domingo. 28.04.2024

Abordar este tema siempre resulta espinoso, y se suele pasar de puntillas en el caso de hacerlo. En este artículo procuraremos obviar el posible prejuicio a la persona que escribe de esta temática. Según Pecheny y Petracci (2006), existen dos posturas en el abordaje de esta asunto: por un lado, se define a estas mujeres como “en situación de prostitución” (destacando su carácter de víctimas, hablando de   explotación sexual), mientras por otro se procura desvictimizarlas, nombrándolas como “trabajadoras sexuales” , vinculándolo incluso a la perspectiva marxista del trabajo. Así, se enfatiza que, en general, suelen ser mujeres pobres, y la discriminación afecta de forma diferente según la clase social a que se pertenezca.

Desde la psicología política en su vertiente más social, se analiza el prejuicio como un tipo particular de actitud y, en tanto tal, posee elementos cognitivos, emocionales y conductuales.  Se trata de una actitud generalmente negativa hacia las personas que pertenecen a un determinado grupo social, basada en el simple hecho de que forman parte del mencionado grupo. Es decir, no se efectúa una evaluación sobre la persona en su singularidad, sino que esta se vuelve receptora de la actitud prejuiciosa por el hecho de formar parte de un grupo determinado. En ese sentido, tal actitud tiene un carácter homogeneizador o generalizador sobre todos los individuos que conforman un colectivo social, en torno del cual se posee una evaluación negativa. Esta generalización se muestra no solo como errónea, sino también como inflexible.

Dado que los prejuicios funcionan como esquemas cognitivos, los individuos con prejuicios hacia grupos específicos tienden a procesar la información sobre estos grupos de manera diferente a la manera en que procesan la información de otros grupos. En esa línea, por ejemplo, las informaciones que vienen a ratificar la perspectiva que una persona prejuiciosa posee respecto de un grupo social determinado (por ej. el colectivo de trabajadoras sexuales) reciben mayor atención o se procesan de forma más cuidadosa. A su vez, la activación de los prejuicios adquiere, generalmente, un carácter implícito, esto es, puede activarse de forma automática e influir en el comportamiento de las personas prejuiciosas aun cuando estas no sean conscientes de que poseen este tipo de actitudes o bien las nieguen. Ello da cuenta del carácter moldeador sobre el comportamiento que posee el prejuicio.

Interesa conocer cuáles son las variables psicosociales y psicopolíticas que aportan a la predicción del prejuicio hacia este grupo social. Diversas variables se vinculan con el prejuicio. Así, la orientación a la dominancia social (SDO, por sus siglas en inglés) y el autoritarismo del ala de derechas (RWA, por sus siglas en inglés) parecen ser dos variables clave para comprender el prejuicio, en tanto se relacionan  de  forma  positiva  con  diversos tipos de prejuicios, por ejemplo: el sexual hacia afroamerican@s , hacia personas con SIDA, y hacia personas pobres, entre otros. En consonancia, con estas dos variables se constituyen las bases sobre las que se asienta el prejuicio generalizado.

Además de la dominancia social y el autoritarismo del ala de derechas, algunos autores han descrito que las personas con fuertes convicciones religiosas manifiestan niveles altos de prejuicios hacia distintos grupos sociales, entre ellos al de las trabajadoras sexuales.

También existen agentes vectores de actitudes de prejuicio en muchas personas, que se vinculan con su proceso de socialización política. En ese sentido, los agentes vectores socializadores son, familia, escuela, grupos políticos, grupos de presión social, entre otros.

¿Y cómo es la persona que consume sexo?. La profesora de sociología, Águeda Gómez, de la Universidad de Vigo y coautora del libro, El putero español (Ed. Los Libros de la Catarata), afirma que las autoridades de nuestro país han sido demasiado permisivas con el sexo de pago. Afirma esta autora que,” a nivel jurídico en 1995 hubo una reforma que despenalizó el proxenetismo, lo que permitió que se asentasen muchas mafias que distribuían a las prostitutas por toda Europa, Se incremento la oferta y creció el consumo. Un consumo que ya era de por sí elevado teniendo en cuenta que, como explica Gómez, somos un país en que apenas ha habido una educación afectivo-sexual, que criticara la relación de explotación que existe cuando un hombre paga por tener sexo con una mujer.

Comenta la profesora Gómez que cuando se habla de prostitución, la mayoría de los hombres dicen que: “mientras sea libre y consentido no me parece mal”. La cuestión es que en la inmensa mayoría de las mujeres que practican la prostitución lo hacen porque no les queda otra.

En un informe elaborado en 2007 se hablaba de que en España existían unas 300.000 mujeres que ejercían la prostitución a esa fecha, con un perfil caracterizado por: la pobreza, ser inmigrantes e indocumentadas, y casi la totalidad de los clientes, el 99% eran hombres. El perfil sociológico de la prostituta era: la abrumadora mayoría son pobres, inmigrantes e indocumentadas, mientras que casi la totalidad de los clientes, el 99,7%, son hombres. Han pasado 14 años de ese informe, y en estos años, se han disparado drásticamente las cifras referentes a la prostitución, Por último, compartir la reflexión de Flora Tristán:” la prostitución es la más horrible de las aflicciones producidas por la distribución desigual de los bienes del mundo”.

Acerca de la prostitución