso para la Alemania nazi, aunque al final perdiera la guerra. No se trata de enfrentarse a la prensa de derechas, de la derecha, porque eso es un gigante, pero sí de enfrentarse a sus mentiras y engaños, sea por acción o por omisión, que de esto último es un maestro el ABC. La derecha puede llegar muy lejos con estos instrumentos y recordemos lo que intentó Josemari en los atentados del 11-M, sus llamadas a los medios de comunicación y a las cancillerías occidentales, y cómo El Mundo mantuvo sin pruebas durante años que la autoría, al menos intelectual, era de ETA.

La izquierda es el sostén de la democracia y los medios de comunicación, a pesar de estos inmensos defectos, son imprescindibles para la misma. Cierto, pero la izquierda comete el error de pontificar su papel, de darle un papel de juez que no le corresponde; menos aún cuando con mentiras y engaños ponen sus recursos a favor de la derecha o a favor de quien sea. Tanto La Razón, El Mundo y el ABC traicionan el código deontológico de la profesión al no separar opinión de información, al utilizar mentiras y engaños de forma sistemática, porque piensan más en satisfacer las vísceras de su posibles compradores que de buscar la verdad, apelan a la emoción y no a la razón, al conocimiento.

Pero esto es así y no se puede cambiar, solo se puede denunciar. Un ejemplo más de esto es la economía. Durante mucho tiempo estos medios y otros han construido el mantra de que la derecha gestiona mejor la economía aunque flaquee en temas sociales y de derechos, cuando la realidad es la contraria porque, por ejemplo, la gestión económica de Rajoy fue un desastre: aumento terrible de la desigualdad, 350.000 millones de aumento de la deuda pública, liquidación de los casi 70.000 millones de la hucha de la pensiones, récord de prima de riesgo en el 2012.

Ahora tenemos récord absoluto de afiliación a la Seguridad Social, aumento notable –al menos relativo– de contratación indefinida, aumento, a pesar de la crisis, pandemia y ataque a Ucrania, de los ingresos fiscales sin aumentar los tipos, indexación de pensiones al coste de la vida, previsión fundada de recuperación del turismo y la restauración y contención a medio plazo de la inflación.

Y sin embargo el mantra permanece y si eso ocurre es por el éxito que tienen los medios de comunicación de derechas en sus mentiras y engaños, en este uso la izquierda tiene que reconocer sus méritos, son auténticos maestros.

En definitiva, las cartas no están echadas, la partida aún no ha comenzado y todo puede ocurrir, Y Yolanda Díaz va a tener su oportunidad por su capital político acumulado en tan breve espacio político –debería dar las gracias a Teodoro–, por la necesidad de que haya un solo partido de izquierdas a la izquierda del PSOE y porque pueda menoscabar la estulticia estructural existente con su talento y su talante, que parece el primero mayor que el de P. Sánchez y más consecuente el segundo que el de J. R. Zapatero. Para Andalucía Yolanda llega tarde pero para las generales del 2023 está a tiempo, just at time. Suerte.

Yolanda, la esperanza granate