domingo. 28.04.2024
Manifestación en Madrid (3/11/22) por la negociación colectiva (Foto: Fran Lorente, CCOO Madrid)
Manifestación en Madrid (3/11/22) por la negociación colectiva (Foto: Fran Lorente, CCOO Madrid)

Existen algunos síntomas de cierta reactivación de las movilizaciones sindicales en la última época, con extensión a nuevos colectivos de trabajadores y trabajadoras, en particular del sector servicios y composición juvenil y femenina. Tiene algunas características diferentes a la acción sindical convencional de la clase trabajadora industrial y de la gran empresa, asociadas a la negociación colectiva, con mayor institucionalización de las relaciones laborales. Por tanto, existen dos dinámicas paralelas. El tradicional movimiento sindical que todavía aguanta, con influencia negociadora extensa pero limitada en su contenido y con algunos elementos de renovación y capacidad de contestación pública. Y las nuevas experiencias sindicales y asociativas de base, a veces combinadas con las anteriores, como las mareas de la enseñanza y la sanidad que, ocasionalmente, han tenido una gran participación y la simpatía y solidaridad de la mayoría de la población. 

Así, se mantiene el grueso de la acción de los grandes sindicatos y de la acción sindical de las grandes empresas, más sindicalizada, y con mayor experiencia y poder contractual institucionalizado. Tiene importante representatividad vía las elecciones sindicales, con una participación de varios millones de personas y una significativa legitimidad pública por su actividad de interlocución con los poderes públicos y de negociación con las organizaciones empresariales, vía la negociación colectiva. Beneficia a la gran mayoría trabajadora, aun con resultados limitados respecto de las grandes transformaciones productivas, salariales y de estatus, con reconocimiento de nuevos derechos laborales. 

Existen síntomas de cierta reactivación de las movilizaciones sindicales con extensión a nuevos colectivos, en particular del sector servicios y composición juvenil y femenina

Es la base de su pervivencia y el sistema de diálogo social que se combina con la confrontación sociopolítica y la movilización sociolaboral cuando hay retrocesos de condiciones materiales o bloqueos de derechos sociales y laborales, dependiendo de las estrategias públicas y de las patronales, y de la necesidad de reforzar el carácter representativo y de influencia de los sindicatos y las fuerzas y grupos progresistas. 

Durante estas décadas, desde primeros ochenta, con la reacción neoliberal, los cambios productivos, la individualización de las relaciones contractuales y la ofensiva cultural e ideológica contra la acción colectiva y la actitud transformadora de las izquierdas, se ha debilitado el papel de los sindicatos como agentes sociopolíticos y laborales con capacidad articuladora y expresiva de las mayorías trabajadoras, así como su impacto en la defensa reivindicativa o reformadora de las relaciones laborales. Ahora asistimos a la nueva e intensa ofensiva regresiva y autoritaria del trumpismo y las extremas derechas europeas y, en particular, las españolas, deseosas de imponer otra etapa de involución regresiva y antidemocrática.

No obstante, se han mantenido procesos huelguísticos masivos y generales, particularmente en países del sur europeo como Francia, en los últimos meses en torno al recorte de las pensiones, y la misma España, frente a las contrarreformas laborales en el periodo 2010/2012, o actualmente en Grecia contra los recortes laborales; pero también en países como Estados Unidos, con una amenaza empresarial muy fuerte contra las condiciones y derechos de capas trabajadoras, en este caso sindicalizadas y con capacidad de respuesta organizada, como en el automóvil. 

El marco temporal lo podemos asociar a este último periodo de crisis socioeconómica y políticas de ajuste y austeridad con imposición empresarial del retroceso de las condiciones laborales y los derechos sociales, con la devaluación salarial y la precarización del empleo y las condiciones de vida de amplias capas trabajadoras y el deterioro de los servicios públicos y la protección social. 

