jueves. 28.03.2024

Bipartidismo y gobernabilidad

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“Tampoco quisiera contribuir al estado de autoflagelación constante. La izquierda está siempre condenándose a sí misma y acusándose de sus propios fracasos. Pero lo tiene muy difícil en términos objetivos si uno mira la distribución del poder en las sociedades actuales, las restricciones que tiene el poder representativo frente a los grandes poderes económicos”

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“Con discursos puedes activar ciertos segmentos de la población, pero no alterar el actual equilibrio de poder. Esperábamos que la crisis iba a resquebrajar los grandes poderes económicos, pero ha sido al revés, los ha reforzado. La izquierda ha quedado en una posición desfavorable en casi todas las partes”.

Ignacio Sánchez Cuenca entrevistado por Ramón Lobo para diario.es.9/02/2018

“Una izquierda que quiera ser realista, sensata y al mismo tiempo radical, tiene hoy que aspirar a desarrollar políticas que sean más ambiciosas en el medio y largo plazo y , a la vez, más adaptadas a las presentes circunstancias. En la política, como en la vida cotidiana quien no sabe ser suficientemente radical, acaba siempre en la penosa insensatez del hiperrealismo mequetréfico”

Daniel Raventós, glosando y citando a Manuel Sacristán.


El árbol y las nueces, la famosa metáfora de infausta memoria atribuida a Arzallus hace ya más de dos décadas –“unos sacuden el árbol para que caigan las nueces y otros las recogen para repartírselas”– ha cambiado de tercio para volver a ser hoy de rabiosa actualidad.

Mientras Hernando varea el árbol, Girauta llena a rebosar de ‘naranjas’ su cesto, bajo la plácida mirada de una Arrimadas en cuarto creciente y la torva mueca de Rajoy en menguante. Ha ocurrido en dos ocasiones muy conectadas y casi de forma simultánea.

Por un lado, la serie de errores trabajosamente labrados durante más de una década por el PP en Catalunya- con eme punto Rajoy a la cabeza- se ha saldado de momento en un estrepitoso fracaso electoral (4 actas de diputado de un total de 135).

Es el fruto de todo un periodo que se extiende desde su temprano boicot a los productos catalanes y sus mesas petitorias de firmas- allá por 2006- para tumbar el Estatuto con el inestimable concurso de un TC a la medida, hasta la celebración de unas elecciones, convocadas por el gobierno de dicho partido para las vísperas de la pasada navidad, tras usurpar para sí la facultad de hacerlo mediante el ‘coup d’etat en douce’ llevado a cabo con la aplicación del 155.

Como resultado Ciutadans, que en su puesta de largo en 2006 obtuvo 3 escaños en el Parlament mientras que el PP reunía 14, ha terminado recolectando 36 escaños, multiplicando así por 9 los asignados ahora a los Populares.

Por otro lado, la factura que el mismo partido está pagando en moneda electoral (probablemente más de 4 millones y medio de votos perdidos en España desde 2011 hasta ahora), tras haberse descubierto y aireado los innumerables y continuados episodios de corrupción en los que ha sido beneficiario además de ser indisputado protagonista, ha terminado por estar cobrándosela de modo muy efectivo quien va camino de ser su sucesor naranja, sin otro mérito –que no es menor- que el haber conseguido erigirse, a base de repetírnoslo, en principal regenerador de tan reprobables conductas. Eso sí manteniendo cuando haga falta a corruptores y corrompidos, blanqueándolos– ya sea en Madrid, ya sea en Andalucía- en aras, dicen, del supremo bien de la  gobernabilidad.

El carácter estructural de la corrupción política en España -endémico cabría decir, tras los cuarenta años de franquismo- adquirió tintes ecuménicos y al tiempo proporciones inusitadas, con la inauguración del nuevo siglo.

