sábado. 18.05.2024

Provincianismo

El cuadro macroeconómico al que se agarra el gobierno y su corte no resiste contraste con la realidad...

Hay muchas formas de interpretar la actitud política del gobierno del país y sobre todo de la elite que la sustenta. Pero yo diría que lo más característico de su ejercicio es el provincianismo.

Provincianismo en sentido negativo, tal como lo entendía Proust cuando ironizaba sobre lo sorprendentemente diligente que resulta el carácter provinciano para lo banal lo innecesario, lo accesorio. Su maravilloso apego a la imitación burda, la copia pueril en su intento desesperado por ser catalogado como capitalino, tan al día como el que más. Llegado el caso más.

Así es nuestro gobierno y su entorno. Me refiero por tanto no sólo al “team”  que se reúne cada viernes en Moncloa, sino al conjunto de personas que situadas en alguno de los espacios que otorgan poder, legitimidad o preeminencia, actúan impulsados por el virus paleto del provinciano que desea disimularlo. Si en la capital imaginaria de los sueños del mercado (Chicago o Frankfurt) se lleva la desregulación de las relaciones sociales de producción sean laborales, financieras, administrativas, de control o de verificación, aquí, con la actitud del patán endomingado en la plaza de su pueblo, se practica la más salvaje de las reformas laborales, se ensalza la banca a categoría de inmortal y se releva toda actividad fiscalizadora por parte de la administración,  anulando su papel proactivo en el impulso o freno a los sectores sensibles o insensibles.

El cuadro macroeconómico al que se agarra el gobierno y su corte no resiste contraste con la realidad. Ni siquiera resiste el contraste con lo que de verdad se está haciendo en la capital. Le cuesta a este gobierno, como a todo buen paleto aggiornarse, actualizarse, hacerse moderno. No sólo es que las políticas procíclicas que este gobierno se niega a rectificar hayan demostrado hasta la saciedad que en tiempo de recesión deflactan aún más los pocos mecanismos de generación de riqueza y con ello alejan la posibilidad de crecimiento por el impulso de los salarios y el consumo, sino que además actúa el factor gañán de todo provinciano que aleja la posibilidad de cualquier forma de corrección de la propia actitud. Si ahora resulta que los “ilustrados” en Chicago o en Frankfurt apuestan por salarios mínimos al alza, regularización y control de la actividad financiera, recuperación de los estabilizadores automáticos mediante pensiones y prestaciones, reversión de la privatización e intervención el los sectores estratégicos, en la provincia todavía esto se interpreta como una extravagancia capitalina que no va a ir a ninguna parte. En cualquier caso,  bueno ya nos lo dirán, ya lo veremos por la tele, piensan. Mientras, saquemos partido a lo que hemos aprendido en nuestra luna de miel en la capital.

Sólo esta actitud radicalmente provinciana limitada por una vida intelectualmente pobre  puede llevar a confundir las apariencias de los mercados con su realidad interna. Sólo el pacato deslumbrado por la grandeza de la capital es capaz de confundir la expresión dejar hacer que tanto gusta a los mercados, por el dejar de hacer en el que se han instalado. 

Registros de este provincianismo absurdo se encuentra en casi todas las apuestas del gobierno. Sin programa político, ni objetivo más allá de la recuperación del lugar perdido por las gentes de bien, la gente normal que dice Rajoy, reunidos en su casino particular decidieron adherirse a las proclamas que parecían ganar la partida y no molestan el statu quo. Bienvenida sea la austeridad y quien la trajo por tanto.

Pero ahora resulta que cambia el viento y a nadie interesa ni la austeridad ni el sacrificio, ni la reparación moral. Como todo el mundo intuía no son sino paparruchas, capotazos para esconder el verdadero objeto, eludir la responsabilidad de un estrategia suicida que antepuso la financiarización y la titulización del riesgo por encima de la actividad económica real.

¿Y que hace el provinciano? Saca pecho, se embravece y convirtiéndose en un Rasputin de pan y melón, lanza a la policía contra manifestantes para tener una cabecera en sus telediarios. Justo cuando en la capital se desligan los medios públicos de las interferencias políticas.     

Provincianismo