sábado. 27.04.2024
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Al abrir El País veo un artículo titulado “Kant prohibiría la prostitución”. El ser humano constituye un fin para sí mismo, por tener conciencia, y ninguna persona puede ser por tanto medio para otras, reza el resumen. Esto puede suscitarnos varias reflexiones que pueden comenzar por alguna matización de un estudioso del pensamiento kantiano, cuya obra práctica ha traducido profusamente al español.

En realidad todos nos instrumentalízanos mutuamente unos a otros y cada cual no deja de hacer otro tanto consigo mismo. Por eso Kant se conforma con que intentemos no utilizar a los demás, ni tampoco a nosotros mismos, tan sólo como un simple medio, sin considerarlo al mismo tiempo un fin en sí. Para este intento es útil lo que Javier Muguerza denominó imperativo de la disidencia. Siempre podemos negarnos a secundar algo que consideremos injusto y por ende resulte lesivo para nuestros congéneres.

Así las cosas, en el caso de las relaciones eróticas y sexuales Kant da por bueno que dos personas adultas consientan mantener ese tipo de relaciones, haciéndolo simétricamente y convirtiéndose así en un medio para el otro sin perder de vista su condición como fin. ¿Valdría esto para la prostitución? Si se demostrara que se cobra un servicio voluntariamente ofrecido, quizá pudiera homologarse con alguien que se gana la vida por satisfacer determinadas demandas. Pero el problema es que la prostitución debe abolirse porque no somos capaces de acabar con sus abominables causas.

La trata de personas y unas pésimas condiciones laborales propician el esclavismo propio de nuestra época. Mucha de la gente que vende su cuerpo, al margen del género que tenga, no lo hace por devoción, sino porque se ve obligada directa o mediatamente a ello. Recordemos la película “Princesas” del siempre sugestivo cineasta Fernando León de Aranoa. También se nutre así la pujante industria del porno, que tanto consumen también, por desgracia, las generaciones más jóvenes. Tenemos detectado el problema y sus aberrantes consecuencias, pero no hacemos nada por atajarlo.

Menudean las advertencias, como en las cajetillas de tabaco, donde te advierten que puede matarte por acarrear múltiples enfermedades. Con el alcohol pasa lo mismo. No tardarán mucho los exfumadores y antiguos bebedores en quedar excluidos del servicio sanitario público. Tendrán que atender sus dolencias en la iniciativa privada, tan potenciada por esos gobiernos conservadores que no necesitan impuestos, porque sus intereses demandan que los ricos paguen menos para poder gastar más, pensando que quienes no tienen recursos algo habrán hecho para ser unos despreciables perdedores.

Un mundo con menos prostitución necesita muchas condiciones de posibilidad. Una educación cabal que afronte la sexualidad en toda su dimensión, sin obviarla, ni tampoco exaltarla. Quienes necesitan pagar para tener sexo no dejan de ser violadores poténciales, al no reconocer su situación de poder y la falta de asimetría con quienes contratan para calmar sus pulsiones.

Una sociedad menos consumista y que deje más tiempo para cultivar amistades reales, donde los afectos circulen sin la mediación de ningún dispositivo electrónico, sería otra de las claves que contribuirían a su desaparición. También se requeriría un mercado laboral que no estuviera presidido por la precariedad y permitiera hacer todo tipo de planes vitales.

A juicio de Kant las desigualdades extremas y la miseria no deben ser afrontadas con una paternalista caridad. Antes bien precisan reparar una injusticia previa que da lugar a una u otra menesterosidad. Esto vale para quien se ve obligado a una explotación laboral e incluso a vender su cuerpo. ¿Por qué hay tantas personas demandantes de prostitución? Lo suyo sería disfrutar del sexo en situación simétrica por muy variables que puedan ser las figuras geométricas concernidas. Estamos ante una patología social más y, aunque sea urgente acabar con la tentación, sería más eficaz anegar sus fuentes psicológicas y político-sociales.

Un último apunte. Resulta curioso el destino del filósofo de Königsberg. Se ha convertido en una referencia de la historia del pensamiento y se invoca su nombre para casi todo. Por un lado se le reprocha no haber sido feminista, como tampoco pudo ser ecologista o interesarse por los impactos de la Inteligencia Artificial. De otra parte se le invoca como argumento de autoridad para respaldar cualquier tesis. Creo que le hubiera gustado más lo primero, mientras que le incomodaría lo segundo.

Kant ante la prostitución y las injusticias