La precariedad laboral y, especialmente, la temporalidad con la rotación entre el empleo precario y el desempleo, la intensificación de los ritmos de trabajo, la prolongación, a veces ilegal, de la jornada laboral de trabajo o los rigurosos sistemas de control o vigilancia de la productividad, son todas ellas nuevas formas de mayor explotación y disciplinamiento laboral que afecta, sobre todo, a las nuevas generaciones jóvenes y su inserción laboral precarizada. Su socialización laboral a través de esta vulnerabilidad busca el sometimiento laboral para incrementar sus rendimientos productivos y los beneficios empresariales, reproduciendo esas dinámicas de subordinación. 

Nuevas formas de mayor explotación y disciplinamiento laboral que afecta, sobre todo, a las nuevas generaciones jóvenes y su inserción laboral precarizada

En ese sentido, el mundo laboral y esa cultura empresarial autoritaria contrasta con la socialización educativa y en las relaciones interpersonales y sociales, en general, en un clima más libre e igualitario, en estas sociedades democráticas que también están sufriendo una involución relacional y cultural de signo prepotente e individualizador. 

Por tanto, ese proceso experiencial en la imposición de la subordinación laboral, aparte de la experiencia profesional, más o menos cualificada, persigue la incorporación a esos valores y prácticas de revalorización del esfuerzo individual, con la auto explotación como falsos autónomos; o bien, el sometimiento a la estructura jerárquica o tecnológica de las empresas, lejos de las ideas ilusas del emprendimiento o el trabajo en equipo y la horizontalidad, que son experiencias muy parciales y, sobre todo, dirigidas a personas con empleo cualificado o profesional. 

La mayoría laboral, en países como España, se compone de esas capas precarizadas, dependencia laboral y bajos salarios que, por otra parte, cuentan con las dificultades añadidas de la amenaza del despido o sanciones laborales para evitar su respuesta individual o colectiva. Se produce, no obstante, un auténtico forcejeo por el rendimiento laboral y una intensa rotación en el empleo.

El clima de la indignación crítica, que se amplió desde 2010 frente a los recortes sociales y de derechos laborales, estaba basada en una cultura democrática y una ética de la justicia social, con una nueva conciencia de dignidad popular, y ha favorecido las respuestas colectivas. Éstas se producen de forma desigual según las coyunturas de cada centro de trabajo y a nivel local o nacional. Y deben reunir otras condiciones concretas de experiencia expresiva y organizativa de sectores más comprometidos, así como de lazos de comprensión, empatía y solidaridad en conflictos significativos de especial relevancia y simbolismo, en un contexto de expectativas transformadoras derivadas de la acción colectiva. 

El futuro del sindicalismo va a depender de la articulación unitaria y renovada, con mayor firmeza reivindicativa y mayor capacidad contractual

Por otra parte, en esta última legislatura se han aprobado reformas positivas protectoras de los derechos laborales, como la propia reforma laboral frente a la temporalidad o los ERTES, frente al riesgo del desempleo. Y también se ha generado un clima de mayor exigencia de derechos y una mayor acción protectora de las instituciones públicas, incluido en aspectos como una normativa social y laboral más justa, una actuación mayor de la inspección de trabajo, la vigilancia de la salud laboral o la igualdad entre hombres y mujeres en las empresas y a nivel general, promovidas también por la cuarta ola feminista.

En definitiva, el sindicalismo sigue en una encrucijada complicada por el peso dominante del poder empresarial, el sometimiento a unas condiciones laborales y políticas económicas de carácter neoliberal y regresivo, con una dinámica defensiva sindical e institucional, basada en el derecho del trabajo y unas estructuras mínimas de la negociación colectiva que aseguran algunas garantías básicas. Pero la pugna es muy desigual, contando con una fuerte segmentación del mercado de trabajo, incluido la discriminación por sexo-género y origen étnico-cultural que afecta especialmente a la población inmigrante, con mayor fragilidad. 

El futuro del sindicalismo va a depender de esa articulación unitaria y renovada, con mayor firmeza reivindicativa y mayor capacidad contractual, expresiva y de influencia transformadora. Y vinculada a los amplios procesos sociopolíticos, asociativos y culturales, incluido los nuevos movimientos sociales y las izquierdas y fuerzas progresistas que refuercen las trayectorias de carácter democrático, igualitario y solidario.

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