sábado. 27.04.2024
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Hemiciclo del Congreso de los diputados. Imagen de la sesión de investidura de Pedro Sánchez. (Foto: Congreso)

Creo que hasta los discrepantes más profesionales estarán de acuerdo en que el viernes se abrió una nueva etapa. ¿Marcada por la incertidumbre? Claro, todas lo están. La anterior no parecía alumbrar nada en el horizonte, y tuvo una pandemia, dos guerras y una erupción volcánica (no me refiero a la furia callejera de los “patriotas”).

La nueva etapa encierra todas las posibilidades, pero requerirá una mano maestra para guiarla. Lo que parece un mero pacto político puede ser una oportunidad social, para que la España más proclive al acuerdo recupere los lazos que se rompieron, por decirlo de alguna manera, a lo largo del Ebro, desde su nacimiento hasta su desembocadura.

No es baladí que este acuerdo incluya a los nacionalismos de izquierda y derecha de todas las comunidades que los tienen. De su desarrollo político, pero sobre todo social, dependerá tal vez la apertura de un nuevo período de “paz territorial” que permita seguir caminando hacia Europa como estación de llegada para todos.

La historia de nuestra democracia demuestra con docenas de ejemplos que en España a la izquierda le toca arrastrar a la derecha hasta que finalmente decide subirse al carro

La objeción principal es que eso no se puede hacer sin la derecha y sin los españoles a quienes representa, pero la, finalmente, afortunada historia de nuestra democracia demuestra con docenas de ejemplos que, en España, a la izquierda le toca arrastrar a la derecha hasta que finalmente decide subirse al carro.

Y lo hará. Vaya si lo hará. Cuando se vea el resultado. Siempre lo hace. Los actuales paladines de la Constitución (los que no pactan el poder judicial) votaron en su contra en 1978, se opusieron al divorcio, al aborto, al matrimonio igualitario, a las autonomías que ahora gobiernan, a las lenguas que parlan cuando las presiden (¿verdad, señor Feijóo?), por supuesto a la igualdad de la mujer (de ese atasco aún no han salido más que a medias) y a cualquier cosa que se plantee por el mero hecho de plantearla.

A todo ello se suman después, y gracias a eso hemos avanzado hasta donde hemos avanzado, y seguramente seguiremos haciéndolo. Si a la derecha le faltan votos es porque su programa depende siempre del programa contrario, de oponerse a algo, y no tiene otra oferta propositiva que dejar las cosas tal y como están y ocultar los problemas bajo la alfombra en lugar de intentar solucionarlos.

Asumiendo, por supuesto, riesgos al hacerlo. Esa es la labor del político. Ahora vuelve a tocar tirar del carro, aunque sea difícil. Hacia un país más amable, en el que la gente sepa tener un mínimo de educación cuando está en una tribuna de invitados y entienda que las calles no son un escenario para insultar a tus conciudadanos. Como decía el buen Isaac Asimov, la violencia (también la verbal) es el último recurso del incompetente.

Una nueva etapa