Tras los episodios de corrupción- unos muy sonados pero otros aun casi en la sombra- que tuvieron lugar bajo los sucesivos gobiernos del PSOE ya desde los tempranos 80’, la combinación de la doble burbuja financiera e inmobiliaria que arrancando desde el primer ‘aznarato’ se prolongó hasta el estallido oficial de la crisis en 2008, con un déficit democrático creciente y un bipartidismo con sello dinástico, desempeñaron simultáneamente el triple papel de caldo de cultivo, vehículo y catalizador de dicha corrupción.

La raíz- la ‘causa eficiente’, en términos aristotélicos –de tan alargada y permanente  corrupción, hay que buscarla en la más que débil separación de poderes, en su permanente desequilibrio, con la consiguiente falta de independencia de cualquiera de ellos, muy en especial del judicial –en 2014 ocupamos el puesto 97 en independencia judicial, inmediatamente después de Tanzania, según el World Economic Forum- y todavía más de los media en su condición de ‘cuarto poder’.

La práctica desaparición ,o retirada, de una auténtica conciencia republicana –en su más fuerte y cabal sentido- es lo que explica el desacierto en el diagnóstico de ese padecimiento nuestro, tan arraigado y endémico y al mismo tiempo lo que impide avanzar en su erradicación

Es por ello que cualquier novedoso ingenio burocrático -la enésima reforma de la ley de contratos del estado o la de transparencia por poner solo un par de ejemplos-, no servirá de otra cosa que de momentánea distracción del problema, interponiendo una nueva cortina de humo.

Como tampoco nada distinto cabe esperar del ‘toma y daca’ entre los corruptos (PP) y sus aspirantes blanqueadores (C’s), con sus publicitadas medidas de milagrosa regeneración que, al acordarlas, han permitido a aquellos -con la impagable y decisiva pasividad del PSOE- seguir ocupando el poder ejecutivo, para desde él neutralizar las brechas abiertas en el frente judicial

Lo mismo sucede con las piadosas apelaciones a una moral individual, por completo ‘demodé’ y fuera de los circuitos de consumo habitual.

Y es que a medida que se produce la cesación de dicha conciencia republicana, con su vaciamiento se va expandiendo paulatinamente el descuido, el desprecio, hacia los bienes comunes y hacia lo público; la irrefrenable propensión al ‘rentismo’ tanto en lo económico preservando el modelo extractivo, como en lo político aferrándose a las poltronas, para mejor traspasar después las puertas giratorias; la erosión de la democracia y la deserción frente a su déficit creciente; en suma, la renuncia o peor aún el escamoteo de las más insignes valencias de aquella –la igualdad, en primer lugar en la esfera de los derechos civiles y de modo especial de los derechos políticos-, y su fraudulenta sustitución por objetivos como la ‘gobernabilidad’, que sin ser de por sí ajenos a aquella, tendrían que estarle siempre y en todo caso supeditados.

La forma despiadada de ‘socializar’ los desperfectos provocados al reventar al unísono las dos burbujas –la financiera y la inmobiliaria- mediante una colosal recesión que colocando la tasa de paro en niveles record, hundió los salarios y desbarató el estado de ‘medioestar’ apenas disfrutado, despertó todo ello en 2011 una prolongada indignación que solo 3 años más tarde logró encarnarse en el plano político.

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Las principales consecuencias, quizás, de invadir ese campo fueron, en primer lugar, la puesta al día y difusión de un relato alternativo al oficial (y prácticamente único) sobre la Transición, incluida la denuncia de la progresiva fosilización -como Régimen- del sistema inaugurado por la misma; y, junto a ello, el comienzo del declive del bipartidismo, piedra angular de dicho Régimen.

La irrupción y asentamiento de los dos nuevos partidos (PD’s y C’s), dejando reducida a la vieja pareja a la mitad de los votantes (cuando habían llegado a reunir hasta el 84% de los votos en 2008, acaparando además el 92% de los asientos del Congreso), supone una grieta en el sistema de cuyas consecuencias todavía no se es suficientemente consciente.

