domingo. 28.04.2024
Manfred Weber y Carles Puigdemont
Manfred Weber y Carles Puigdemont

Por supuesto que nadie esperaba cien días de cortesía para el nuevo Gobierno de Pedro Sánchez, pero la diligencia con la que todo el que tiene un palo se apresura a ponerlo entre las ruedas del ejecutivo resultaría grotesca de no ser lamentable y peligrosa. Con el mayor desprecio a eso que en las leyes que les afectan se llama “apariencia de imparcialidad”, el muy discutible órgano de Gobierno de los jueces (al que por supuesto nadie llama ocupa por no querer dejar sus ya muy caducados sillones y despachos) procede a anular nombramientos y emitir informes negativos en materias que siempre fueron de trámite cuando aún nos llevábamos bien todos. El Partido Popular recupera como arietes a sus más gastados caballos de batalla y, más divertido aún, el señor Puigdemont se habla de repente con el Partido Popular Europeo, en lo que parecen los prolegómenos de un futuro mejor para una hipotética derecha ibérica, o tal vez deberíamos decir -aquí todos los días nos vemos obligados a rescatar un término cada vez más antiguo- carpetovetónica.

De todos los extremos mencionados, solo el último tiene algún interés. Lo que la derecha judicial iba a hacer lo anunciábamos ya en esta columna hace justo un mes, y del gobiernito con el que el señor Feijóo pretende contraprogramar al Gobierno de España en las redes sociales no hablaremos por mero pudor: de niños todos hemos jugado con muñequitos, pero a cierta edad a uno se le pasa. 

Puigdemont se habla de repente con el Partido Popular Europeo, en lo que parecen los prolegómenos de un futuro mejor para una hipotética derecha ibérica

En cambio, que el señor Puigdemont busque a Manfred Weber, su azote europeo, en un pasillo y se haga el simpático con él sí es noticia. Los términos de la conversación, si han sido recogidos de manera correcta por los medios, son de una tosquedad perfectamente compatible con la trayectoria del personaje: mociones de censura, cabezas de caballo en la cama, todo para decirle al que ya empieza a ser el amigo alemán que donde realmente se encuentra a gusto un señor de derechas es con sus amigos de la derecha. Nos olvidamos con mucha frecuencia de que todo el problema del procés empezó con un gobierno en la Generalitat que competía en recortes con el de Madrid y al que le asaltaron el parlamento sus propios ciudadanos. Y el partido que regía ese Gobierno era precisamente el del señor Puigdemont. 

No vamos a decir que las cabras tiran al monte porque al monte se está echando ya demasiada gente, pero el electorado debe tomar nota de los movimientos de todos los actores del escenario, y preguntarse qué ganan algunos dando munición a la ultraderecha para que ataque los propios acuerdos que ellos mismos acaban de firmar. Y menciono siempre al electorado porque es el único que tiene la llave para arreglar todo este berenjenal. La gente que recurre a metáforas mafiosas no debería beneficiarse de ellas cuando se abran las urnas. Y se van a abrir varias veces el año que viene. 

Palos y ruedas