Ese vuelco entre otras cosas ha traído consigo que el modelo electoral que en su desproporcionalidad fue esencial para instaurar y petrificar el turnismo bipartidista, ahora, con la quiebra de éste, haya dejado de ser operativo en sus perversos efectos.

Y es que el desequilibrio que tal modelo introducía a través del peso escandalosamente desigual del voto de unas circunscripciones respecto a otras, ha quedado ya muy atenuado en las últimas (26-J) al superar dos de los partidos menores el umbral que antes irremediablemente les excluía en muchos distritos electorales, y puede llegar a desaparecer prácticamente en las próximas, a poco que la realidad acabe confirmando los resultados de los sondeos más recientes (en particular los del CIS , que sin duda son los más consistentes y fiables), siempre y cuando se afiance la tendencia a una distribución territorial del voto más homogénea o más compensada, como parece que ya está ocurriendo , tras la aparición en escena de los dos nuevos partidos.

Por ello, poner hoy sobre la mesa una reforma menor, de meros retoques sobre el reparto de los restos, (ya sea con d’Hondt, ya sea con Sainte Lagüe o ya con los matemáticos de Granada), indica, además de puerilidad o torpeza, una inmensa irresponsabilidad política  y una renuncia a ejercitar, aunque sea modestamente una elemental pedagogía.

Porque lo que hoy sigue resultando de verdad intolerable es el mantenimiento de la provincia siquiera como circunscripción – por no hablar ya de su inutilidad institucional y administrativa- sustentando sobre ella, además, la ley electoral que regula la composición del Senado, auténtica burla para un Estado que tantos se atreven a calificar, sin rubor alguno, como ‘cuasi’ federal.

Y es que además, esa distracción que supone orientar la atención hacia lo secundario, arrojando lo principal al olvido, puede despertar y propiciar- una vez servida al debate la reforma del sistema electoral, en esos términos- la apelación de nuevo al chantaje de la ‘gobernabilidad’.

Precisamente ahora, cuando ésta se complica una vez desaparecida por tiempo la posibilidad de alcanzar mayorías absolutas– o casi- por turno; y con ello, relanzar con fuerza propuestas de un nuevo sistema de desigualdad más eficaz de cara a la nueva situación, como es el del automatismo en la formación de gobierno a favor de la lista más votada. Sistema que con toda probabilidad no ve con malos ojos  Ciudadanos, es decir uno de los dos socios de la propuesta recientemente acordada.

Tiempos vienen en que ya nada será igual al pasado. No es posible saber si lo que llegue poco tendrá que ver con lo deseable, pero en cualquier caso, por encima de todo, si el resultado es desalojar del gobierno al PP- sin duda el partido más corrupto de Europa- no sería poco para sentir, al menos, algo de respiro y satisfacción.

Que esto ocurra o no, desgraciadamente no dependerá del segmento izquierdo del eje político (PSOE y PD’s&IU), instalado en la inanidad, sino más bien de que el recambio en la derecha (C’s) maneje igual de bien el ‘timing’político- sobre todo el del calendario electoral para el que ya empieza a tener la ‘llave’- de cómo lo está haciendo en el terreno de la comunicación, en donde además , está proyectando ya la imagen de principal partido de la oposición. Tan bien al menos, como mal lo están haciendo los demás rivales.

La predicción del inmediato futuro resulta hoy particularmente difícil. En todo caso, siguiendo la máxima de Pablo (de Tarso) no queda sino refirmarse en el ‘spes contra spem’(*)

(*) Locución latina que se puede traducir literalmente como “la esperanza (ser) contra la esperanza (haber)”. Romain Rolland y tras él Antonio Gramsci, lo expresaron con aquello de “el optimismo de la voluntad frente al pesimismo de la razón”. Más tarde el viejo Marco Panella (Partido Radical) la retomó en su “osare lo inosabile”, proponiéndolo como método. 

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